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El misterio de los lefebvristas

Aludidos por un testigo del caso Gómez Hurtado, varios miembros de esta sociedad tienen participación en el Estado. Salieron a relucir en el expediente como partidarios de sacar a Samper de la Presidencia.

Norbey Quevedo H.
20 de febrero de 2010 - 09:00 p. m.

La pregunta distinta que quedó por escarbar en el accidentado pero revelador expediente del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado no demerita a la justicia del presente ni desconfía de nadie. Después de recorrer muchos folios signados por mensajes anónimos, órdenes de interceptación telefónica a encumbrados generales de la cúpula militar o testigos secretos que dijeron muchas cosas que dos jueces y varios magistrados descalificaron, quedan muchas pesquisas por hacer —incluida la de Rasguño y cuantos más quieran seguir aportando al esclarecimiento del magnicidio—, y un interrogante por simple curiosidad: ¿y qué son “los activos militantes de la ortodoxia de monseñor Lefebvre”?

Hace 12 años, el que los citó fue el declarante Hugo Mantilla Correa el 5 de junio de 1998, a pocos días de marchar al exilio en Suiza por amenazas contra su vida. Ese día volvió a arremeter contra el general Camilo Zúñiga Chaparro, y hasta sugirió que la Fiscalía lo instara a responder si la orden del asesinato había partido del presidente Samper. Al ser confrontado como supuesto ideario del golpe, lo atribuyó a los rumores de siempre, como alguna vez que el periódico Vanguardia Liberal de Bucaramanga lo había acusado de meterle candela a la biblioteca Gabriel Turbay. Cada frase de su declaración fue descarnada y terminó hablando de un grupo de lefebvrianos cuyo carácter definió como con “claro acento de ideología de derecha”.

Cuando se habla de monseñor Lefebvre se alude al arzobispo católico francés Marcel-François Lefebvre, un religioso con larga experiencia como misionero en África que, en oposición a las directrices del Concilio Vaticano II, que modernizó ciertas costumbres de la Iglesia, constituyó en 1971 la fraternidad sacerdotal San Pío X para defender la disciplina tradicional. Aunque falleció en Suiza en 1991, su doctrina ha sido fuente de conflicto con la jerarquía eclesiástica, al punto de que el papa Juan Pablo II, de manera póstuma pero pública, ex comulgó al arzobispo francés y cuatro de sus seguidores en 1998. En enero de 2009, el papa Benedicto XVI levantó la excomunión, pero las divergencias persisten.

En esencia, los seguidores de monseñor Lefebvre, que se congregan alrededor de la Fraternidad de San Pío X y que hoy constituyen más de 150.000 fieles con 500 lugares de culto, cuatro monasterios y una universidad en 50 países, conservan la liturgia de la misa en latín anterior al Concilio Vaticano II y, como parte de su rechazo a todo signo aperturista y renovador en la Iglesia católica, consideran que el ecumenismo es un error grave y que en defensa de la tradición es necesario rechazar “el veneno modernista”. De este talante fueron los comentarios de monseñor Lefebvre en vida: “No se puede dialogar con los masones o con los comunistas, no se dialoga con el diablo”, declaró en agosto de 1976 durante una eucaristía en Lille (Francia).

Ese mismo 1976, el arzobispo francés concretó la acción que 22 años después le mereció el señalamiento del papa Juan Pablo II de “desobediencia y acto cismático por imperfecta y contradictoria noción de la Tradición”: la ordenación de sacerdotes y obispos. Con el tiempo, cuatro de ellos habrían de convertirse en guardianes de su legado: los sacerdotes Alfonso de Galarreta (hispano-argentino), Bernard Fellay (suizo), Richard Williamson (inglés) y Bernard Tissier de Mallerais (francés). En América Latina el principal centro de difusión de la doctrina lefebvrista ha sido el Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora en La Reja (Argentina), país en el que también hay varios prioratos.

En los últimos lustros, un significativo número de lefebvristas colombianos ha viajado a reafirmar su fe y complementar su conocimiento en estos centros religiosos de Argentina. De hecho, hasta el pasado mes de abril de 2009, uno de los priores en Córdoba era el sacerdote colombiano, oriundo de Barranquilla, Basilio Méramo Chaljub. Sin embargo, “en mano propia”, como lo admitió el propio Méramo, fue expulsado de la fraternidad sacerdotal San Pío X por monseñor Bernard Fellay. El Jueves Santo del 9 de abril de 2009, firmando como presbítero de Orizaba, Basilio Méramo se despachó con una durísima carta de respuesta y protesta a monseñor Fellay a raíz de su expulsión.

Como el padre Méramo tiene la página web www.meramo.net, se puede leer el texto de su diatriba, así como otros documentos de la misma vehemencia, donde entre otros aspectos ha expuesto: “El liberalismo es una herejía, y está considerado como el error más grave y más nocivo de los tiempos modernos (...) está condenado por la Iglesia y es un pecado contra la fe”. Es claro que Méramo se refiere al liberalismo religioso y precisamente de esa misma esencia es su último comentario, fechado el pasado 2 de febrero, en donde al hablar de la incongruencia teológica de hoy concluye con una admonición: “Que la Santísima Inmaculada Madre de Dios, la bienaventurada Virgen María, aplaste esta nueva herejía que hoy se insinúa por doquier”.

¿Quién es el controvertido padre Basilio Méramo Chaljub? Más allá de sus escritos con sugestivos títulos como “La Religión Adulterada”, “La Sodomización de la Iglesia” o “Juan Pablo II, un Papa deseado por la Sinarquía”, la única referencia encontrada por El Espectador sobre su condición civil remite a una certificación expedida por la Oficina de Personas Jurídicas de la Alcaldía Mayor de Bogotá, donde se registró como representante legal suplente de la Asociación Colombiana La Tradición, una organización sin ánimo de lucro autorizada en septiembre de 2000, que quedó determinada a que, ante una eventual disolución, el remanente de los bienes pasará a ser propiedad de la Sociedad Tradicionalista Colombiana de Bucaramanga.

En cuanto a esta última Sociedad, en la Oficina Jurídica de la Gobernación de Santander, con fecha 28 de enero de 1982, reposa la resolución N° 013 que certifica la concesión de personería jurídica a la Sociedad Tradicionalista Colombiana con sede en Bucaramanga, y que en ese entonces acreditó como presidente de la junta directiva a Alejandro Ordóñez Maldonado y como vicepresidente a Rubén Darío Escobar Cardona. El primero es el actual Procurador y el segundo, referido por el testigo Hugo Mantilla como asesor militar, ha sido docente en Bucaramanga y en 2006 publicó un ensayo denunciando al Gobierno como responsable de genocidio al permitir el uso del lenovorgestrel, principio activo de la píldora del día después.

En el documento más actualizado sobre los actuales dignatarios de la Asociación Colombiana La Tradición en Bogotá se lee que son: el presidente Luis Alfonso Pinzón, el secretario Rafael E. Quintero Milanés, el presidente suplente Basilio Méramo Chaljub y el secretario suplente Carlos E. Vera Venegas. Del primero no se encontraron mayores datos. Del padre Méramo ya se habló. En cuanto a los dos miembros restantes, de Rafael Quintero Milanés se sabe que es el actual procurador delegado para la Sala Disciplinaria, y de Carlos Eduardo Vera Venegas se conoce que se desempeña como procurador delegado de Asuntos Constitucionales y Legales, dos dependencias clave del Ministerio Público.

De la misma época data una escritura de la Notaría 26 de Bogotá, a través de la cual la Asociación Colombiana La Tradición adquirió un inmueble en la carrera 18 con calle 35 en Bogotá, sector de Teusaquillo. El Espectador acudió al lugar y constató que allí existe una pequeña iglesia de dos cruces, fachada blanca y portón en arco construido en madera. En reciente edición del periódico Plaza Capital de la Universidad Del Rosario se lee que se llama la Capilla de los Sagrados Corazones de Jesús y María, que la misa se hace en latín con el sacerdote de espalda a los fieles y las mujeres llevan cubierta la cabeza. Es el templo al que en su fuero interno acude el procurador Alejandro Ordóñez Maldonado.

Del grupo de lefebvristas que identificó el ex asesor de las Fuerzas Militares Hugo Mantilla hace 12 años, no como presuntos partícipes en el complot contra Álvaro Gómez Hurtado, sino en respuesta a las inquietudes de la Fiscalía de la época, El Espectador sólo pudo contactar a Fernando Vargas Quemba, vocero principal del Comité Nacional de Víctimas de la Guerrilla. Además de ratificar su condición de lefebvrista y de reafirmarse en su “total convicción política de derecha”, arremetió contra la gestión de Alfonso Gómez Méndez en la Fiscalía, por cuya causa dice que fue víctima de seguimientos ilegales y posiblemente de los atentados que sufrieron los miembros del Comité en esa época.

Vargas además envió una misiva, de cuyos extractos se puede resaltar que ha sido “víctima del comunismo y sus lacayos estrato seis enquistados en espacios políticos, académicos y de opinión”; que siempre ha creído que “una democracia no puede tener a un partido como el Comunista que, con su brazo armado, ha derramado injustamente la sangre inocente de millones de colombianos”; que esa era la propuesta de Morena, de “plena validez”, aclarando que en su momento era un derecho político conforme a la ley; y que el asesinato de Gómez Hurtado, como lo expresó la testigo Mary Luz Cuadros, fue ordenado por el presidente Ernesto Samper, como espera demostrarlo en un libro próximo a salir al mercado.

Esta semana, a raíz de varias publicaciones, el procurador Alejandro Ordóñez señaló públicamente que “ni los editoriales ni las gavillas mediáticas” le van a dictar cómo actuar en uno u otro sentido. Y agregó: “Conmigo se equivocan determinados personajes que hace 15 años andaban saltando y brincando por los meandros de la inteligencia y que hacían seguimientos a personas que después resultaron asesinadas”. ¿A quiénes quiso referirse Ordóñez? Lo cierto es que el Procurador está en su derecho y deber de ayudar al esclarecimiento de los magnicidios, y al periodismo le caben las mismas prerrogativas para idénticos fines. Desde hace 15 años, uno y otros quieren saber quiénes asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado.

Por Norbey Quevedo H.

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