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¿Tiene solución Siria?

Se intensifican esfuerzos para frenar el conflicto.

Marcos Peckel*
01 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
Un rebelde sirio hace una pausa en los enfrentamientos para leer el Corán en el comienzo de 2013. / AFP
Un rebelde sirio hace una pausa en los enfrentamientos para leer el Corán en el comienzo de 2013. / AFP

En el cementerio de la ciudad de Azaz, en el norte de Siria, los enterradores ya no esperan la llegada de los muertos, pues para cada tumba que abren ya tienen los cadáveres apilados y cuando son niños entierran dos o tres en el mismo sepulcro. En entrevista con la cadena árabe Al Arabiya, se lamenta el sepulturero porque “ya se acabó el espacio y que está buscando uno para su propia tumba”.

Por estos días de comienzo de año se han intensificado los esfuerzos del enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, Lakhdar Brahimi, por lograr “algo”. El diplomático ha utilizado expresiones como “caos”, “guerra sectaria”, “estado fallido”, “Somalia” e “infierno”, para referirse a la situación en Siria y promover una “solución negociada”.

Surge la pregunta, ¿qué constituye una solución hoy en día al apocalipsis sirio, después de 21 meses de guerra, más de 45 mil muertos, la gran mayoría civiles masacrados por las fuerzas del régimen, ciudades y barrios en ruinas, fragmentación religiosa y étnica, y dantescas masacres diarias que parecen ya no conmover a nadie excepto a las víctimas?

Un conflicto que se mueve en tres planos paralelos: local, nacional y global. El que enfrenta a las variopintas insurgencias contra fuerzas del régimen, ejército o milicias en diversas localidades del país, el que enfrenta a la oposición organizada en cabeza de la Coalición Nacional Siria contra el gobierno de Bashar al Asad y el que enfrenta a los países de la región y las potencias, Rusia, Irán y China contra Arabia Saudita, Qatar, Turquía, Estados Unidos y Occidente.

Esto significa que aún si Estados Unidos y Rusia logran un acuerdo, no implica que las fuerzas en el terreno lo vayan a cumplir. El caos en el país es tal, que es ilusorio creer que de un tajo van a cesar los enfrentamientos. La misma Coalición Nacional Siria, reconocida ya por más de cien países como representante de la nación, no tiene el aval de todos los grupos rebeldes que han estado “poniendo los muertos” en el terreno.

Es evidente que el presidente Al Asad encara sus últimos días en el poder, días que pueden ser meses, y aún conserva un letal poder de reacción y recursos para prolongar lo inevitable, apoyado rabiosamente por Irán, para quien la caída del presidente sirio constituye una catástrofe estratégica irreversible.

Los actores involucrados ya están planificando el “día después”, caracterizado por incertidumbre, caos, sorpresas e imprevistos, amén de la amenaza latente de una explosión regional.

Nada bueno espera a los sirios en el nuevo año que comienza. El escenario menos grave que sería el que está buscando Brahimi, es que Al Asad se vaya, pero que la estructura del Estado y de la seguridad permanezca para evitar una repetición de la anarquía que sobrevino a Irak en 2003 y una sangrienta confrontación étnica entre sunitas, alauitas, cristianos, drusos y kurdos. El proceso de reconstrucción física, social e institucional de Siria durará años sin certeza alguna de cuál será el producto final, si es que lo hay.

* Analista internacional

Por Marcos Peckel*

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