Publicidad

Siria sigue en jaque

Un bombardeo del régimen cerca de la frontera con Turquía dejó 20 muertos, entre ellos 17 niños. Ya son 45.000 víctimas en casi dos años de enfrentamientos.

Redacción Internacional
26 de diciembre de 2012 - 08:05 p. m.
Un niño sirio, herido por un bombardeo del régimen, espera para ser atendido en el hospital de Alepo. Casi dos mil menores han muerto en la guerra civil de ese país.  / AFP
Un niño sirio, herido por un bombardeo del régimen, espera para ser atendido en el hospital de Alepo. Casi dos mil menores han muerto en la guerra civil de ese país. / AFP

“He desertado, porque el Ejército ha desviado su deber primordial de protección del país y se ha transformado en una banda de destrucción y asesinatos... ha destruido ciudades y pueblos y ha cometido masacres contra la población desarmada...”. Así dice un comunicado del general Abdelaziz Jassim El Shalal, jefe de la Policía Militar siria que desertó como lo han hecho muchos otros militares que eran fieles al presidente Bashar al Asad y hoy forman las filas del opositor Ejército Libre Sirio (ESL). La deserción de El Shalal, anunciada ayer mientras morían 17 niños bajo las bombas del régimen, pone un interrogante más sobre las acciones de las fuerzas oficiales, que dicen luchar contra “terroristas”. El levantamiento popular que estalló en marzo de 2011 se transformó en una cruenta guerra civil que casi dos años después deja alrededor de 45.000 muertos, mientras la ONU intenta buscar una solución política.

Cada vez son más los altos mandos militares que abandonan a Al Asad para apoyar, directa o indirectamente, a la oposición. Son más de 1.500 desertores desde el inicio de los enfrentamientos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). Entre los más importantes figuran el primer ministro, Riad Farid Hijab, quien huyó hacia Jordania en agosto, y el general Manaf Tlass, amigo de la infancia de Al-Asad, quien también desertó en julio.

Además del apoyo interno, al presidente sirio también se le escapan las posibilidades de una victoria militar. A finales de 2011, se consideraba imposible que el Ejército sirio, uno de los más poderosos de la región, fuera superado por las tropas rebeldes, atrincheradas en las fronteras y con escasa munición. Pero esta situación cambió en 2012. Al recibir “equipamiento no letal” por parte de EE.UU. y sus aliados en occidente, los rebeldes sirios alcanzaron mucho más éxito en su estrategia. Mataron al ministro de Defensa, han derribado aviones de las fuerzas oficiales y se disputan el control de Damasco y Alepo en sangrientas batallas con las tropas del régimen.

Sólo ayer, la violencia dejó al menos 20 muertos, entre ellos 17 niños, en la norteña población de Al Qahtaniya, fronteriza con Turquía. Los soldados de Al Asad lanzaron 15 proyectiles contra esta población, en represalia por un ataque de los rebeldes contra un almacén de bombonas de gas. Escenas similares se replican cada día en un país que vivió el conflicto armado más violento durante 2012, que ha obligado a más de 540.000 sirios a abandonar su país para buscar refugio en Irak, Jordania, Líbano, Turquía y Egipto.

La falta de una intervención por parte de Naciones Unidas se debe a que en el conflicto sirio chocan las principales potencias internacionales. Ignacio Gutiérrez de Terán, especialista en el mundo árabe e islámico de la Universidad Autónoma de Madrid, ha explicado a El Espectador que “occidente, por un lado, teme por el futuro de su gran bastión en la zona, Israel, y no ve una alternativa política dúctil; para Rusia y China, por otro lado, se dirime en Siria el futuro de los recursos de Oriente Medio y, en esencia, la hegemonía mundial. Irán y Turquía tienen sus propios cálculos, más palpables en el caso de la primera, y Arabia Saudí y sus aliados árabes quieren debilitar a Teherán a través del hundimiento progresivo de su aliado sirio”.

En efecto, China, con su misterioso silencio, busca mantener influencia en Oriente Medio por medio de Siria y ganarle terreno a EE.UU. en la región, además mantiene importantes acuerdos comerciales y petroleros con Rusia e Irán. Rusia tiene en la costa mediterránea de Siria, en el Puerto de Tartus, la única base naval que le queda en el exterior desde la disolución de la Unión Soviética; el Gobierno de Putin ha apoyado al régimen de Damasco con gasolina refinada y ayuda militar y económica durante la revolución. Entre 2002 y 2009, Rusia firmó acuerdos armamentistas por US$5.800 millones con Siria e hizo lo propio con China por US$800 millones.

Mientras China y Rusia, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, han vetado en esta instancia todas las resoluciones para condenar al régimen de Al Asad, Irán tiene en Siria uno de sus principales aliados en Oriente Medio además de Hizbulá —la milicia y fuerza política que controla el sur del Líbano—. Según la oposición, Irán ha enviado francotiradores a Siria, para ayudar al Ejército en su lucha contra los insurgentes.

Siria es para Irán un punto geoestratégico clave para mantener su influencia en la región y ejercer una amenaza cercana contra su archienemigo, Israel —país fronterizo con Siria y fiel aliado de EE.UU.—. Además, a los ayatolás y a Al Asad los unen sus raíces religiosas. El presidente sirio pertenece a la élite alauí, una facción minoritaria del islam chii (90% de la población de Irán es chii), que ostenta el poder en Siria desde hace más de medio siglo.
Para el eje de China, Rusia e Irán, lo que hace Al Asad es intentar mantener la estabilidad del país y luchar contra los “terroristas” que disfrazan sus objetivos con consignas revolucionarias.

En la otra esquina están los que consideran que el presidente sirio debe abandonar el poder y permitir una transición política. Estos son Estados Unidos y sus aliados en Occidente, incluida la organización Amigos de Siria (compuesta por más de un centenar de países árabes y occidentales), que aunque han admitido que hay grupos terroristas infiltrados en la revolución, proveen “equipamiento no letal” a los rebeldes sirios, a quienes consideran representantes legítimos del pueblo, e intentan asfixiar a Damasco mediante sanciones económicas impuestas por instancias diferentes de la ONU, como la Unión Europea.

Turquía, por su parte, ha servido como sede del ELS y ya ha disparado hacia territorio sirio desde su frontera, donde también está ubicado y listo para actuar un arsenal militar de países de Occidente. Arabia Saudita, de población mayoritariamente sunni y aliada económica de EE.UU., apoya silenciosamente a Occidente, para debilitar a sus históricos rivales chiitas.

Así, las tensiones geopolíticas mantienen en jaque cualquier acción consensuada de la comunidad internacional, así como cualquier solución interna, mientras la vieja violencia sectaria entre sunníes y chiitas resucita y se expande hacia países como Irak y Líbano, donde ya han ocurrido mortales enfrentamientos entre fieles (chiitas) y opositores (sunníes) a Al Asad. El enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, Lakhdar Brahimi, está en Siria desde el pasado domingo y ha prolongado su estancia allí en un esfuerzo por abrir el diálogo entre los opositores y el régimen.

Brahimi presentó en Siria una propuesta acordada con Washington y Moscú durante un encuentro en Ginebra la semana pasada. La iniciativa contempla la formación de un gobierno transitorio compuesto por ministros que no pertenezcan a la confesión alauí, que profesa el presidente, ni a los suníes radicales, para no exacerbar más el sectarismo. También estipula que Al Asad continúe en el poder hasta la segunda mitad de 2013, pero sin que tenga derecho a presentarse a las próximas elecciones presidenciales, previstas para 2014.

Los esfuerzos de Brahimi, a esta altura del conflicto, despiertan pocas esperanzas en Siria y en el mundo. No se vislumbra una solución política ni la victoria militar de algún bando a corto plazo. El conflicto sirio, en medio de los intereses internacionales, parece arrojado a una mayor destrucción y violencia. Incluso si Al Asad entregara el poder, no está claro el programa político de los rebeldes ni hay garantías de que terroristas o islamistas radicales no aprovechen para imponer sus objetivos particulares.

El conflicto en 2012

 

Enero

Después de 10 meses de enfrentamientos entre los rebeldes y las fuerzas oficiales de Siria, la Misión de Observación enviada por la Liga Árabe para frenar el conflicto decide retirarse, por la escalada de violencia. Tras la retirada, sus líderes pidieron a la ONU asumir un papel más activo para dar fin a la crisis. El Ejército dio inicio a una ofensiva para recuperar zonas claves del territorio en los alrededores de Damasco, la capital.

Febrero

Una ofensiva de las fuerzas leales al presidente Bashar al Asad contra la provincia de Homs dejó más de 260 muertos y 500 heridos. Conocida después como la Masacre de Homs, impulsó un proyecto de resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, que pedía la salida del poder del jefe de Estado. La iniciativa no prosperó debido al veto que le impusieron los gobiernos de Rusia y China, aliados tradicionales de Damasco.

Mayo

Una nueva matanza atribuida al Ejército en la localidad de Hula (108 muertos) generó la expulsión de los embajadores sirios de países como Francia, Alemania, Holanda, España y Japón, entre otros. El mes anterior, el exsecretario general de la ONU Kofi Annan fue designado como enviado especial de la Organización y de la Liga Árabe para interceder entre la partes con miras a llegar a un acuerdo que cesara la violencia.

Junio

Debido a la persistencia de la violencia, la ONU retiró de Siria a la misión de unos 300 observadores que habían sido enviados para lograr un cese al fuego en el conflicto como paso inicial para una solución política. Un avión militar turco fue derribado por fuego sirio cerca de la frontera, lo que originó una crisis entre Ankara y Damasco, animada por la enorme cantidad de refugiados que a diario cruzaban la línea limítrofe hacia Turquía.

Julio

El Ejército de Liberación Sirio (ELS), la principal fuerza militar opositora, propinó su más fuerte golpe contra el gobierno de Bashar al Asad: en una ofensiva contra Damasco fueron abatidos el general Daoud Rajha, quien era el ministro de Defensa, y Assef Shawkat, cuñado del jefe de Estado. En septiembre, Lajdar Brahimi, excanciller de Argelia, reemplazó a Kofi Annan como jefe de la misión de la ONU en Siria, debido a la renuncia del segundo.

 

En cifras

30.000 de los 45.000 muertos que deja hasta ahora el conflicto en Siria son civiles, de acuerdo con el Observatorio de Derechos Humanos sirio.

11.217 es el número de soldados muertos que dejan los combates desde sus inicios, hace 21 meses.

1.511 han sido los desertores del gobierno del presidente Bashar al Asad, entre miembros del gabinete, militares y diplomáticos.

 

Siria, entre la religión y las armas

La rebelión contra Bashar al Asad  se ha visto matizada por las diferentes orientaciones religiosas que existen en el país. El Ejercito de Liberación Sirio está compuesto mayoritariamente por población salafista —usualmente ligada al islamismo radical— y se levanta contra un Estado tradicionalmente dominado por la minoría alauí, a la que pertenece el presidente. En el medio están los cristianos, que ante los mensajes difundidos por cada parte del conflicto se han ido integrando a sus filas: unos han recibido armas de Al Asad temiendo que un triunfo rebelde genere un sentimiento anticristiano y otros se han unido a los rebeldes al compartir su rechazo al manejo estatal. La ONU ha advertido que las consecuencias de ‘sectarizar’ la guerra podrían ser nefastas, mientras que el diario israelí ‘Yediot Aharonot’ reveló que en los últimos meses el gobierno sirio invirtió cerca de US$3.000 millones en armamento de defensa suministrado por países como China, Rusia y Corea del Norte.

 

 

 

Por Redacción Internacional

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar