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La alianza criminal del coronel (r) Mejía

El excomandante del batallón La Popa fue encontrado responsable de los acuerdos ilegales que hizo con los paramilitares.

Sebastián Jiménez Herrera
09 de septiembre de 2013 - 10:00 p. m.
El coronel (r) Hernán Mejía (derecha) es investigado por 20 falsos positivos cometidos en Cesar.  / Archivo
El coronel (r) Hernán Mejía (derecha) es investigado por 20 falsos positivos cometidos en Cesar. / Archivo

En vez de perseguirlos, el coronel (r) Hernán Mejía, excomandante del batallón La Popa, se convirtió en el amigo y aliado de los paramilitares del Cesar. En 2002, cuando el uniformado asumió la comandancia del batallón con sede en Valledupar, se reunió con los ‘paras’ para pactar su cooperación con el supuesto fin de acabar con su enemigo: las guerrillas de las Farc y el Eln.

De estos encuentros, realizados en la sede del batallón entre enero y junio de 2002, surgió la alianza criminal por la que el juzgado sexto especializado de Bogotá condenó ayer a Mejía a 19 años y seis meses de prisión junto con el coronel (r) José Pastor Ruiz Mahecha y los sargentos (r) Aureliano Quejada y Efraín Andrade.

En 2002 el batallón La Popa fue escenario de un desfile de jefes paramilitares. Con el coronel (r) Mejía se reunieron, entre otros, el comandante del bloque Norte, Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40; el comandante del bloque Resistencia Tayrona, Hernán Giraldo Serna, y el jefe del frente Mártires del Cacique del Valle de Upar, David Hernández, alias 39.

De acuerdo con varios testigos, Mejía siempre fue muy cercano a Hernández, fallecido en combates con el Ejército en 2008. Antes de ingresar a las autodefensas, alias 39 fue comandante del batallón Granadero de Contraguerrilla, con sede en Valledupar. En 1999 Hernández fue retirado del cargo por su presunta participación en el asesinato del viceministro y exasesor de Paz Álex Lopera, ocurrido el 10 de marzo de ese año, y estuvo detenido en Medellín, pero se fugó y se unió a los paramilitares, donde escaló rápidamente dentro de la estructura del bloque Norte y se convirtió en la mano derecha de Jorge 40.

Gracias a su pasado militar, Mejía y Hernández se entendieron bien y, de acuerdo con Jhon Jairo Hernández Sánchez, alias Centella, exescolta del fallecido jefe paramilitar, los dos se reunieron una cantidad interminable de veces e hicieron acuerdos para que los paramilitares proveyeran de falsos positivos al batallón. Esto, al parecer, con el fin de que el coronel (r) Mejía obtuviera el reconocimiento de sus superiores y se quedara con la gloria.

Al parecer con este mismo fin fue creado un grupo élite conocido como El Zarpazo que, de acuerdo con los testigos, siempre llegaba con bajas de todas las operaciones que realizaba y esto, a su vez, generaba reconocimientos para el coronel hoy en retiro. Por sus operaciones, el uniformado fue considerado un ejemplo a seguir dentro de las Fuerzas Militares.

Incluso, durante el proceso en su contra varios generales en retiro declararon en favor suyo, entre ellos el excomandante de las Fuerzas Militares y hoy negociador de Paz, el general (r) Jorge Enrique Mora Rangel. Sin embargo, los logros del coronel (r) Mejía fueron, al parecer, producto de su alianza criminal con los paramilitares.

El uniformado en retiro es investigado por la muerte de 18 personas que fueron presentadas como guerrilleros del Eln muertos en combate, pero no lo eran. Ellas fueron acribilladas en octubre de 2002 en desarrollo de la operación Tormenta II, por la que Mejía recibió varios reconocimientos. No obstante, con el tiempo se demostró que se trataba de paramilitares que, al parecer, eran un problema para la comandancia del bloque Norte.

Aunque los muertos llevaban brazaletes del Eln, en su ropa se encontraron insignias de las autodefensas. “No fue una operación limpia ni para destacar (...) Fue un accionar homicida”, señaló al respecto la Fiscalía. Y agregó: “Los cuerpos no fueron atacados, sino sometidos en forma homicida”. Todo con el fin de que la operación pareciera “exitosa y lograr reconocimiento por ella”.

De acuerdo con alias Centella, el asesinato de estos 18 paramilitares provocó un fuerte regaño de Jorge 40 a 39, debido a que por la masacre varios paramilitares estaban pensando en desertar.

Mejía también es investigado por las muertes de Eduardo Cáceres Prado y Carlos Alberto Pumarejo, ocurridas el 22 de junio de 2002, en desarrollo de la operación Coraza, quienes fueron asesinados en la misma sede del batallón porque, de acuerdo con el coronel (r) Mejía, ingresaron a las instalaciones militares para robarse unas armas.

Sin embargo, la Fiscalía pudo descubrir que Cáceres y Pumarejo no iban a robar y que fueron detenidas y acribilladas a sangre fría por los uniformados. Otros seis miembros del Ejército son investigados por estos hechos.

El coronel (r) Mejía fue retirado de la institución en 2007, en medio del escándalo por los falsos positivos. Al año siguiente, 27 oficiales fueron destituidos por el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez por su supuesta participación en ejecuciones extrajudiciales.

El coronel (r) Mejía fue capturado al año siguiente. Durante el proceso se sostuvo en su versión de que las operaciones estuvieron ceñidas a la ley y aprobadas por sus superiores, entre ellos el primer mandatario. Asimismo dijo varias veces que había un montaje en su contra e incluso señaló al hoy comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, como uno de los supuestos responsables del montaje. El Juzgado Sexto Especializado no estuvo de acuerdo, y por ello la condena en su contra.

La Fiscalía sigue investigando la participación de este condecorado coronel en retiro en 20 falsos positivos cometidos en el Cesar, 20 muertes que en su momento fueron reconocidas como bajas producto de operaciones exitosas.

Por Sebastián Jiménez Herrera

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