El narco que sedujo a agente federal

Esta semana cayó en el país un narcotraficante colombiano que compró los servicios de un agente federal de Estados Unidos. Historia en medio de sobornos y chicas prepago en fiesta en lujoso hotel de Bogotá. Tres acusados responden por seis cargos.

Norbey Quevedo Hernández - nquevedo@elespectador.com
01 de octubre de 2017 - 03:42 a. m.
Foto: Pixabay.
Foto: Pixabay.

Pocos personajes del mundo del narcotráfico tan complejos y particulares como José Bayron Piedrahíta Ceballos. Con probados nexos por parte de la justicia de Estados Unidos con cuatro carteles de la droga en Colombia. Mimetizado como empresario, en negocios de ganadería e inmobiliarios en el país y el exterior. Ahora está relacionado por negocios con el detenido exsenador Otto Bula, uno de los cerebros de la operación de pagos ilegales en Odebrecht. (Puede ver: El narco que sedujo a un agente federal con mujeres)

Hoy, Piedrahíta Ceballos de nuevo es notorio porque el viernes fue capturado y pedido en extradición y porque se evidenció uno de sus modus operandi para torcer a la justicia de Estados Unidos. En concreto, a Christopher Ciccione, un agente especial de la justicia que lo investigaba. Con citas en lujosos hoteles de Bogotá, fiestas, alcohol y mujeres, el funcionario judicial americano sucumbió y, según la acusación en su contra, utilizó su posición oficial para influir en los funcionarios dentro del Departamento de Estado en favor de Piedrahíta.

Ciccione era un agente especial del Homeland Security Investigations (HSI), una subagencia adscrita al Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, (DHS), que tiene detectives responsables de investigar los delitos relacionados con inmigración, narcotráfico o financieros, entre otros. Con sede en Miami, el agente llegó en 2001 con amplio acceso confidencial a todas las instancias federales de justicia.

Luego de varias misiones exitosas, a Ciccione le fue asignada una en particular, que lo cambiaría para siempre. Investigar a José Bayron Piedrahíta Ceballos, a quien la justicia de Estados Unidos le venía siguiendo la pista años atrás. De hecho, el 20 de junio de 1996 fue acusado de participar en el cartel de Cali y era fugitivo, por indagaciones que se iniciaron desde 1991.

Con múltiples viajes a Colombia y contactos con fuentes del mundo de la mafia, Ciccione mordió la carnada. Juan Carlos Velasco, amigo de Piedrahíta, se ganó la confianza del agente federal, le entregó información errada y la amistad se hizo más íntima. Vendría entonces el canje. Recibimientos, encuentros sociales y sexuales, y sobornos a cambio de ayuda ante las autoridades de Estados Unidos por parte del agente Ciccione.

La investigación dio cuenta de que existían 141 pistas de investigación para probar que efectivamente José Bayron Piedrahíta Ceballos tenía nexos con el narcotráfico. Pero poco a poco el funcionario federal hábilmente las fue desestimando y convenciendo a sus superiores de que no había cómo vincularlo.

Entre 2010 y 2011 Ciccione enviaba todo tipo de informaciones desechando pruebas. Interceptaciones legales, correos electrónicos y documentos recopilados mediante operaciones conjuntas entre la Fiscalía en Colombia y la DEA demostraron que trabajaba para favorecer a Piedrahíta. Falsificaba los registros oficiales, mentía a sus supervisores, lo propio hacía con la Oficina del Fiscal de Estados Unidos.

Algunos de los reportes de Ciccione, enviados a los diversos organismos de justicia, decían: “La cooperación de Piedrahíta no tenía ningún valor real”, “era un exsospechoso de una investigación cerrada”, “Ciccione iba a ser transferido, pero quería ayudar a Piedrahíta con su estatus y estaba temeroso porque había demasiadas ranas”, “nunca se identificó positivamente y las órdenes de detención no se emitieron”, “no se encontraron registros de actividades criminales en base de datos de Piedrahíta”, “no lo pude identificar a él y a otros para obtener las órdenes de arresto”. Incluso con ello el juez William Hoeveler desestimó los cargos contra 18 acusados, entre ellos Piedrahíta. Hasta les ayudó a tramitar visas y otros documentos.

En contraprestación el agente estadounidense recibió beneficios. Entre otros, le fue enviado un catálogo de prepagos. Llegó a Colombia y durante cuatro días se alojó con mujeres en el prestigioso Hotel Marriot de Bogotá. Hubo invitados, alcohol y cena. Asistieron un coronel, un cantante pop y otras mujeres. También le depositaron un soborno de US$17.700 en efectivo. Con ello, el agente compró parte de un Jeep en Estados Unidos, alquiló un camión y hasta pagó tarjetas de crédito.

Pero la fiesta se acabó. Las investigaciones avanzaron y esta semana cayeron los tres: el agente Ciccione, el presunto narcotraficante José Bayron Piedrahíta y el intermediario, Juan Carlos Velasco. La justicia los acusó de seis cargos.

Es la historia de un reputado agente que maltrató y se aprovechó de mujeres (como tantos que permanecen en el anonimato) y de sus nexos con los narcos, que siguen usando el poder corrupto para comprar lo que se les atraviese. Hasta la justicia.

La más reciente operación contra Piedrahíta

José Bayron Piedrahíta estuvo en el Ejército y en 1983 llegó hasta el grado de subteniente. Fue director de un colegio militar. Después ejerció la actividad ferretera en Medellín. Se mudó al Valle del Cauca para continuar con la ganadería. Luego a sembrar café y retornó al Bajo Cauca a retomar el levante de reses. Extendió sus negocios a Panamá y Argentina. Fue incluido en la lista Clinton. Sus bienes entraron en extinción de dominio, que revocó un juez en abril.

El ganadero ha tenido nexos con los hermanos Ochoa, del cartel extinto de Medellín. Posteriormente, apareció vinculado al cartel de Cali. Luego habría tenido negocios con el cartel del norte del Valle y en años recientes con la Oficina de Envigado. A ello se suma que le vendió ganado y una hacienda a una sociedad familiar del detenido exsenador Otto Bula.

Piedrahíta fue capturado el viernes en Caucasia, está pedido en extradición. Según la DEA, lavó dineros en Argentina con el inversionista Mateo Corvo, quien fue a prisión con otras cinco personas en ese país.

Por Norbey Quevedo Hernández - nquevedo@elespectador.com

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