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Mujeres y niñas, las víctimas más vulnerables por cuenta de conflictos armados

Colombia ostenta un deshonroso segundo lugar en el tema de desplazamiento, con 6’044.200 de afectados, después de Siria (7’600.000 ).

Catalina González Navarro, Marcela Osorio Granados
03 de diciembre de 2015 - 12:12 p. m.

La tragedia se ha duplicado en los últimos cinco años: 59,5 millones de personas en el mundo se encuentran en condición de refugiados o desplazados, un escenario preocupante que no se registraba desde la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial.

La alerta fue lanzada este miércoles por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) al presentar el informe sobre el estado de la población mundial “Refugio en la tormenta, una agenda transformadora para las mujeres y las niñas en un mundo proclive a las crisis”, que deja ver la difícil situación que se vive en varios países del mundo que presentan un panorama crítico en la materia y en los que las mujeres y las niñas siguen pagando el más alto precio por cuenta del conflicto armado.

“Las crisis humanitarias impactan de manera desproporcionada a las niñas, adolescentes y mujeres, situándolas en un lugar de desventaja desproporcionada que las limita para sobrevivir y recuperarse. Las exponen a un mayor riesgo de abuso, explotación sexual, violencia, embarazos no deseados, partos prematuros y no atendidos por personal calificado, abortos espontáneos e infecciones de transmisión sexual (ITS) como el VIH/sida, originadas en la falta de acceso a servicios de salud y de protección”, explica la Unfpa.

El documento posiciona a Siria como el país que concentra más de la mitad de los desplazados internos del mundo, con cerca de 7’600.000 personas. El segundo lugar lo ocupa Colombia y el escenario no es menos alarmante: 6’044.200 desplazados, en su mayoría pertenecientes a comunidades indígenas.

Para el organismo internacional, el caso colombiano tiene una característica particular determinada por dos variantes de afectación: el prolongado conflicto y las dificultades para la superación de crisis en casos de desastres naturales. En ambas situaciones las consecuencias se ven reflejadas –en gran medida– en los índices de mortalidad materna y embarazo adolescente. “En municipios del país con crisis humanitaria por conflicto armado o desastres naturales, la mortalidad materna es 7,6 veces más alta y la tasa de fecundidad de niñas de 10 a 14 años es el doble que en los municipios no afectados”, detalla el informe.

La violencia sexual es otro tema sobre el cual la Unfpa pone la lupa, haciendo referencia a un estudio de Oxfam y la Casa de la Mujer según el cual por lo menos 500.000 mujeres y niñas han sido violadas en medio de un conflicto en el que los actores utilizan la violencia sexual como arma de guerra y estrategia de amenaza para intimidar a las comunidades.

De acuerdo con Jorge Parra, representante de la organización en Colombia, la crisis existente en el país no solo ha privado a mujeres y niñas del derecho a la seguridad, sino también a la salud y a poder decidir sobre su propia sexualidad. “La tarea que nos espera es monumental, pero, con los recursos adecuados y voluntad política, podemos llegar a las mujeres y niñas más vulnerables de todo el país”, asegura Parra.

El drama se repite en varios países. Se calcula que los desastres naturales afectan a 200 millones de personas por año, mientras que los conflictos han desplazado a 59,5 millones más. Un fenómeno que puede incrementarse con los años, si se tiene en cuenta que aproximadamente el 14 % de la población mundial (cerca de mil millones) vive en zonas de conflicto. Ambas variables, señala el informe, son las responsables del 53 % de las muertes de niños menores de cinco años, de tres de cada cinco muertes maternas evitables y del 45% de las muertes neonatales.

Por eso el llamado de la ONU a los gobiernos es a tomar medidas que permitan sanear la crisis y transformar los modelos convencionales de respuesta con el propósito de reducir los riesgos. “Cuando las mujeres y las niñas obtienen servicios de salud, incluyendo los de salud sexual y reproductiva, así como programas humanitarios que deliberadamente tienden a cerrar las brechas de la desigualdad, los beneficios de esta intervención crecen exponencialmente y sobrepasan las fases agudas de una crisis para sentar bases de bienestar y futuro en la reconstrucción de sus comunidades o países”, concluye el documento.

Por Catalina González Navarro, Marcela Osorio Granados

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