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Oposición, ¿la nueva estrategia?

Visita de exmandatarios, marchas contra el gobierno chavista y un enfoque en la actual crisis del país han sido las últimas apuestas.

Diego Alarcón Rozo
27 de enero de 2015 - 02:45 a. m.
Lilian Tintori (centro), acompañada de Andrés Pastrana y Sebastián Piñera, a las afueras de Ramo Verde. / EFE
Lilian Tintori (centro), acompañada de Andrés Pastrana y Sebastián Piñera, a las afueras de Ramo Verde. / EFE
Foto: EFE - Santi Donaire

Hace apenas unos días, Lilian Tintori, la esposa del líder opositor venezolano Leopoldo López, que se encuentra en prisión, dijo lo impensable: “Maduro está acabando con el legado de Chávez”. Sí, del fallecido Hugo Chávez, pero, un momento...

¿Se refiere al mismo Chávez del que decían había dejado a Venezuela en escombros? ¿El mismo hombre al que la facción política de Tintori y López —la oposición— ha llamado dictador? ¿Ese legado? ¿El que desbarrancó la economía desde mucho antes de que cayeran, como hoy, los precios del petróleo? ¿El que rompió relaciones con Colombia? ¿El que nacionalizó capitales extranjeros? Sí, Hugo Chávez, no hay duda. El discurso de Tintori, el de una activista de los derechos humanos desde la detención de su marido, no sólo parece reconocer que en efecto existe un legado heredado del presidente, una verdad absoluta para el oficialismo, sino que es perceptible cierta potestad para defenderlo. El chavismo indignado...

El mensaje es claro por estos días: es difícil que las cosas puedan ir peor en Venezuela y es hora de un cambio. Parece como si la oposición hubiera estado esperando el momento justo para lanzar una ofensiva contra el Gobierno, una ráfaga de presiones políticas que amplíe su margen de maniobra. Porque no ha sido solamente la voz de Tintori la que ha resonado recientemente. A mediados de mes, el gobernador del estado de Miranda y excandidato presidencial, Henrique Capriles, apareció en ruedas de prensa para hablar de la situación nacional y dio entrevistas por aquí y por allá. Al día siguiente ocurría lo mismo, pero esta vez el protagonismo era para la exdiputada María Corina Machado, procesada también por demandas del Gobierno que la acusan de instigar al desorden. Y claro, Leopoldo López, que ahora aparece en primer plano, a 23 días de cumplir un año de encierro en la cárcel de Ramo Verde.

Es el momento, se lee entre las declaraciones de los líderes opositores, y todos, como si se tratara de un coro grabado individualmente pero ensamblado en un estudio, citan las mismas evidencias: “El 80% de los venezolanos quieren un cambio y el 60% quieren a Maduro fuera del Palacio de Miraflores”, “la inflación del 64%”, “el desabastecimiento en los supermercados”, etc.

El fin de semana que acaba de pasar, Henrique Capriles llamó a marchar en contra de la gestión del gobierno de Maduro. No era un “cacerolazo” común, como los que han tenido lugar en Venezuela, un signo distintivo de la insatisfacción popular. No, la del sábado fue la “marcha de las ollas vacías”, porque no sólo hacen ruido al ser golpeadas. Si están vacías es porque la gente no tiene con qué llenarlas. Y así los mensajes se van entregando poco a poco, con la sutileza de quien sabe que antes de recoger hay que sembrar.

Entonces, luego fueron invitados tres exmandatarios latinoamericanos, nombres respetables para la oposición y alérgicamente de derecha para el oficialismo: Andrés Pastrana (Colombia), Sebastián Piñera (Chile) y Felipe Calderón (México). Convocados a un foro de democracia organizado por María Corina Machado, Pastrana y Piñera quisieron visitar a Leopoldo López en Ramo Verde, pero no sabían, quizá nadie les avisó, que necesitaban un permiso especial. Tal vez resultaba más efectivo que en el aire quedara la idea del capricho autoritario en vez de una noción que sugiera que los conductos regulares y los trámites de rigor no conocen de “dignidades”.

El Gobierno, por su parte, respondió como siempre, hablando de ultraderechas, de complots mafiosos para asesinar a Nicolás Maduro, de alertas para la seguridad del país, de estrategias para desestabilizar el gobierno socialista, de guerra económica y de un pueblo con un gran corazón, capaz de resistir una y todas las pestes, con la fuerza en el recuerdo del “Comandante Eterno”.

No obstante, el efecto está y las preguntas aparecen al atar apenas superficialmente los cabos: el precio del barril de petróleo que bordea los US$40; encuestas de firmas como Datanálisis que sostienen que la popularidad del presidente acaso llega al 22%; en dos semanas se cumple un año de las manifestaciones estudiantiles que dejaron 43 muertos y derivaron en la detención de López, y ahora el legado de Chávez peligra en manos de un líder blando como Maduro.

Estrategia. La oposición ha padecido roces internos por cuenta de quienes ven en la inmediatez un cambio de gobierno a fuerza de manifestaciones masivas en las calles, de hastío popular y lo que consideran vocación democrática; contra quienes quieren remar lento para no extenuarse, no pensando en mañana sino en las presidenciales de 2019. Los hechos de las dos últimas semanas sirven de esperanza a quienes buscan el corto plazo y de desgaste progresivo para quienes ven más allá. ¿Es la asesoría de J.J. Rendón, de buena relación con Capriles y a quien el líder reconoce como “un tipo talentoso, muy hábil”, como algunas fuentes apuntan en Venezuela?

Hoy, la oposición reconoce sin pudor que su lucha actual es por el cambio de un gobierno que desde su perspectiva fracasó, y a eso Nicolás Maduro lo llama “intento de golpe de Estado”. Es cuestión de método.

 

dalarcon@elespectador.com

Por Diego Alarcón Rozo

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