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Diario de un ‘hacker’ uribista

Las experiencias de un asesor en manejo de redes sociales y portales que presta sus servicios a políticos, instituciones, empresarios y reconocidos artistas.

Norbey Quevedo Hernández
29 de junio de 2014 - 02:22 a. m.
Diario de un ‘hacker’ uribista

En julio de 2011, el expresidente Álvaro Uribe denunció que su cuenta en la red social Twitter había sido hackeada. “@ayuda, mi cuenta fue penetrada por criminales por favor para recuperarla”, trinó el exmandatario. De inmediato, el entorno cibernético se revolucionó. No era para menos, con más de medio millón de seguidores para ese momento, el hoy senador electo veía en su teléfono móvil celular y en su computador cómo alguien registraba mensajes que no correspondían a la realidad de manera casi simultánea a los que él escribía en su Twitter.

Aparecieron entonces decenas de cibernautas y el asunto fue objeto de burlas en la red entre sus opositores y de preocupación entre sus seguidores. El hecho inicialmente se le atribuyó a la llamada ‘Operación Independencia’, del colectivo ciberactivista Anonymous. Sin embargo, en medio del escándalo, apareció un personaje acostumbrado a monitorear de manera permanente las redes sociales. Se trata del ingeniero electrónico Carlos Escobar.

Una especie de búho cibernético que advirtió todo lo que estaba pasando en la red. Por eso, sin dudarlo, Escobar buscó a un amigo cercano al expresidente Uribe y le envió una razón: “Dígale al presidente que yo le arreglo el problema en un segundo, sólo necesito que me entregue la clave de Twitter”. En efecto, se contactó al mandatario y entregó la clave. A los pocos minutos Carlos Escobar relató que entró a la cuenta de Uribe, cambió su clave, borró los trinos indeseables que incorporó el hacker, y “desde entonces el Presidente quedó feliz conmigo, me dijo que era el mejor para recuperar cuentas hackeadas, por eso cogí fama en el círculo de los uribistas”.

Pasaron casi tres años y Carlos Escobar siguió haciendo su trabajo de manera casi inadvertida. Su relación con el mundo de la política, la farándula y el empresariado se consolidó y empezó a dinamizar en sus clientes la idea de que prestaba servicios para garantizar la seguridad informática. No obstante, para muchos simplemente es un hacker.

Pero a inicios del pasado mes de mayo, y en pleno hervor de la campaña presidencial, empezaron a evidenciarse oscuras actividades de un mundo poco conocido. Allí aparecieron los nombres de Andrés Sepúlveda, hoy en prisión por ‘chuzar’ a negociadores del proceso de paz, entre otras gestiones y sus presuntos compinches: el español Rafael Revert y el ecuatoriano Daniel Bajaña. Y como no, tras ellos, empezó a sonar un nombre hasta ahora poco conocido, Carlos Escobar.

De una familia oriunda de Pereira, en los años 80 se dedicó a actividades agrícolas y ganaderas en una finca en Doradal (Antioquia), hasta que en 1983 guerrilleros de las Farc secuestraron al patriarca de la familia, su padre Carlos Escobar. Pagaron el rescate y fue liberado a los seis meses. Intimidados migraron a Estados Unidos y cinco años después retornaron a Colombia. Allí, en Miami, Escobar ratificó su pasión por la tecnología cacharreando con robots de juguete y programas de computador.

A comienzos de los noventa, y con el grado de ingeniero electrónico de la Universidad Bolivariana, Carlos Escobar creó su primer negocio. Un servicio alterno de mensajes por bíper en Medellín, en donde enviaba todo tipo de comunicaciones y recibía a cambio un pago. En 1994, y a sus escasos 21 años, regresó a Estados Unidos. En Spartanburg (Carolina del Sur) consiguió emplearse en la planta de la ensambladora de automóviles BMW. Allí se volvió experto en el manejo del sistema AS/400, especial para grandes empresas.

Escobar tomó confianza y se trasladó a Charlotte (Carolina del Norte). En 1999 creó dos compañías: una para construcción de piscinas y otra para prestar servicios de seguridad informática. “Lo mío no es el hackeo, insiste, yo prestó un servicio para evitar la vulnerabilidad de las empresas”. En el negocio tecnológico se asoció con un ruso, un cubano y otro colombiano. Identificaban las plataformas de las empresas, ingresaban a ellas, les mostraban sus debilidades informáticas y luego le vendían “el parche” o solución al problema, como le llamaban sus socios.

En la búsqueda de clientes, los aventureros informáticos, encontraron el Bank of America, el segundo mayor holding bancario en Estados Unidos. Allí detectaron debilidades tecnológicas y accedieron a información financiera de miles de clientes, sin advertir que dicho acceso es delito federal. Para ese momento no tuvieron inconvenientes legales y la sociedad se disolvió.

Escobar emprendió otro viaje. En agosto de 2005, el huracán ‘Katrina’ destruyó Nueva Orleans. Como tenía una empresa constructora obtuvo un contrato para arreglar techos de las casas destruidas. Ganó un dinero importante y de allí se trasladó a Tampa y creó otra compañia dedicada a la construcción. Todo marchaba sobre ruedas, hasta que aparecieron dos agentes del Servicio Secreto de Estados Unidos, quienes le informaron a Escobar que quedaba recluido en prisión por defraudar al Bank of America y acceder ilegalmente a la información de 115 millones de tarjetas de crédito.

Escobar permaneció en prisión 18 meses. Su antiguo socio, el cubano Alberto González, utilizó la información del banco, cometió fraude, se convirtió en testigo federal y los entregó. La justicia determinó que Escobar no cometió fraude, pero violó la seguridad de Estados Unidos y éste se declaró culpable. En la cárcel conoció a otros expertos informáticos condenados por fraudes a la Nasa, Google o Yahoo, y luego de salir de prisión en 2007 se asoció con uno de ellos, un hindú, en la empresa Maverick.

Deportado, en Colombia reactivo su negocio. Vendió soluciones de redes en Venezuela, Buenos Aires y Medellín. En 2009, luego de vivir en Caracas, Escobar se casó y se metió en el negocio de las redes sociales y los portales para empresas, campañas y personajes públicos. Su actividad consiste, inicialmente y de forma gratuita, en optimizar la información en buscadores, manejar cuentas de Twitter y Facebook, crear tendencias de personajes o empresas y hasta atacar en internet a personas si es necesario. A través de las redes consigue contratos para los famosos y acuerdan una comisión por el servicio.

Desde entonces por sus manos han pasado negocios con los ministerios de Defensa y Educación. Algunas Alcaldías y Gobernaciones. Políticos en busca de reivindicación social, como el senador Juan Manuel Corzo. Además la excandidata Gina Parody, el senador Camilo Romero, la actriz Alejandra Azcárate, la modelo Carolina Cruz y la pareja de la presentadora Jessica Cediel y su novio, el cantante Pipe Bueno. Lo propio hizo con la filántropa Catalina Escobar. También, en varias campañas, Escobar realizó alianzas con el polémico asesor J. J. Rendón.

En 2013, recuerda Carlos Escobar que el mismo expresidente Uribe lo recomendó con Francisco Santos para que le manejara las redes sociales y la página web de su campaña. “Obviamente mi trabajo era acabar con Óscar Iván en redes y lograr que hablaran mal de él. A todo lo malo de él, lo magnificábamos, lo mostrábamos, le dábamos más visibilidad”.

A finales de 2013, pocos días después de que Óscar Iván Zuluaga ganara la convención a la Presidencia por el Centro Democrático, apareció en la oficina de Escobar Luis Sepúlveda, hermano del hacker detenido Andrés Sepúlveda, quien le propuso a Escobar trabajar en la campaña de Óscar Iván Zuluaga.

Acordaron hacer la propuesta, pero el día que la fueron a presentar David Zuluaga, hijo del candidato, le envió el mensaje a través de Lina Luna, esposa del hacker Sepúlveda, que nada tenía que hacer en esa campaña. Sin embargo, cuenta Escobar que después de las elecciones legislativas de marzo, el expresidente Uribe lo visitó en su oficina y le pidió que lo acompañara a la sede del candidato Óscar Iván Zuluaga. Allí encontró trabajando a los hermanos Sepúlveda.

Carlos Escobar reconoce que ha hecho ataques en redes sociales a diversas personalidades. Los periodistas Daniel Coronell y Vicky Dávila. El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. El senador Armando Benedetti. El excandidato Óscar Iván Zuluaga y J. J. Rendón han recibido sus masivos dardos virtuales. “Mi filosofía es que yo no tengo rabo de paja, por eso no me da miedo decir las cosas”, reitera Escobar.

Hoy no la pasa bien. Empieza a ser mencionado ante la justicia por hackers. Tiene cinco hijas. La de 21 años está destrozada por la situación de su padre. La de 18 intentó suicidarse en Estados Unidos por la misma causa. Su progenitor sufrió un infarto recientemente. Y su suegra falleció hace pocas semanas. Pese a ello se mantiene firme en la lucha. Muestra un paz y salvo de la Fiscalía. También mantiene intacta su admiración por el ahora senador Álvaro Uribe.

 Dos experiencias de conocidos

Uno de los trabajadores de la empresa de Carlos Escobar le contó a El Espectador que estuvo pocos meses en la compañía al considerar que el ingeniero hacía peticiones que resultaban inadmisibles para cualquier empleado. Explicó que Escobar los obligaba a crear diariamente 50 cuentas falsas en Twitter para, según las necesidades de los clientes, efectuar ataques virtuales a quien él determinara. El exfuncionario indicó que cuando alguien lo enfrentaba siempre lo amenazaba con destruirlo a través de las redes sociales. Uno de los trabajos más recientes fue para el senador electo Jimmy Chamorro, y aunque éste sí canceló sus honorarios, Escobar fue denunciado por no pagar sus obligaciones a subcontratistas en ese negocio.

El primero que lo mencionó en la Fiscalía

En una de sus últimas declaraciones ante la justicia, el ecuatoriano Daniel Bajaña denunció que la campaña del entonces precandidato presidencial Francisco Santos había contratado un hacker con el propósito de prevenir cualquier ataque informático a su campaña. Se refería a Carlos Escobar. Sin embargo, esta semana se conoció que los correos de Santos sí fueron interceptados por terceros, y de hecho se divulgaron varias comunicaciones del exvicepresidente. Según Bajaña, Andrés Sepúlveda conocía las actividades de Carlos Escobar y por eso dio la orden de contrarrestarlo en las redes.
Un miembro de la campaña de Francisco Santos señaló que el paso de Escobar en ese movimiento político fue fugaz, porque se detectó que su propuesta en redes sociales estaba fundamentada en cuentas de Twitter falsas. Al respecto Escobar señaló: “Uno crea esas cuentas para generar retuits, eso hace tendencia y es parte del negocio”

Norbey Quevedo Hernández

nquevedo@elespectador.com

Por Norbey Quevedo Hernández

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