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¿Es Uganda el espejo del mundo?

La firma de una ley que castiga con cadena perpetua a homosexuales en el país africano es la punta del iceberg de una segregación global en marcha.

Ari Shaw * y Mauricio Albarracín **
03 de marzo de 2014 - 02:00 a. m.
Primer desfile del orgullo gay, el 4 de agosto de 2012, organizado en los jardines  botánicos Entebbe de Kampala, en Uganda. / EFE
Primer desfile del orgullo gay, el 4 de agosto de 2012, organizado en los jardines botánicos Entebbe de Kampala, en Uganda. / EFE
Foto: EFE - RACHEL ADAMS

Uganda es el campo de batalla de un movimiento global que busca segregar y eliminar a gays, lesbianas, bisexuales y personas trans (LGBT), no sólo en África sino en todas partes. Demonizar a los africanos minimiza un hecho muy importante: las leyes homofóbicas no son aisladas ni se crearon por generación espontánea.

Fuerzas globales y locales aprovechan la debilidad de las democracias y usan los chantajes electorales para aprobar leyes que pretenden establecer una nueva forma de injusticia contra un grupo. ¿Por qué en este lado del mundo debería importarnos lo que ocurre en África o Rusia? No tenemos leyes antigays, pero tenemos al procurador colombiano o a los fundamentalistas que usan el poder político para legalizar la opresión.

El presidente de Uganda firmó una ley que castiga con cadena perpetua a todo aquel que tenga relaciones homosexuales, se case con alguien de su mismo sexo o intente tocar a otra persona de su mismo sexo con intención de tener una relación sexual. Todo aquel que ayude o aconseje de forma individual u organizada a un homosexual podría ser castigado con siete años de cárcel. Por su parte, en Nigeria se aprobó una ley que castiga con 14 años de cárcel a las parejas del mismo sexo y con 10 años de cárcel a aquellos que muestren públicamente su relación. Para completar este cuadro de odio, el presidente de Gambia dijo que iniciará “una lucha más agresiva” contra “alimañas llamadas gays y homosexuales... LGBT significa lepra, gonorrea, bacterias y tuberculosis, todas las cuales son un peligro para la existencia de los seres humanos”.

En otras latitudes la cosa no mejora. En Rusia se aprobó una ley que prohíbe la propaganda “homosexual”, es decir, impide hacer cualquier campaña a favor de los derechos de las personas LGBT o expresar opiniones que contribuyan a eliminar los prejuicios, o cualquier mención a la homosexualidad en la vida pública. De hecho, tal vez este artículo que usted está leyendo en este momento estaría prohibido bajo el amparo de esa ley. Estas leyes se producen en medio de una epidemia de odio y violencia contra jóvenes gays y lesbianas bajo la mirada cómplice y complaciente del gobierno de Vladimir Putin, que declaró que “los gays deben dejar a los niños en paz”.

Incluso en los Estados Unidos los activistas enfrentan una oposición furiosa para progresos futuros, a pesar de los avances recientes. En el caso Windsor, la Corte Suprema declaró que el no reconocimiento de los matrimonios de parejas del mismo sexo era una violación de la igualdad y la dignidad de las parejas bajo la Constitución estadounidense. En los meses pasados, jueces de Texas, Oklahoma y Utah han declarado inconstitucionales las prohibiciones de matrimonios entre parejas del mismo sexo. Sin embargo, legislaturas en 14 estados están considerando medidas que establecerían la discriminación contra la población LGBT con la excusa de la “libertad religiosa”.

Una de estas leyes fue aprobada mayoritariamente por la Cámara de Representantes de Kansas y permite a los negocios privados, funcionarios públicos e incluso a la policía no prestar servicios a las personas debido a su orientación sexual. En Arizona, una ley similar fue aprobada por la legislatura, pero vetada por la gobernadora ante la presión de la opinión pública. Además, en 29 estados es legal despedir a alguien por ser gay o lesbiana. Esta clase de leyes marginan y degradan a las personas LGBT como ciudadanos de segunda clase y remontan a las leyes de segregación racial en el Sur de los Estados Unidos.

Los mismos grupos conservadores evangélicos que hacen activismo homofóbico en los Estados Unidos son también los que están involucrados en estas mismas prácticas alrededor del mundo. El pastor Scott Lively ha sido fundamental para la creación de la legislación antigay en Uganda. En 2009, Lively “denunció” la homosexualidad en Uganda y se reunió con parlamentarios en ese país. Un mes después, el Parlamento empezó a considerar la ley que incluía la pena de muerte en algunos casos de relaciones homosexuales. De hecho, el pasado 21 de febrero, en el club de prensa de Washington, este mismo pastor lanzó una iniciativa global homofóbica.

Colombia por su parte vive un nuevo debate sobre el matrimonio igualitario en la Corte Constitucional, en el que seguramente el procurador buscará legalizar la segregación de las familias del mismo sexo. Un debate judicial en medio de luchas por abrir espacios en la vida cotidiana, como la que se vivió la semana pasada en Bogotá con la discriminación de una pareja del mismo sexo que fue expulsada por los vigilantes del centro comercial Avenida Chile por el solo hecho de darse un beso. El mismo día que se conocía esta denuncia, la Alcaldía de Bogotá hacía pública la grave amenaza de las Águilas Negras contra estudiantes homosexuales de Kennedy, Bosa y Usme. El panfleto dice: “los que están torcidos los vamos a enderezar a punta de plomo y cuchillo… se acabaron estudiantes comunistas, homosexuales, ratas, viciosos y violadores”.

Uganda es la punta del iceberg de una segregación global en marcha. A veces la injusticia toma la forma de una ley, otras veces la forma de un golpe. El odio a veces se oculta tras la máscara de la “libertad religiosa” o de la hipocresía del asesino que huye sin dar razones. Esta segregación es impulsada por presidentes, políticos, líderes religiosos y fanáticos que juegan con los derechos de las personas LGBT como moneda de cambio electoral o como forma de ocultar su corrupción. Uganda puede ser el espejo del mundo: en ese país africano podemos ver lo que ocurre cuando el odio se convierte en política pública. Incluso se puede intuir cómo sería un país gobernado por el procurador Alejandro Ordóñez. No hay que ir hasta Uganda para saber cómo operan la segregación y la humillación contra las personas LGBT, basta que examinemos nuestros propios países para entender que lo que pasa en un país africano es una versión extrema de lo que intentan todos los días los apóstoles del odio en nuestras propias tierras.

* Estudiante de doctorado en ciencia política de la Universidad de Northwestern, becario Fulbright en Colombia.

** Abogado de Colombia Diversa.

Por Ari Shaw * y Mauricio Albarracín **

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