La carta que, por temor a represalias, no firmaron las Superpoderosas

Las futbolistas apoyaban el reclamo de su compañera Daniela Montoya de que la FCF no les pagó el premio que les prometió en el Mundial de Canadá 2015, pero no fue radicado por miedo a no volver a ser convocadas. Expertos dicen que este antecedente devela las dificultades de criticar a la dirigencia masculina del fútbol femenino, pues se castiga a quien habla.

Pilar Cuartas Rodríguez
03 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.
La carta que, por temor a represalias, no firmaron las Superpoderosas

Los titulares de prensa deportiva a mediados de 2015 ovacionaron la actuación de la selección Colombia de mujeres en el Mundial de Canadá. Su participación fue calificada de “histórica”, reforzó el sobrenombre de “Superpoderosas” y puso al fútbol femenino en boca de quienes incluso no habían advertido su importancia. Por primera vez, Colombia clasificó a octavos de final en un mundial femenino y se convirtió, junto a Brasil, en el único país suramericano en disputar esa ronda. Una de las jugadoras que se llevó buena parte de los elogios fue Daniela Montoya, mediocampista que logró el empate en el primer partido contra México y fue candidata al mejor gol del certamen. (Lea aquí: El “basta ya” de las futbolistas colombianas)

Una vez el equipo regresó de Canadá, la jugadora Daniela Montoya asumió la vocería de sus compañeras y, en septiembre de 2015, expresó en diversos medios de comunicación que la FCF no les había girado la suma prometida. La jugadora paisa fue la primera futbolista del país en hablar públicamente de sus reparos contra el sistema del balompié femenino, pero se quedó sola ante los micrófonos, pese a que sus colegas la apoyaban en silencio. Este diario conoció la carta que en ese momento surgió dentro de la selección colombiana de fútbol femenino en 2015, pero que finalmente no fue firmada por temor a las represalias que enfrentarían por hacer pública su inconformidad.

El documento iba a ser entregado el 5 de octubre de 2015 y estaba dirigido a Luis Bedoya Giraldo, entonces presidente de la FCF. “Como usted bien sabe, bajo la condición de futbolistas aficionadas, el proceso de formación, entrenamiento y preparación hemos tenido que asumirlo con nuestros recursos para alcanzar un nivel competitivo, que nos permita llegar a ser parte de un seleccionado nacional. Hemos demostrado en el campeonato Suramericano, Copa Mundial, Juegos Panamericanos y en distintas competiciones donde hemos representado al país, que hemos superado ampliamente las expectativas que se tenían sobre nuestro rendimiento (…) el proceso para alcanzar este objetivo ha sido largo y dispendioso y para continuar (…) necesitamos que se mejoren algunas condiciones”. (Lea aquí: “Siempre habrá selección de mayores femenina”: Ramón Jesurún)

“Por unanimidad, el grupo considera indispensable que se mejoren los viáticos diarios (…) Muchas de nosotras somos empleadas y para poder adelantar nuestra preparación tenemos que pagar reemplazos con nuestros recursos para no perder nuestros puestos de trabajo, pagos que no se compensan con los viáticos que recibimos”, agregaron en ese documento las futbolistas. Sobre el pago del premio, que reclamó Daniela Montoya, las Superpoderosas relataron que en ese momento les fueron consignados $7 millones a la cuenta del banco de cada una, pero que quedaban pendientes por cancelar $3 millones para completar los $10 millones que habían sido prometidos.

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Las Superpoderosas celebrando por pasar a octavos de final en el Mundial de Candá 2015. /AFP

Las futbolistas narraron en su misiva que en varias oportunidades solicitaron a los funcionarios del departamento de Contabilidad de la FCF el pago del premio, pero que sus peticiones no fueron atendidas. Debido a esto, Daniela Montoya dio a conocer el reclamo a los medios de comunicación, “siendo esta una inconformidad de todo el plantel que ella, en nuestro nombre, hizo pública”. Algunas de las Superpoderosas consultadas por este diario aseguraron que el malestar con la FCF era unánime, pero no lo fue la decisión de firmar esa carta y entregarla a Bedoya, pues el temor a las represalias se hizo cada vez más generalizado. Por eso nunca se suscribió la carta. (Lea aquí: “Didier Luna es un pervertido”: Carolina Rozo)

“La Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro) tomó la iniciativa de escribir la carta, nos la envió a las jugadoras y lastimosamente, en ese momento, por temor a no ser llamadas a los Juegos Olímpicos, decidimos no firmar y hablar con el delegado de ese Mundial, que era Javier Cogollo. Con él se acordó el premio, que nos incumplieron. Después de que Daniela salió a hablar por todas, y nadie la respaldó por miedo, no nos volvieron a comentar nada de los $3 millones que nos quedaron debiendo”, aseguró la futbolista Isabella Echeverri a este diario.

El miedo de las jugadoras no era menor. En agosto de 2016 debían competir en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y denunciar implicaba arriesgarse a no ser convocadas, como sucedió con Daniela Montoya. Un mes antes del evento, Felipe Taborda, entonces director técnico de la selección colombiana femenina de fútbol, dio a conocer la lista de seleccionadas y su nombre no apareció en ella. Taborda afirmó que el tema obedeció a una decisión técnica, pero siempre se especuló que fue por una retaliación. Hace unas semanas, Isabella Echeverri, futbolista de la selección, afirmó públicamente que fue una venganza contra Montoya por reclamar el pago del premio en los medios.

Hasta la semana pasada, ninguna jugadora, aparte de Daniela Montoya, se había atrevido a volver a hablar en público sobre la otra cara del fútbol femenino en Colombia. Lo volvieron a hacer, el pasado 18 de febrero, Isabella Echeverri y Melissa Ortiz, por medio de la campaña en redes sociales #MenosMiedoMásFútbol. Las futbolistas colombianas y excompañeras de Montoya denunciaron que la FCF no paga los viajes internacionales y les da uniformes viejos. Hablaron hasta de sobornos para entrar a las convocatorias. Al tiempo, la Liga contra el Silencio dio a conocer dos denuncias penales por presunto acoso sexual planteadas por una exfisioterapeuta y una menor de edad de la selección sub-17.

La primera denunciante, Carolina Rozo, sostuvo que el director técnico en 2018, Didier Luna, supuestamente la acosó sexualmente desde que llegó a su cargo y que después se convirtió en un acoso laboral tras negarse a entablar una relación sentimental con él. Por su parte, John Cano, padre de una futbolista de la selección sub-17, contó que el preparador físico Sigifredo Alonso supuestamente intentó abusar sexualmente de su hija durante los Juegos Suramericanos. Cano agregó que, como represalia a su denuncia penal, su hija no fue convocada para el Mundial de Fútbol Femenino Sub-17, que se llevó a cabo en noviembre de 2018 en Uruguay.

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Didier Luna, exdirector de la selección de Colombia sub-17, ha negado las acusaciones. / FCF

Ante estas denuncias, el vicepresidente de la FCF, Álvaro González, respondió en rueda de prensa que no ha recibido quejas sobre acoso sexual o laboral dentro de la selección colombiana de fútbol femenino. Por el contrario, el directivo lanzó fuertes críticas a las futbolistas, afirmando que es difícil conseguir patrocinadores para ellas porque los “espantan”, ya que hay “tres líderes negativas” que dividen al grupo y añadió que la FCF dedicará su atención en las selecciones juveniles y “pasará la página con las mayores de 25 años”. Esta última afirmación fue interpretada como el retiro del apoyo a las jugadoras que venían siendo convocadas al equipo de mayores y como una retaliación contra las que denunciaron.

Expertos en género aseguraron que las aseveraciones de González ratifican los prejuicios contra las mujeres que denuncian y sirven para explicar por qué la carta de 2015 no fue firmada, por qué Daniela Montoya fue censurada y por qué hoy la mayoría de futbolistas se niegan a hablar del tema. El mensaje, según fuentes consultadas, es castigar a quienes lo hacen. Mónica Echeverría, directora del Observatorio de Medios y Género de la Universidad Central, dice que ser futbolista ha sido considerado oficio de hombres y no de mujeres. “Por eso, ellas valen menos ante la sociedad y la FCF, como lo refuerzan las declaraciones de González. Las considera el problema y las culpabiliza. Es como decirle a una mujer que no camine por sitios oscuros para no ser violada, en vez de enseñar a los hombres que no las violen”, afirma Echeverría.

En ese mismo sentido, Yamile Roncancio, directora de la Fundación Feminicidios Colombia, agrega que por culpa del machismo las mujeres deportistas no son reconocidas socialmente, salvo en casos de estrellato. “Por ejemplo, si Caterine Ibargüen denunciara algo, el país se volcaría a ella; pero como hoy se trata de colectividades, no hay apoyo social y la institucionalidad no se siente presionada”. Ese castigo que ejerce la FCF, añade la psicoterapeuta Nancy Becerra, también se convierte en mensaje de poder, pues “cuando una mujer denuncia, se crea un efecto dominó y empiezan a hablar las demás. Pero González necesitaba sacar algo de su repertorio para callar a las otras, humillarlas y decirles: ‘Sigan hablando, no me importa, las veto’”.

Al mismo tiempo, la Defensoría pidió a la FCF un informe detallado que resuelva varios puntos, entre ellos la entrega de un reporte de la política de viáticos y tiquetes aéreos de las jugadoras, y los nombres de las jugadoras convocadas en las selecciones nacionales entre 2014 y 2018, con los gastos de transporte que se pagaron. Así mismo, dijo que Coldeportes tendrá que convocar una mesa de trabajo para analizar la situación de género en el deporte. A este llamado se unió el procurador, Fernando Carillo, quien anunció que vigilará el proceso por las denuncias de acoso sexual en la sub-17. Aunque estas decisiones fueron aplaudidas por las jugadoras, los defensores de derechos humanos les piden que sigan denunciando, que no se dejen intimidar por los comentarios de González. “Hay que romper el silencio”, puntualizó la psicoterapeuta Becerra.

Pilar Cuartas Rodríguez

Por Pilar Cuartas Rodríguez

Periodista y abogada. Coordina la primera sección de “género y diversidad” de El Espectador, que produce Las Igualadas y La Disidencia. También ha sido redactora de Investigación. @pilar4aspcuartas@elespectador.com

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