Carlos Bayala, el reconocido publicista argentino que pasó por el Yarí

El exdirector creativo global de Nike Fútbol pasó por la Décima Conferencia de las Farc y presenció la firma del Acuerdo en Cartagena. Dice que si se requiere su trabajo para la paz en Colombia, está más que disponible.

Diana Durán Núñez
09 de enero de 2017 - 02:00 a. m.
Carlos Bayala dialogó con muchos guerrilleros rasos mientras estuvo en los Llanos del Yarí. / Foto: Archivo personal
Carlos Bayala dialogó con muchos guerrilleros rasos mientras estuvo en los Llanos del Yarí. / Foto: Archivo personal
Foto: Getty Images - Mario Tama

La rutina de Carlos Bayala pasa por la calle Wardour de Londres. Por New, la agencia creativa que fundó en esa ciudad hace poco más de un año junto con un reputado profesor de MIT. Por Tokio y Buenos Aires, donde sueña poner oficinas. Su campaña “Mama Lucchetti” revivió a una marca de pastas y lo hizo uno de los publicistas más famosos en su natal Argentina. Fue director creativo global de Nike Fútbol. Un mundo, en resumen, lejano de El Diamante, la vereda en los Llanos del Yarí en donde se realizó la décima y última Conferencia de las Farc y a donde vino a parar en 2016.

Allí, en esa sabana al sur de la serranía de La Macarena rodeada de selva, Carlos Bayala resultó por invitación de su amigo Francisco Moreno-Ocampo, hijo del exfiscal de la Corte Penal Internacional Luis Moreno-Ocampo. Él, como parte de la fundación El Arte de Vivir, quiso que Bayala conociera de primera mano lo que sucedía en Colombia. Así lo hizo en septiembre del año pasado, cuando los combatientes de las Farc se enfilaron hacia el Meta para oír, de boca de sus comandantes, cómo masticarían el proceso de paz que los lanzaba a la vida civil.

“En esos días en El Diamante me tomé muchos tintos con los guerrilleros a las 4 de la mañana. Una de las cosas que más me sorprendieron fueron sus anécdotas de infancia: no sabés lo difícil que fue dar con historias que los hicieran sonreír. Después me contaba un amigo académico que cuando alguien ha estado tan expuesto a momentos tan doloroso, como lo es la guerra, los recuerdos también se transforman y es muy difícil conservar recuerdos felices. Ahí es cuando uno entiende la frase de que, en Colombia, todo el mundo es víctima”, le contó Bayala a El Espectador.

Él, un genio para transmitir mensajes, vino con la misión de analizar los escenarios de comunicación a los que se enfrentaba el proceso para la época del referendo. “Yo no colaboro en las comunicaciones de las Farc”, aclara de entrada. “Esa fue la primera vez que hice algo así. En Argentina siempre me negué a participar en campañas políticas. Pero en este caso el objetivo era metapolítico, humano, esencial. La paz no se discute en términos de ideas políticas. Me parece que es una tarea que no requiere de persuasión sino de clarificación”, dice.

Viajó dos veces por cuenta del proceso y los Llanos del Yarí fueron la locación de su segunda venida. La primera fueron Bogotá y La Habana (Cuba), en donde se reunió con el jefe guerrillero Pablo Catatumbo en tres ocasiones. “Fueron tres sesiones muy constructivas. Fue extraordinario y aleccionador. Me contó sus experiencias, sus miedos. Emocionalmente fue muy abierto”, cuenta Bayala. Con Ricardo Téllez e Iván Márquez también se reunió, pero de forma más breve. Las charlas con Catatumbo y con los guerrilleros rasos antes de salir el sol, tinto en mano, son las que se quedaron en su memoria.

“Una de las tareas más difíciles para las Farc va a ser reconstruirse temporalmente. Ellos hablan como si estuvieran a principios de los 70, en la guerra de Vietnam, en la Europa del Este comunista”, señala Bayala con algo de asombro. La ONG que lo había contactado para hablar con las Farc fue la misma que les presentó a los guerrilleros y al presidente Santos al líder espiritual indio Sri Sri Ravi Shankar. A Bayala lo querían, especialmente, para que el mensaje de perdón que entonces habían empezado a enviar las Farc no se perdiera cual mensaje embotellado de náufrago.

“Parece extraño y distante, pero establecí un paralelo con la Iglesia católica luego de la enorme tragedia de los crímenes contra menores, de cómo la Iglesia tuvo que desandar sus acciones: pasaron de dar declaraciones a medias y sostener que eran casos aislados a sentarse con familias víctimas y pedirles perdón. Yo percibí en las Farc intenciones francas de restablecer un diálogo con la sociedad y, si eso existe, la única manera de hacerlo es primero que todo pidiendo perdón simple, directa y honestamente. Es posible que Colombia sea el precedente más positivo de reconciliación de una manera que puede ser ejemplar”.

Su paso fue efímero. Por esa época, la gente del Gobierno estaba tan llena de confianza —y de soberbia— de que el Sí arrasaría en el plebiscito del 2 de octubre, que nadie quiso oírlo. “Mi propuesta llegó tarde. Faltaba mes y medio para el referendo, pero me habría encantado que la tuvieran en cuenta. Era abrir el canal para los que se sentían ambiguos, los de ‘Voto Sí pero…’. Es muy difícil hacer una ecuación binaria en situaciones con tantas heridas abiertas. El Gobierno y los medios debieron ser más cuidadosos y ácidos con las encuestas, en esta era de los analytics y la tecnología se está haciendo un papelón”.

La última vez que Carlos Bayala vio a los negociadores en vivo y en directo fue el lunes 26 de septiembre de 2016, día en que el presidente Santos y Timochenko firmaron el primer Acuerdo Final en Cartagena. Bayala vio a los más de 2.500 asistentes vestidos de blanco, a los jefes de Estado, y se preguntó cómo fue diseñado con tanto cuidado un encuentro tan complejo. Pero luego vio a Santos y a Timochenko tomar el “balígrafo” para estampar sus rúbricas en el documento y él, el genio para transmitir mensajes, se preguntó: “¿Quién accede a firmar la paz con una bala?”.

Por Diana Durán Núñez

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