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Pedro Pablo Kuczynski, veterano de Wall St., podría ser el próximo presidente de Perú

A los 77 años, Kuczynski se enfrenta a Keiko Fujimori, de 41 años, la hija fiel a un libreto y políticamente ávida de un ex presidente encarcelado.

Bloomberg News
05 de junio de 2016 - 05:40 p. m.
Pedro Pablo Kuczynski / Bloomberg News
Pedro Pablo Kuczynski / Bloomberg News

El escenario improvisado, en una esquina llena de basura entre puestos de pollo asado, presenta a un guitarrista y flautista andino tratando, sin demasiado éxito, de atraer a la multitud. Es un domingo soleado en la localidad de Moquegua, en el sur de Perú, que fue un bastión inca y de un momento a otro estará aquí, promete el anunciador –el próximo presidente de Perú, ¡Pedro Pablo Kuczynski!

Sube el volumen de la música, se agitan banderas y la multitud crece hasta varios centenares. Pero incluso cuando llega, emergiendo rígidamente de una camioneta, ver a Kuczynski no es fácil. No sube a la tarima optando por dar una charla de 12 minutos parado enfrente, hablando reflexivamente sobre un gobierno transparente, un nuevo hospital regional y agua corriente para 10 millones de peruanos que no la tienen. Se relaciona brevemente y luego se va.

Es difícil imaginar un candidato que parezca, en teoría, mejor que Kuczynski para dirigir a un país latinoamericano en su momento post-populista con precios de las materias primas en baja. Ex banquero central, ministro de Finanzas y ejecutivo de Wall Street, PPK como se lo conoce, habla tres idiomas con absoluta fluidez.

Contemplativo e intensamente dedicado a integrar a su país al presente, rehúye los operadores y recibe las preguntas con una apertura poco frecuente. Conoce a todos los que son alguien en las finanzas del desarrollo mundial y está proponiendo un plan de vender inmediatamente bonos públicos por US$6.000 millones para financiar proyectos de infraestructura en su país subdesarrollado y sub-apalancado. Aprendió temprano la importancia del servicio público, viviendo de niño en el Amazonas cuando su padre, médico nacido en Berlín, ayudó a erradicar la lepra en Perú.

Sin embargo, a los 77 años, Kuczynski se enfrenta a Keiko Fujimori, de 41 años, la hija fiel a un libreto y políticamente ávida de un ex presidente encarcelado que promete frenar la delincuencia en alza a la manera en que su padre derrotó el terrorismo maoísta un cuarto de siglo atrás. Y tal como lo demuestra la presentación un poco patética en el podio de Moquegua, hacer campaña no es el fuerte de Kuczynski. Él transmite una sabiduría serena; ella lanza fuego. Si bien la encuesta Ipsos más reciente la muestra con ventaja en vísperas de la votación del domingo, hay una décima parte de los peruanos que todavía siguen indecisos. Llevaron semanas empatados.

Preocupaciones de los votantes

Ella es una política brillante mientras que él es totalmente apolítico”, observa Julio Cotler del Instituto de Estudios Peruanos en Lima. “Él toca la flauta y el piano, ha escrito textos académicos serios y fue un alto funcionario. Pero no tiene verdadero capital político en la base. Y la inseguridad por la delincuencia es la mayor preocupación de los votantes en este momento”.

La “nonchalance” de Kuczynski fue evidente cuando, en medio de su carrera cabeza a cabeza, viajó una semana a Nueva York. Su hija menor, Suzanne, a punto de ingresar en Princeton, cumplía 18 años y se graduaba con el mejor promedio de su clase en su internado. Él quería estar presente. También visitó a otra hija, la ex periodista del New York Times, Alex Kuczynski, y habló en el Consejo de Relaciones Internacionales donde la mitad de los participantes lo conocían por su presencia anterior en el Banco Mundial, la Universidad de Oxford, First Boston Corp. y la cancha de squash.

La visita a Nueva York generó tanta confusión que se propagaron rumores de que se había escabullido a ver a un médico por un problema de salud. Fujimori, que viene caminando de un pueblo a otro haciendo campaña desde hace cinco años, lo acusó de arrogancia gringa, de preferir a sus amigos de Wall Street antes que al pueblo sufriente de Perú. Sus números en las encuestas bajaron. Y él dice con una franqueza arrolladora: “Si hubiera sabido que me costaría tanto, no habría ido”.

Sin puntos a tratar

Kuczynski concede dos entrevistas, una cerca de Moquegua durante el almuerzo y dos días más tarde en su casa de Lima con pisos de cerámico rojo, puertas francesas, sillones tapizados en brocado y una piscina al aire libre. No trae ningún colaborador ni consulta los puntos a tratar. Fujimori dice a través de uno de sus operadores que no concede entrevistas a medios extranjeros.

Esta diferencia de enfoque –uno centrado en ganar votos, el otro conscientemente internacionalista- será puesta a prueba este domingo. Hasta quienes sienten afecto y admiración por Kuczynski y creen que sería un excelente presidente se preguntan si podrá imponerse.

“Los peruanos se preguntan ‘¿Puede representarme?’”, se preocupa Felipe Ortiz de Zevallos, ex embajador ante Washington, financista y amigo. “¿’Puedo confiar en este tipo? Es viejo, sus padres eran europeos, la mujer es estadounidense, sus hijos viven en los Estados Unidos’. Mientras tanto, ella transmite el mensaje de que representa a los pobres y él es rico”.

Establecer distinciones

Hay una ironía en esto. Si bien Fujimori parece estar más cómoda con un poncho andino que Kuczynski, que puede tener un aire de turista, ella es de ascendencia japonesa, está casada con un estadounidense, se educó en las universidades de Boston y Columbia, y creció mimada en el palacio presidencial. Y sus políticas económicas, como las de su padre, no difieren demasiado de las de Kuczynski. A la comunidad de negocios les gustan ambos. Cuando fue derrotada en 2011 por el presidente Ollanta Humala, Kuczynski hizo campaña a favor de ella. Pero naturalmente, las elecciones consisten en establecer distinciones.

En sus presentaciones públicas, Fujimori promete combatir la delincuencia introduciendo la pena capital para violadores de niños y permitir que la policía tenga segundos empleos, como ocurría antes, para incrementar sus ingresos. En un acto la semana pasada en un barrio pobre de Lima, dijo a una multitud de varios miles de personas: “La delincuencia crece porque ningún líder abordó el problema de frente. Bueno, aquí estoy yo”.

Promete restablecer los planes de su padre de calzado y uniformes escolares gratis. Las propuestas de Kuczynski, dice, beneficiarán únicamente a la gran empresa.

‘Nadie en Suiza cultiva drogas’

Kuczynski tiene un plan de lucha contra la delincuencia que incluye salarios más altos para los policías y una limpieza del poder judicial pero su concepción es más amplia y riesgosa. Considera que la fuente del delito violento en Perú es el tráfico de drogas –“Nadie en Suiza cultiva drogas”, dice- y su idea es persuadir a los productores y traficantes de coca que abandonen su cultivo ilegal por algo legítimo y lucrativo.

Por eso, fue a la región más importante del cultivo de coca en Perú y planteó la sugerencia. “Les dije ‘Son un negocio agonizante”, dice. “Las drogas sintéticas acabarán con ustedes. Lo que les daba 100 soles (US$30) ahora les da 40 soles. Pensemos un mejor modelo de negocios para ustedes. Y empecemos construyendo rutas aquí’. Escucharon.”

Quiere rebajar drásticamente los impuestos con la idea de incorporar a la economía la enorme cantidad de empresas que operan fuera del sistema tributario, algo que los peruanos llaman cortésmente economía informal. Se les ofrecería una amnistía para que se legitimen y luego se verían beneficiadas con préstamos bancarios normales en vez de los usurarios que obtienen ahora. Kuczynski señala que si bien Perú ha sido la economía que más creció en la región y obtuvo una calificación crediticia A de grado de inversión, el financiamiento formal ha sido miserable –equivalente a 35 por ciento del producto interno bruto, en comparación con casi 200 por ciento en los Estados Unidos. “Tenemos que gastar más”, dice. “Somos una democracia en desarrollo”.

Sinceramiento interno

Como muchos otros países latinoamericanos, Perú vivió un auge de todo un decenio en los precios de las materias primas (principalmente la minería, en su caso) y de inversión china que llevó a muchos de sus 31 millones de habitantes de la pobreza a una clase media tentativa. Pero ahora que la economía de China se desaceleró y los precios de las materias primas se desplomaron, Perú, al igual que Argentina, Brasil y Venezuela, enfrenta opciones difíciles y una suerte de sinceramiento interno.

A diferencia de sus vecinos, Perú no ha sido bastión del populismo izquierdista en estos últimos años sobre todo porque en los años 1980 sufrió bajo la amenaza terrorista de la organización Sendero Luminoso. El padre de Fujimori, Alberto, que obtuvo una victoria sorpresiva en el elección de 1990, eliminó al grupo e introdujo aspectos económicos orientados al mercado. Posteriormente, se descubrió que había permitido escuadrones de la muerte y había participado en actos de corrupción, y actualmente está en la cárcel.

Tendencias más oscuras

Su legado, tironeado entre los polos de admirable y despreciable, arroja una gran sombra sobre esta elección. Su hija promete que tomará lo mejor en tanto sus adversarios sostienen que ella también cederá a las tendencias autoritarias teñidas con la corrupción alimentada por la droga. Los fujimoristas dominan el Congreso y la denuncia es que tanto ella como ellos caerán presa de la influencia y las tendencias más oscuras de su padre.

Es evidente para todos que Keiko quiere sacar de la cárcel a su padre y el viejo manejará los hilos”, dice Kuczynski. “Es una dinastía muy diferente de los Bush”.

Mono sirviendo whisky

Más allá de que Kuczynski gane o no la presidencia, su vida ha sido asombrosa. Nació en Lima en 1938, hijo de Maxime Kuczynski, que era de origen parcialmente judío, y de Madeleine Godard, protestante francesa, erudita literaria y prima del realizador cinematográfico Jean-Luc Godard. Cuando era bebé, se mudaron a Iquitos en el Amazonas. Maxime dirigía una colonia de leprosos cercana. Kuczynski recuerda un chimpancé de la familia que le servía whisky a su padre por la noche. El idioma de la casa era el francés.

Cuando tenía 10 años, su padre fue encarcelado durante un año por la dictadura militar y entonces él, su hermano Michael (actualmente decano en Cambridge) y su madre pasaron un año en Suiza. Los muchachos completaron la escuela en el norte de Inglaterra. Pedro Pablo pasó un año en Londres en la Royal Academy of Music concentrado en la flauta y el piano. Luego fue a Oxford, a la escuela de posgrado en Princeton y lo contrataron del Banco Mundial, convirtiéndose en ejecutivo sin haber llegado todavía a los 30 años.

Retornó a Perú para trabajar en el banco central. En octubre de 1968, cuando cumplió 30 años, hubo otro golpe militar. Era vicedirector del banco y sus jefes estaban fuera del país en una reunión del Fondo Monetario Internacional. El nuevo gobernante de Perú, Juan Velasco, convocó a Kuczynski a su despacho.

Inmunidad diplomática

“Puso una pistola sobre el escritorio”, recuerda Kuczynski. “Quería saber dónde estaba el dinero”. Como su padre, Kuczynski fue encarcelado pero logró salir a los pocos días. Viajó al norte, entrando en Ecuador con el agua llegándole hasta el cuello y continuó caminando durante casi tres semanas. Viajó a Washington y fue contratado por el FMI, lo cual le garantizó inmunidad diplomática, permitiéndole sacar del país a su esposa y a sus hijos, que en ese momento se hallaban bajo arresto domiciliario.

Desde allí volvió al Banco Mundial, donde el entonces presidente Robert McNamara le dijo que fuera a Wall Street a aprender sobre finanzas desde adentro. Comenzó en Kuhn Loeb & Co., luego pasó a First Boston y Halco Mining Inc., un consorcio minero, para luego dirigir su propia firma de inversiones durante una década. Mientras tanto, prestó servicio como ministro de Minas de Perú. Finalmente regresó a Perú en los años 2000 y creó una ONG para construir suministros de agua destinados a comunidades pobres y fue ministro de Finanzas dos veces así como también primer ministro. Su primera candidatura presidencial fue en 2011, cuando no logró pasar la primera vuelta.

Esta elección podría ser su despedida. Isabel Olaya, que asaba plátanos y servía cerdo y arroz en un carro callejero cerca del acto de Fujimori la semana pasada, expresó esta observación sobre la contienda electoral: “El Sr. Kuczynski ya está muy viejo mientras que Keiko es joven, es madre y es una luchadora”.

Kuczynski no cuestionaría la descripción. De hecho, su argumento de campaña se hace eco de ella. Como él dice: “Perú es sumamente volátil. Nuestra estrategia es demostrar que somos los tipos tranquilos”.

Por Bloomberg News

 

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