Así es el negocio de las drogas sintéticas

Las alarmas se encendieron en 2007 cuando se evidenció el consumo masivo de Popper en el país. Hoy ni siquiera se sabe cuántas son.

Kelly Rodríguez / krodriguezd@elespectador.com
22 de septiembre de 2018 - 04:14 p. m.
Sustancias psicoactivas de síntesis. /  Kelly Rodríguez
Sustancias psicoactivas de síntesis. / Kelly Rodríguez

Es una fiesta sin sillas ni mesas, no se necesitan. No suena salsa, merengue ni vallenato, Los reyes de la noche y el día son el techno y el house. Puede ser privada (en una finca, casa o apartamento) o en un multitudinario escenario de alguna ciudad del país. Y puede durar un día, dos o tres, porque los asistentes “se dan duro en la cabeza” para aguantarla. Allí no solo bailan, ellos “viajan” y tan lejos como quieran, aunque eso implique retar la muerte por medio de la droga.

Pero los espacios de consumo se extienden a entornos escolares, universitarios y hasta laborales. Según el último informe sobre intoxicaciones por sustancias químicas del Instituto Nacional de Salud, en 2017 ingresaron 281 personas a los servicios de urgencias del país a causa de intoxicaciones por sustancias psicoactivas sintéticas y emergentes. Eso sin tener en cuenta los altísimos índices de subregistro que hay, pues a diario se conocen nuevos adulterantes químicos que no están contemplados en el estudio. En Colombia, las alarmas se encendieron hace ya más de diez años, en 2007, cuando se disparó el consumo recreativo de popper y el apogeo de las drogas recreativas de síntesis apenas empezaba.

Hoy no se sabe a ciencia cierta cuántas sustancias de este tipo se mueven en el país y tampoco el número de redes humanas que las trafican, lo que sí se sabe es que, según las autoridades, el negocio es 400 % más lucrativo que el de las drogas naturales. ¿Por qué?

En primer lugar, hay que aclarar que Colombia no produce sustancias psicoactivas sintéticas, ya que el principio activo de estos productos es importado desde países como Alemania, Holanda y Estados Unidos. En el país lo que se hace es manufacturar: se toma el principio activo (anfetaminas, metanfetaminas o MDMA, entre otras) y se mezcla con adulterantes como Ketamina (sedante, analgésico y, sobre todo, anestésico), Ibuprofeno, Lidocaína (anestésico que bloquea o mitiga el envío de estímulos de dolor al cerebro) y Levamisol (usado en la medicina veterinaria como desparasitante para el ganado), entre otros.

El jefe del Centro Internacional de Estudios contra el Narcotráfico de la Policía Antinarcóticos, mayor Marlon Valencia, asegura que las autoridades han hecho un gran esfuerzo por reconocer este tipo de estructuras criminales, pues el estigma que se tiene de las organizaciones delictivas cambia completamente con las dedicadas a drogas recreativas de síntesis. En el país el negocio consiste en manufacturar, adulterar, falsificar y traficar estos estupefacientes (ver gráfico).

En lo que va del año, Antinarcóticos ha desarticulado dos estructuras dedicadas a este tipo de actividades en Bogotá. “La 85” cayó en julio, fueron capturadas ocho personas, a quienes se les imputaron delitos por concierto para delinquir y tráfico de estupefacientes. En el operativo se hicieron ocho allanamientos y se incautaron 325 gramos de anfetaminas, 115 frascos de popper, 1.400 unidades de LSD, éxtasis, Ketamina, marihuana y 20 celulares. Lo propio pasó con “Los Sintéticos”, en junio, 12 de los cuales fueron capturados.

Infiltraciones, salidas a “rumbear”, compras reguladas de sustancias psicoactivas, pruebas de laboratorio e investigaciones detalladas son las estrategias utilizadas por los uniformados para entender contra qué luchan. “Estamos descubriendo nuevas modalidades dentro del tráfico de sustancias psicoactivas. Nuestros hombres exploran en ese mundo criminal no solo para conocer su lenguaje, sino también las formas como se trafican y comercializan estas sustancias peligrosas”, indicó el general Fabián Laurence Cárdenas, director de Antinarcóticos.

En la mayoría de los casos los integrantes de estos grupos tienen de 19 a 23 años. No son estructuras grandes, se conforman por unas 14 personas y funcionan de dos formas: alguien que consigue el principio activo, lo manufactura, vende e incluso consume (en este caso el personaje es su propio jefe); o un modelo de negocio más estructurado, con un cabecilla encargado de conseguir el principio activo y realizar el proceso de manufacturación o comprar las sustancias ya listas y distribuidores de confianza que suministran mercancía a otros que pueden ser fijos u ocasionales.

“Normalmente las personas que han sido capturadas son muchachos bien, joviales, espontáneos, de cara bonita, bien vestidos y universitarios. No tienen nada que ver con el imaginario de un criminal. Incluso, algunas operaciones de allanamiento se han hecho en los mejores barrios de Bogotá: La Alhambra, Multicentro y Colina Campestre”, explica el mayor Valencia.

Una red puede tener brazos en varios lugares del país. Los dealers son móviles, adaptativos y buscan a sus consumidores, una dinámica opuesta a la que ocurre con los expendios de droga natural, donde son los clientes los que llegan en busca de su dosis. Otro plus para los distribuidores es que la variedad en las presentaciones de las sustancias de síntesis facilita su ocultamiento y transporte: líquidas, en polvo, en cápsulas, pastillas, elásticos, cartones, golosinas, etcétera.

Según Antinarcóticos, las grandes transacciones entre proveedores y vendedores se realizan por internet, incluso, utilizando criptomonedas. “Acuerdan una fecha, se conectan a la misma hora en la mesa de algún juego de póquer online, definen una identidad para cada uno y, cuando inicia el juego, el deudor pierde a propósito para pagar con bitcoins”, asegura Valencia.

La jerga es otro aspecto esencial. Las personas que frecuentan las rumbas han creado e incorporado en su comunicación un lenguaje cifrado cuando hablan y se textean, con el fin de despistar y aislar a los “extraños”.

“¡A derretir la mente!”

Las sustancias sintéticas, en su mayoría, no generan adicción, sino tolerancia. Esto significa que el consumidor siente disminución en el efecto que le produce una sustancia, por lo que suelen aumentar sus dosis y corren un mayor riesgo de sufrir sobredosis. Esta situación es muy común en quienes consumen sustancias psicoactivas depresoras como morfina, heroína, inhalables (pegantes y lacas) o benzodiacepinas, entre otras.

Pero en un escenario de fiesta se consumen sustancias estimulantes como cocaína, anfetaminas y LSD; o mixtas como éxtasis, MDMA, Ketamina, Dick, popper y Mentilfenidato, cuyos efectos más comunes son el aumento de la presión sanguínea y frecuencia cardíaca, sentidos agudizados, pérdida del apetito y aumento del flujo sanguíneo al cerebro y los músculos. En muchos casos, los consumidores contratan a una persona para que cuide de su integridad durante el trance, pues pierden la dimensión del espacio, los reflejos, se giban y realizan movimientos fuertes e involuntarios como el bruxismo (apretar o rechinar las estructuras dentales sin propósitos funcionales).

Infidencias de un “dealer”

El Espectador habló con un “ dealer” en Cali quien reveló que “para hacer drogas como el 2CB, cada uno tiene su fórmula. Solo se necesita una cocina, insumos, bolsitas y una gramera. Yo lo hago en ‘baño María’. Pongo un plato encima de una olla con agua y allí echo los productos y me pongo a ‘cocinar’. Luego eso se raspa con una Minora y queda el polvo.

El costo de manufacturar una droga depende de la fórmula que se maneje. Normalmente, la inversión para obtener aproximadamente 19 gramos de 2CB oscila entre $500.000 y $600.000. En las bolsas de un gramo nunca se empaca el gramo completo, sino 0,7 o 0,8 gramos. Cada paquetico se vende en $60.000 o $70.000 y la ganancia es de unos $1.330.000.

Hay unas muy famosas que cuestan $100.000 el gramo. Cuanto más cara, más calidad. En Pereira está el “Belar”; en Bogotá, el “Uva” o “Urdinola”; en Cartagena, el “Cabello de ángel”, y en Medellín, “La Magia”. Como son muy caros, nadie da la fórmula de eso. Son drogas que tienen respaldo de algún duro que invierte el billete y pone a la gente a trabajar.

“Hoy en día todo mundo tiene, todo el mundo mete y todo mundo hace. Entre la gente de la rumba se conocen y es muy fácil conseguir, solo hay que preguntar y listo. Eso es algo que ha cambiado porque antes era ‘.

Por Kelly Rodríguez / krodriguezd@elespectador.com

 

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