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La sed delató al ‘Mellizo’

Cuatro botellas de Gatorade para sólo dos personas que se movían en la tractomula Kenwort les pareció exagerado a los investigadores. Creían en los datos entregados por un informante, pero aún no estaban seguros que Miguel Ángel Mejía Múnera viajara en ese vehículo.

Stefanie Matiz / Elespectador.com
02 de mayo de 2008 - 06:13 p. m.

El mismo informante había permitido dar con el lugar donde se encontraba Víctor Manuel Mejía Múnera, el otro ‘Mellizo', y por eso llevaban un poco más de cuatro horas siguiéndolos.

Antes de llegar a Honda, las autoridades levantaron un retén y detuvieron la tractomula. Durante dos horas inspeccionaron el vehículo, pero no encontraron nada. Ni siquiera las bebidas y los chitos que habían comprado por el camino.

El conductor obedeció la orden de las autoridades de apagar el motor cuando fue detenido en el retén, pero insistía en que debía mantenerlo prendido porque corría el riesgo de que la batería se fundiera. Otro motivo de sospecha.

Entonces, el coronel César Pinzón, director de la Dijin, se comunicó con el general Óscar Naranjo y le contó lo que estaba ocurriendo. "Estamos seguros de que está aquí, pero no lo encontramos. Vamos a romper la cabina". El Director de la Policía respondió "Adelante, procedan".

Pinzón dio la orden de abrir a la fuerza la cabina y fue ahí cuando el chofer accedió. Desactivó un seguro automático y le entregó la llave a uno de los agentes de Policía. Casi sin aire y físicamente deteriorado salió Miguel Ángel Mejía, uno de los narcotraficantes más buscados en el mundo.

La caleta en la que se escondía alias ‘Pablo Arauca' estaba adaptada justo debajo del camarote donde descansa el conductor cuando el vehículo no está en movimiento. El espacio correspondía exactamente a la contextura física del reconocido ‘narco', y ahí sólo tenía contacto con el mundo exterior a través de un tubo plástico que le permitía respirar. Ese sistema de refrigeración se activaba con el motor y por eso la insistencia del chófer para dejar prendido el vehículo.

Cuando abrieron la compuerta, los agentes que estaban listos para responder cualquier ataque, vieron a Mejía Múnera agotado y pálido por la falta de aire. "Respétenme la vida, ustedes ganan", imploró y luego entregó su arma y un poco nervioso preguntó por el oficial a cargo de la operación. El coronel César Pinzón se presentó y Mejìa lo felicitó.

Cuando era trasladado por las autoridades, desde Honda a Mariquita, Mejía Múnera dijo que quería hacerle un regalo al Coronel Pinzón, "Sacó del escapulario que tenía por debajo de la camiseta verde, una llave, me la entregó y me dijo: "Coronel, ustedes ganaron, le entrego esta llave igual a las de las esposas que ustedes me pusieron".

Mejía Múnera contó que sólo supo de la muerte de su mellizo Víctor Manuel y por ello el coronel Pinzón le dijo que le permitirá hablar con los hombres capturados el día que fue abatido en Tarazá, Antioquia.

Y le confirmó al Director de la Dijin la muerte de su "jefe", Vicente Castaño, con quien hace una década se unió en la compra de la ‘franquicia' del negocio del narcotráfico en el Catatumbo y el sur del Cesar.

Después de eso, el país lo vio a través de los medios de comunicación. Dijo que no cree en el proceso de desmovilización ni en el Gobierno y por eso no se acogió a la justicia.

Por Stefanie Matiz / Elespectador.com

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