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Un día de compras en Venezuela

“El único pan de cada día en el país son las filas, la escasez y la rabia”, coinciden los venezolanos que le contaron a El Espectador cómo hacen para conseguir los productos de primera necesidad.

Redacción Internacional
04 de febrero de 2016 - 03:36 a. m.

Levantarse a las 3 de la mañana a hacer la fila para poder comprar la canasta básica se convirtió en una costumbre en Venezuela. “Es que si no lo haces te mueres de hambre”, dice Fenela Kasapis desde Isla Margarita.

“No tenemos muchos productos de la cesta básica y el transporte hacia la isla es una lucha de varias noches, pues no te dejan montar un camión con alimentos al ferry”, relata. “No tenemos leche, pañales, aceite, mantequilla, huevos, papel higiénico, crema dental, pasta, arroz, mayonesa y una larga lista, y la carne tiene precios muy elevados. Las colas son interminables cuando se rumora que va a llegar algún producto. Esto solo ha servido para convertir en un negocio redondo la reventa a precios que superan el 2.000 % del valor real”, agrega.

Son muchos los testimonios de venezolanos que llegaron a este diario contando el calvario que viven a diario para poder comprar los productos de primera necesidad. Ellos critican el papel del gobierno frente a la escasez y citan frases como la del funcionario chavista que culpó a la costumbre, sana según ondontólogos, “de cepillarse tres veces al día” como la responsable de la escasez de crema dental.

El manejo de la situación por parte del gobierno de Nicolás Maduro ha sido desafortunada. Ante la escasez, los elevados precios y las filas, la solución del gobierno fue crear el Ministerio de Agricultura urbana, según explicó, para descubrir la vocación agrícola de los centros más poblados. “Cilia (Flores, su esposa) y yo tenemos 50 gallinas en nuestra casa. Es hora desarrollar una nueva cultura productiva”, añadió.

La ministra del nuevo ministerio se llama Emma Ortega y ya les propuso a los venezolanos, “buscar un balconcito, una botella vieja, una latica para hacer la siembra”. Sugirió probar inicialmente con un cebollín. Desde 2002, Hugo Chávez proponía redescubrir la vocación agrícola de las zonas urbanas.

Emergencia alimentaria

La propuesta la hizo la bancada opositora, con mayoría en el Parlamento venezolano. Hoy se discutirá en el pleno de la Asamblea Nacional y se aprobará, de acuerdo con el diputado de Primero Justicia, Julio Borges, la emergencia alimentaria. “El 4 de febrero vamos a dar una discusión para declarar el tema alimentario como un tema de emergencia nacional, con medidas concretas para el Ejecutivo y para que el país entero conozca la gravedad del tema alimentario”, indicó el legislador opositor. Según Borges, el gobierno de Nicolás Maduro intenta ignorar la situación que vive la población: “Pareciera que la crisis no es con ellos, pese a que el país entero está esperando soluciones”. La oposición dejó sin efecto la emergencia económica decretada por Maduro debido a que los ministros no se presentaron a justificar la medida. 
 
Andrea Espinoza. Guatire (Miranda)
 
“Encontrar algo es un infierno”
 
Nuestra situación parece sacada de una novela de ficción-terror. Voy a enumerar un poco las situaciones
 1- Alimentos: Encontrarlos en nuestros país, principalmente productos de aseo básico, es prácticamente imposible. Las colas en los establecimientos o supermercados comienzan a las 3 de la mañana, sin saber qué producto se puede comprar. Existe actualmente un régimen de captahuellas, implementado por el gobierno nacional, mediante el cual sólo puedes adquirir un producto de la cesta básica un día a la semana, éste día debe corresponder con el último número de la cédula de identidad. Si esto sólo fuera para los productos regulados (ilógicamente) por ellos, y que uno pudiera acceder a los demás productos sin limitante, nuestra situación no sería tan grave. El problema es que comida y productos de aseo básico no hay. A ningún precio. La canasta básica se ubica en 140.000 y el salario mínimo en 9.000. Se deben ganar 16,11 salarios mínimos para cubrir las necesidades básicas de un individuo. Encontrar un champú, un desodorante, unas toallas sanitarias o crema dental es un infierno. Y las declaraciones de nuestros ministros son que “la escasez de crema dental es porque nos cepillamos tres veces al día...”. Sin palabras.
 
2. Medicinas: nos acabamos de declarar en emergencia en el sector salud. La escasez de medicamentos es superior al 90 %, nuestros ciudadanos mueren cada día por no encontrar los remedios. En mi caso particular tengo un familiar con párkinson y su medicamento no se encuentra desde hace más de ocho meses. Creo que esta situación es de las más duras. Ver las protestas de los enfermos de cáncer, de los niños con cáncer suplicando acceso a los medicamentos, es devastador. Aquí hay que pedirle a Dios que no te dé ni un dolor de cabeza, porque ni siquiera acetaminofén hay.
Inseguridad: sólo puedo decir que estamos en vía de extinción, pronto nos recordarán como una gente chévere. Si seguimos como vamos, no quedará nadie en este país. La impunidad se ha adueñado de nuestra sociedad, vivimos en un toque de queda constante y ni siquiera de esta manera se salva la gente. En cualquier lugar puedes ser presa del hampa, el cual puede matar sin parpadear en cuestión de segundos. Ellos son nuestros verdugos, nuestro Dios, por ende nuestras vidas dependen de su decisión. 
 
María Yaiveht Moreno. El Amparo (Apure)
 
“Nos tocó racionar los biberones”
 
Soy una venezolana “de a pie”. Trabajo como secretaria en una institución educativa, aunque soy licenciada en Contaduría Pública.
¿Cómo vivimos aquí? Pues, medicinas no hay, artículos de limpieza no hay y comida, la verdad muy poca. Las cosas más esenciales ya no existen, ahora en Venezuela rogamos no enfermarnos porque eso puede implicar la muerte. Es tan duro ver que un país próspero como era este hoy está llegando a la extrema miseria.
 
Las colas son larguísimas para poder comprar una bolsa de artículos que solo alcanzan para una semana. Y en mi situación, que vivo en el lado venezolano de la frontera con Arauca (Colombia) es peor: nos racionan más las cosas con la excusa de que se la puedan “llevar para allá”. Venezuela hoy está en crisis humanitaria total, y los países deben enterarse de ello. La fila que hice el 23 de enero era terrible. Y la situación fue muy humillante, hubo golpes y maltratos para conseguir algo de comida. 
 
La escasez es terrible, estamos viviendo una crisis muy grave. Tengo una hija de un año de edad y desde hace cuatro meses no consigo leche. Qué triste ver cómo nos estamos muriendo lentamente y el gobierno solo sigue pensando en su psicosis contra Estados Unidos.
 
Mi historia es como la de muchos venezolanos. Tengo un abuelo de 84 años que sufre de convulsiones y tampoco se consigue el medicamento. Él debe tomar a diario una pastilla que se llama Gabitan. Ese medicamento no ha llegado a Venezuela desde hace ya casi un año. Mi sueldo mensual es de 12.000 bolívares y nos ha tocado comprarla hasta en 25.000 en Arauca (Colombia).
 
También sufrimos mucho por pañales, toallas sanitarias, desodorante, crema dental, jabón de baño, afeitadoras, leche de fórmula para los bebes. En mi casa hay tres niños pequeños (dos sobrinos y mi hija). Nos tocó racionarles el biberón. Lo toman una vez al día porque leche no hay y la que se consigue es muy cara.
 
Llegar a un hospital es peor que quedarse en la casa y curarse con matas y hierbas, ya que todos los hospitales de Venezuela están en crisis. Y qué difícil es ver cómo hay familias donde sólo pueden comer una vez al día porque no tienen el dinero suficiente para comprar su comida. Mi abuela, sobreviviente de cáncer, vive otro drama por cuenta de tantas restricciones y carencias.
 
Diana Oviedo. La Dolorita-Petare
 
“¿Mi opción? Comprar a los bachaqueros”
 
Soy apenas una de las tantas afectadas por esta situación. Haberme graduado en Licenciatura en Contaduría Pública en el año 2013 no implica que tenga un futuro megaasegurado en Venezuela. Tengo 28 años, no tengo hijos, ya compré una casa humilde con mi novio en una zona muy popular en Caracas: La Dolorita-Petare. Soy hija de inmigrantes, específicamente de colombianos que llegaron hace muchísimos años, mucho antes de que la Revolución y sus menesteres hicieran daño en este hermoso país. Mi papá llegó en el año 1981 y mi mamá en el año 86, tengo un hermano de 23 años.
 
Es triste ver cómo el país que les abrió las puertas a mis padres se derrumbó por un barranco sin fin. Aquí no se puede pensar en el futuro, sino en resolver el día a día. Llego a comprar a una zona que se llama Palo Verde a los abastos (supermercados del Gobierno) antes de 6 de la mañana y ya hay más de 100 personas en la cola a ver si logran conseguir algo. ¿Eso es vida?
 
Todos los días es el mismo panorama en los supermercados grandes de Caracas. Haces la fila automáticamente a ver qué venderán: harina de maíz, arroz, aceite, carne, pollo y la lista se puede hacer infinita, ya que hasta en las cadenas grandes de farmacia también se hace cola en busca de jabón en polvo, desodorante, pañales, champú y otras cosas de aseo.
 
En la zona donde vivo (La Dolorita-Petare) hay un pequeño supermercado. Todos los días puedes ver la inmensa cola. El desastre es que luego de esperar en la fila puede que no compres nada. Antes de que la situación llegara a estos extremos, yo hacía mi cola en varias zonas de Caracas, siempre compraba, no había captahuellas, no estaba esa normativa del número de cédula, era más fácil. Pero ahora eso es misión imposible, si trabajas no puedes dedicarte un día completo a hacer fila. Los lunes les venden a los números de cédula que terminen en 0 y 1, y los sábados, cuando me toca a mí, corresponde a los 0, 1, 2, 3 y 4. Los lunes nunca llega nada a los supermercados y los sábados tengo que “matarme” para medio comer.
 
¿Cuál ha sido mi opción? Comprar a los bachaqueros. Con ellos consigues de todo pero a un costo superalto. Te consiguen harina de maíz, arroz, aceite, pasta, todo lo que tú quieras. Aparte de que el sueldo no te alcanza, se te va en el mercado.
 
Es fuerte vivir así. Ni hablar de que si haces la cola, estás a merced de la delincuencia, que ya sabe que llevas platica para hacer la compra y te roban. Es triste, decepcionante, es deprimente. Cuando Chávez vivía, conseguías de todo, el supermercado estaba siempre surtido. Eso ya es historia.
 
¿Cuán profundo es el abismo? No lo sé, pero es triste todos los días pensar que verás el mismo panorama en cada rincón de la ciudad. Y eso que me faltó contar a nivel económico, salud, vivienda, cómo vivimos aquí.

Por Redacción Internacional

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