Publicidad

Paz en Siria: todos juegan

El mediador Lajdar Brahimi analizó con el secretario de la Liga Árabe, el líder opositor sirio, las posibilidades de negociar con Al Asad.

Víctor de Currea-Lugo *
12 de febrero de 2013 - 09:53 p. m.
Bashar al Asad, presidente de Siria, está dispuesto a dialogar, pero dice que no dejará el poder.   / EFE
Bashar al Asad, presidente de Siria, está dispuesto a dialogar, pero dice que no dejará el poder. / EFE

La paz en Siria, como la guerra, tiene dos frentes: interno y externo. En el frente interno, la falta de unidad entre los rebeldes se mantiene, algo esperable por la naturaleza misma del conflicto. Si bien no es indispensable la unidad de la oposición, sin la participación de colectivos étnicos relevantes (kurdos) o religiosos (suníes) no habrá paz.

No basta con que nuevos liderazgos firmen acuerdos. En Túnez y Egipto, los nuevos liderazgos son cuestionados por no cumplir sus promesas. En Siria, el Estado social y las libertades siguen siendo reivindicaciones válidas. Una transición concertada debe dar un puesto justo a los Comités Locales de Coordinación, quienes han llevado en sus hombros el peso de la guerra y la movilización social.

En el frente exterior, luego de los fracasos de la Liga Árabe, de sus observadores internacionales y del enviado especial de la ONU, Al Asad sabe que no va a ganar respiro sin dar pasos concretos. El problema es que nadie quiere una guerra a cualquier precio, ni tampoco una paz amañada.

Arabia Saudita apoyaría un proceso que consolide a los rebeldes suníes como fuerza política mayoritaria, igual que Qatar, que apoya a un sector suní claramente organizado: los Hermanos Musulmanes.

Turquía establecería relaciones con el gobierno que venga, pues su liderazgo dentro de la región se ha adaptado ágilmente a los nuevos gobiernos de Egipto, Libia y Túnez. Pero le preocuparía un eventual impacto de los kurdos-sirios en su propio territorio.

Irán quisiera que un sector del viejo régimen mantuviera algún tipo de representación (alauitas), no sólo como un símbolo de unidad nacional sino como una necesidad estratégica, esperanza que compartiría Hizbolá.

Israel quiere una paz que cercene las relaciones entre Siria, Irán y Hizbolá, y que el gobierno de transición no le genere más tensiones. EE.UU. desearía lo mismo: su agenda en Oriente Medio la dicta Tel Aviv. Lo último que anhelan es una Siria pro Palestina que se sume a Egipto, o un régimen que mantenga vínculos con Irán.

La invitación de Al Asad a negociar estuvo antecedida por contactos rusos con los rebeldes: Rusia se posiciona pensando ya en un gobierno sin Al Asad. Y casi todos temen el ascenso de grupos radicales, como Al Nusra (pro Al Qaeda), que ha ido ganando terreno.

Como dar gusto a todos no es posible, la paz dependerá de la conjugación entre los frentes interno y externo, y de la línea roja que establezca cada actor. Pero si las tensiones Irán-Israel o los choques entre suníes y chiitas (que ya sufre Irak) no se posponen y buscan resolverse en suelo sirio, no hay llamado a la paz que valga.

 

* Profesor Ph.D. de la U. Javeriana.@DeCurreaLugo

Por Víctor de Currea-Lugo *

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar