La persecución del Pibe Valderrama egipcio

Mientras Egipto está entre los mejores de la Copa África, el gobierno de Abdelfatah al Sisi enjuicia al histórico futbolista Mohamed Aboutrika, que está comentando los partidos desde Gabón y podría exiliarse.

Nelson Fredy Padilla - Enviado especial
31 de enero de 2017 - 02:00 a. m.
Mohamed Aboutrika se hizo famoso como capitán de la selección de Egipto, en la que lucía el número 22. Es uno de los personajes más admirados de su país.  / Archivo
Mohamed Aboutrika se hizo famoso como capitán de la selección de Egipto, en la que lucía el número 22. Es uno de los personajes más admirados de su país. / Archivo

En los pocos periódicos que se ven en las calles de El Cairo, el fútbol ocupa la primera página, no sólo porque es un arma de manipulación perfecta en épocas de regímenes autoritarios, sino porque Egipto jugará este miércoles el paso a la final de la Copa de África, que se juega en Gabón.

Mientras el gobierno militarista de Abdelfatah al Sisi utiliza a su favor la gran actuación del equipo nacional en el principal campeonato de selecciones de este continente, persigue a la vez a cualquier futbolista que considere potencial opositor de un sistema que ordena en la práctica que quien no rinda adoración al presidente puede ser procesado.

Es lo que le ocurre a Mohamed Aboutrika, uno de los futbolistas más queridos por los egipcios y quien ahora fue incluido en una lista de terroristas por sus presuntos vínculos con los Hermanos Musulmanes, movimiento político que ganó en elecciones libres la Presidencia de la República, con Mohamed Mursi como candidato, luego de que la revolución de la Primavera Árabe provocara la caída de la dictadura de tres décadas de Hosni Mubarak entre enero y febrero de 2011. En julio de 2013, un golpe militar liderado por el comandante del Ejército, Al Sisi, encarceló a Mursi y empezó una persecución de cualquier persona que considere cercana al movimiento que encarnó por poco tiempo las esperanzas de los egipcios de vivir en un país con libertades plenas.

El exjugador de la selección egipcia está acusado de financiar a los Hermanos Musulmanes y es buscado para ser sometido a juicio. Aboutrika, de 38 años de edad, se retiró en 2013 y, en un país de radicalismos religiosos donde es peligroso hablar de ídolos, es uno de los deportistas más famosos. Era un mediocampista equivalente a Carlos El Pibe Valderrama en Colombia. Lo llaman el Mago y el Santo, y quienes más lo siguen son los hinchas radicados en el barrio de Guiza, donde nació, y los del club cairota Al Ahli, el equipo que más trofeos ha ganado en África.

Jugó 105 partidos internacionales con la camiseta roja de Egipto, ganó dos Copas de África y cinco Champions africanas. Fue elegido mejor jugador del continente. Además, junto a sus paisanos Wael Gomaa y Hossam Ashour ostenta el récord de 11 partidos jugados en el Mundial de Clubes. El único que hoy le pelea la fama aquí es Mohamed Salah, jugador del Roma. El fútbol es una de las pocas válvulas de escape de esta sociedad oprimida y, a pesar de eso, no son muchas las canchas para practicarlo en la gigantesca El Cairo. Son de tierra y arena y se ve a niños jugando descalzos en arcos improvisados con piedras.

Como líder de su selección durante diez años, Aboutrika se encuentra hoy en Gabón como comentarista de la Copa de África, a la espera de que Egipto, dirigido por el técnico argentino Héctor Cuper, venza el miércoles a Burkina Faso y pase a la final con quien gane entre Camerún y Ghana. Después, se cree, buscaría el exilio, aunque su abogado, Mohamed Osman, no lo confirmó y anunció que apelará el requerimiento de un tribunal penal de El Cairo. Junto a Aboutrika, otras 1.400 personas están en la lista negra con la que la Policía Militar hace operativos en la capital y controles en el aeropuerto internacional.

Los bienes de la estrella egipcia fueron confiscados en 2015 con base en una ley antiterrorista aprobada ese año y condenada por organizaciones internacionales de derechos humanos por considerarla violatoria de los derechos fundamentales de los ciudadanos, incluido su derecho a una defensa justa. Para ejecutarla, el Gobierno creó el Comité para el Inventariado y la Gestión de Fondos y Bienes de los Hermanos Musulmanes.

Ante un tribunal, Aboutrika logró el desbloqueó y hace dos años dijo vía Twitter que no se iría: “Pueden retener el dinero o lo que quieran, pero yo no abandonaré mi país. Seguiré trabajando en él y por su desarrollo”, escribió. Poco antes había pagado una multa de 50.000 libras egipcias (unos 17 millones de pesos colombianos) por ausentarse de una ceremonia de entrega de medallas a la que asistieron los líderes políticos que hoy lo califican de enemigo de la patria.

El enfrentamiento entre radicalismos políticos y religiosos se ha trasladado a los estadios de El Cairo y Port Said, donde ha habido choques con víctimas de por medio y eso ha obligado a suspender en varias ocasiones la liga nacional. A finales de 2013, Ahmed Abdel Zaher, también jugador del Al Ahli, fue echado del club por celebrar un gol dibujando con cuatro dedos la señal de los islamistas. Entre los futbolistas egipcios hay temor porque su pensamiento político o religioso los convierta en perseguidos o fichas del poder dominante, como ocurrió en Irak, donde llegaron a ser encarcelados y torturados por el régimen de Sadam Hussein si no ganaban los juegos.

Por Nelson Fredy Padilla - Enviado especial

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