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Nueva Orleans prospera diez años después del Katrina sin cerrar la brecha racial

Hoy existen dos Nueva Orleans: la blanca, recuperada y próspera, y la negra, que todavía sufre las secuelas de aquella catástrofe, que dejó unos mil muertos.

Marc Bassets / El País
28 de agosto de 2015 - 08:11 p. m.
AFP
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La llaman la nueva Nueva Orleans, o el Brooklyn de Luisiana. Incluso el Silicon Valley del Sur de Estados Unidos. Diez años después de la catástrofe del huracán Katrina, causada por la ruptura de los diques el 29 de agosto de 2005, la ciudad se ha convertido en un gran experimento urbano. Hoy existen dos Nueva Orleans: la blanca, recuperada y próspera, y la negra, que todavía sufre las secuelas de aquella catástrofe, que dejó unos mil muertos.

Los cinco encapuchados llegaron al mercado de Saint Roch en la madrugada del 1 de mayo. Reventaron las ventanas preparadas para resistir un huracán. Y dejaron dos pintadas. 'Que se jodan los yuppies' y 'yuppy =malo'.

Los yuppies son los nuevos vecinos de Saint Roch, un barrio negro en Nueva Orleans. Los yuppies son los profesionales blancos que se han instalado aquí en los últimos años, después del Katrina, y han desplazado a habitantes originales.

El sábado se cumplirá una década del Katrina. El viejo mercado, inundado tras romperse los diques que debían proteger la ciudad del océano, quedó abandonado. Hasta que unos empresarios foráneos lo alquilaron y, unos días antes del asalto, lo reabrieron. Esta vez, con oferta culinaria de lujo: inasequible para los vecinos de toda la vida; óptima para los turistas y emprendedores que repueblan la zona.

'Antes del Katrina la ciudad se estaba durmiendo', dice Gilberto Torres, que trabaja en uno de los restaurantes de Saint Roch, de nuevo reluciente. 'La ciudad empezó de nuevo'.

La nueva Nueva Orleans es una ciudad más rica, más blanca (y más hispana), más desigual. 'El Brooklyn del bayou ', la llaman. Brooklyn, por el distrito de Nueva York que atrae a los burgueses bohemios, y bayou , por el nombre autóctono de los pantanos de Luisiana. Barrios como Saint Roch o Tremé se gentrifican , por usar el anglicismo que describe el aburguesamiento de barrios trabajadores. Llegan los blancos, se marchan los negros.

El Katrina inundó el 80% de la capital del jazz, dejó un millar de muertos y golpeó a la autoestima de EE UU. ¿Cómo fue posible que el país más próspero dejara en la intemperie a sus ciudadanos? La ineptitud de las autoridades agravó la catástrofe. Desde el alcalde demócrata Ray Nagin -ahora en prisión por corrupción- al presidente republicano George W. Bush.

The New York Times publicó un editorial con el título 'Muerte de una ciudad americana'. Nueva Orleans no murió: se convirtió en un laboratorio. Pocas veces una ciudad que bate récords de pobreza, crimen y corrupción puede empezar de nuevo.

En La doctrina del shock , la ensayista Naomi Klein describe Nueva Orleans como campo de pruebas del capitalismo salvaje. Los dirigentes locales creían que era una oportunidad para corregir décadas de disfunciones.

Pres Kabacoff, promotor inmobiliario, tiene el porte de un viejo caballero del sur, entre hippy y aristócrata. Hijo del hombre al que se atribuye la reinvención del turismo en Nueva Orleans, Kabacoff tiene poder en la nueva Nueva Orleans.

'El Katrina', dice Kabacoff, 'fue un acontecimiento bíblico de tales dimensiones que surgió la posibilidad de reposicionarse y desarrollar de nuevo un sistema escolar que estaba fracasando'. 'Durante estos años', explica, 'mientras el resto del país estaba en recesión, Nueva Orleans iba bien, así que atrajimos a miles de jóvenes profesionales de todo el país'. El dinero público y privado para la reconstrucción fue un plan de estímulo exclusivo para la ciudad.

Antes del Katrina vivían aquí 323.300 negros y 128.800 blancos. Ahora viven 223.700 negros y 117.300 blancos. Los 100.000 negros que faltan están dispersados por todo EE UU. Quién sabe cuántos, y cuándo, volverán.

Nueva Orleans se jacta de ser la ciudad más mediterránea de EE UU, un lugar donde los vínculos familiares son estrechos y es posible nacer, crecer, vivir y morir sin moverse del barrio. Esto hace especialmente doloroso el exilio ('una limpieza étnica por medio de la inacción', como dijo el congresista demócrata Barney Frank). Pero el exilio forzado permitió a algunos salir del bucle de subdesarrollo en Nueva Orleans.

Lado blanco y lado negro

'Hemos creado un ambiente en el que, aunque quisieran regresar, no podrían', discrepa Oliver Thomas. Este veterano político negro, condenado a prisión en 2007 por corrupción, ha aparecido, interpretándose a sí mismo, en la serie de televisión Treme , ubicada en el barrio del mismo nombre.

La división es racial. Lo fue en 2005, cuando la marea se ensañó con los negros más pobres. Y lo es hoy. 'En el lado blanco de la ciudad la mayoría piensa que la ciudad nunca ha tenido mejor aspecto', dice Gary Rivlin, autor del libro Katrina. After the flood ('Katrina. Después de la inundación'). 'El lado negro todavía sufre, y nadie le presta atención'.

Por su pasado español y francés, por la herencia africana, por la comida criolla, por el jazz, por el ritmo de vida pausado, Nueva Orleans se considera especial. Pero sus patologías -la desigualdad, la violencia, la corrupción- son comunes a otras ciudades.

A mil kilómetros de Nueva Orleans, Mississippi arriba, se encuentra Ferguson. Allí, hace un año, estallaron las protestas por los abusos policiales contra los negros. En 2005, el Katrina ya expuso la discriminación en Estados Unidos. La brecha sigue abierta.

La ciudad que buscó empezar de cero

En el área metropolitana de Nueva Orleans hay 471 empresas start-ups por cada 100.000 habitantes -la media de EE UU son 288- y un turismo que se acerca a los niveles de antes del Katrina.

El sistema educativo empezó de cero. Nueva Orleans reconvirtió en escuelas chárter, gestionadas independientemente, como si fueran privadas. Compiten entre sí y tienen que rendir cuentas. La proporción de graduados ha pasado del 54,5% al 77,6%.

Los viejos problemas persisten. Los negros no han recuperado los niveles de ingresos anteriores al huracán. Los blancos los han superado. Nueva Orleans compite con Detroit en el escalafón de ciudades con una tasa de homicidios más alta.

Obama elogia la recuperación pero avisa de las desigualdades

Barack Obama habló de Nueva Orleans, pero hablaba de todo Estados Unidos. El presidente visitó ayer la ciudad. Se paseó por los barrios. Habló con los vecinos. Y, en un discurso que pronunció en el nuevo centro comunitario del distrito 9, el más dañado por el huracán Katrina hace diez años, celebró la recuperación. 'Sois un ejemplo de lo que el posible', dijo.

El espíritu de Nueva Orleans es el de la resistencia ante la adversidad y la capacidad para levantarse tras la desgracia. Nueva Orleans, dijo Obama, es un ejemplo de todo lo bueno que tiene este país.

Pero el presidente evitó caer en el triunfalismo. No declaró la misión cumplida. La recuperación económica de EE UU no ha beneficiado a todos los estadounidenses. Lo mismo ocurre en Nueva Orleans. 'Que las casas sean bonitas no significa que el trabajo esté hecho', dijo. Las desigualdades sociales, la pobreza infantil y el paro persisten.

El Katrina no fue sólo una catástrofe natural, recordó Obama. Fue una catástrofe propiciada por los fallos de los poderes públicos. El huracán dejó tocada la presidencia del republicano George W. Bush. Aunque él no fue el único en cometer errores, se convirtió en un símbolo de la torpeza de las autoridades.

Bush, que se prodiga poco en público desde que abandonó el poder, acudirá hoy a Nueva Orleans. Su antecesor, el demócrata Bill Clinton, lo hará mañana. Tres presidentes y un aniversario. El Katrina -la lección por los errores y el temor a que se repitan- estará ligado para siempre a la institución presidencial.

Por Marc Bassets / El País

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