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Venezuela se apaga

Entre protestas, escasez de alimentos y apagones, los venezolanos se preparan para otra batalla electoral, con varios finales posibles.

Leo Felipe CamposCaracas
01 de mayo de 2016 - 02:00 a. m.

Afirma la lógica que la oscuridad no existe, que es solo ausencia de luz. Vaya y dígale eso a un venezolano para que le recuerde a su madre. Al país con la inflación más alta del planeta, una tasa de homicidios escandalosa y un dramático desabastecimiento de alimentos y medicinas, se añade otro problema que no es nuevo, que va y viene, como la lluvia, los recuerdos y la corrupción: los recortes del servicio eléctrico.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció que los viernes serán no laborables para los empleados públicos. El pasado martes, su vicepresidente, Aristóbulo Istúriz afirmó que esta medida se extenderá a miércoles y jueves. Lo hizo desde la central hidroeléctrica Simón Bolívar de Guri, en el estado Bolívar, la tercera más grande del mundo. Este aparato burocrático, que se estima entre 2,5 y 3 millones de empleados, solo trabajará lunes y martes. ¿La razón? Ahorrar electricidad. Palabras del Ejecutivo.

Semanas atrás, el ministro de Energía Eléctrica y presidente de Corpoelec, Luis Motta Domínguez, informó que el 63 % del consumo eléctrico en Venezuela es residencial, por eso anunció un nuevo recorte del servicio que llamó Plan de administración de cargas: cuatro horas diarias sin luz en todos los hogares por 40 días. Esos mismos hogares que recibirán a los trabajadores públicos de miércoles a domingo. El horario de la suspensión varía y puede haber otros recortes en el interior del país, donde el racionamiento es común desde hace siete años.

“Mi casa queda al sur de Mérida y mi oficina en el centro. Antes de la programación de los cortes podía ir de un lado a otro de la ciudad”, cuenta la cineasta Kaori Flores, quien recuerda que sin electricidad no hay internet, por lo que se ve obligada a mantener datos en sus teléfonos móviles. “Lo primero que hice fue organizarme para trabajar en casa cuando no tuviera electricidad en mi oficina. Son cuatro horas diarias de suspensión, pero el Estado anunció que podía haber cortes inesperados, que a mi parecer sí están programados, porque cada noche en mi zona hay uno de otras dos horas”.

Al otro lado del país, en Puerto Ordaz, cerca del complejo hidroeléctrico de Guri, la diseñadora Tatiana Morales denuncia que ese racionamiento lo padecen desde antes. “Hace un mes estuvimos trece horas sin luz”, dice, y advierte que esto también perjudica a los niños: “Esta situación nos afecta física y mentalmente. Es agotador. El jueves no llevé a mi hijo al colegio porque el corte era de 8 a.m. a 12 m. Los iban a sacar al patio durante toda la jornada. Además, sin luz no funcionan las bombas de agua”.

La culpa la tiene El Niño, repiten los funcionarios que desfilan por los medios oficiales, a pesar de que este fenómeno climático ocurrió en otros países de la región y no causó el mismo impacto en sus sistemas de energía.

La clave para entender por qué hay fallas constantes en el servicio está en el deterioro y la inoperatividad del parque de generación termoeléctrica, otra fuente de energía, afirma el ingeniero Miguel Lara, exgerente de la Oficina de Planificación del Sistema Interconectado (Opsi). “De acuerdo con los anuarios estadísticos del Ministerio de Energía Eléctrica, Venezuela debe tener unos 35.000 MW de capacidad de generación instalados en sus plantas”, sentencia.

Lara hace su cuenta: “Unos 16.800 MW corresponden a centrales hidroeléctricas y unos 18.400 MW a centrales termoeléctricas. Es decir, hay generación térmica —y ella no depende de El Niño— en un monto tal que con tener una operatividad del 85 % se podría cubrir la demanda del país. Allí radica el problema, ya que ese sistema de generación termoeléctrico, a lo sumo, dispone hoy de unos 6.500 MW en promedio, el 35 % de su capacidad”.

Otro dato crucial es la falta de sobrevuelos sobre el tendido eléctrico de alta tensión que nace en Guri por falta de repuestos para los helicópteros de Corpoelec. Son más de 30 mil kilómetros con poca inspección y eso aumenta el riesgo de apagones, según lo refleja un trabajo de investigación hecho por el portal venezolano Armando.info.

Como parte del plan para combatir esta crisis y “proteger al pueblo”, a partir de este 1° de mayo Venezuela volverá al huso horario que tuvo hasta 2007. Aquel año Hugo Chávez decidió retrasarse media hora en el tiempo para ahorrar electricidad. Ahora el presidente Maduro adelanta esa media hora por la misma razón.

Desde 2007 hasta hoy han desfilado por los despachos del Ministerio de Energía Eléctrica hasta cinco responsables. El anterior al actual era otro militar de la cúpula chavista, Jesse Chacón. Cuando asumió el cargo en 2013, prometió: “Si en cien días no logramos lo que estamos previendo, este señor que está aquí renuncia”. Duró más de dos años y afirma haber realizado una gestión estupenda, pero ahí está el país: parpadeando, intermitente.

Venezuela padeció una sequía intensa en 2003 que ocasionó que la cota del embalse de Guri bajara a 245 metros, un nivel crítico, similar al actual. Entonces no hubo suspensiones del servicio, porque las plantas termoeléctricas Tacoa y Centro funcionaban a su máxima capacidad. Sobre ello puntualiza el ingeniero Lara: “Tacoa y Planta Centro son las dos centrales térmicas más importantes, entre ellas suman unos 3.400 MW de capacidad instalada. Lamentablemente fueron abusadas. Los mantenimientos indicados por los fabricantes comenzaron a ser diferidos y las unidades a fallar. Posteriormente no eran recuperadas en su totalidad. La alta inoperatividad del parque termoeléctrico no es responsabilidad de ningún fenómeno climático, sino de un modelo de gestión estatista y politizado, de la burocracia excesiva, la desprofesionalización del sector y el despilfarro de los cuantiosos recursos asignados”.

Esta crisis llega mientras la oposición impulsa la recolección de firmas para lograr un referendo que pudiera revocar el mandato de Maduro, luego de un proceso que debe organizar el Consejo Nacional Electoral (CNE), una institución que no goza de confianza entre los líderes opositores y sus seguidores, quienes señalan ventajismos a favor del gobierno.

Entre protestas y apagones, Venezuela se prepara para otra batalla electoral que tiene varios finales posibles, dependiendo de cuándo se realice, como explica el sociólogo Héctor Briceño, coordinador en el Centro de Estudios para el Desarrollo (Cendes) de la Universidad Central de Venezuela: “Con este inicio de recolección de firmas, los plazos dan para convocar a un referendo la última quincena de noviembre, incluso si el CNE se toma la totalidad del tiempo que la normativa permite, pero puede retrasar el proceso, como ya hizo al incumplir los plazos de entrega de las planillas para recoger firmas”.

Si el referendo se realiza antes del próximo 9 de enero y Maduro pierde, el CNE deberá convocar a nuevas elecciones presidenciales. Si se posterga para después y Maduro pierde, el cargo lo asumirá el vicepresidente hasta el final del período, en 2019.

Briceño sostiene que los niveles de descontento en la población han aumentado con la crisis eléctrica, aunque las intenciones de voto casi no se han movido con respecto al último año. A pesar de eso, afirma, es un punto de partida para creer que en caso de efectuarse el revocatorio, los venezolanos le apagarían la luz a Maduro, por lo que el CNE hará lo posible porque esas elecciones sean después de enero de 2017.

De cara a un posible referendo puede ser crucial para Maduro el costo político de las medidas que tomó frente al colapso eléctrico. Hay un refrán que dice: el último en irse que apague la luz. Por ahora, la mano en el interruptor frente al mandato presidencial la tiene la oposición, pero quien decide si hay electricidad sigue siendo el Estado, en este caso, por ser Venezuela, el propio Ejecutivo.

Por Leo Felipe CamposCaracas

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