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El capo, la modelo y la mafia en Urabá

El Espectador reconstruyó la historia de Jhon Fredy Manco, el narcotraficante que cayó en Brasil el viernes pasado.

Juan David Laverde Palma
05 de junio de 2013 - 11:47 p. m.
El capo, la modelo y la mafia en Urabá

Jhon Fredy Manco Torres, natural de Chigorodó (Antioquia), con apenas quinto de primaria, logró construir un imperio de narcotráfico, con conexiones del más alto nivel entre las autoridades de Medellín y enlaces con el paramilitarismo de Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, en el Urabá. En agosto de 2008 fue capturado por primera vez, en medio de un escándalo que terminó por cobrar las cabezas del director de Fiscalías de Medellín Guillermo León Valencia Cossio —ya condenado—, de la directora de Fiscalías de Córdoba Perla Dávila y del comandante de la Policía de la región Marco Antonio Pedreros.

Las autoridades descubrieron que a través del empresario Juan Felipe Sierra, presidente de la empresa de seguridad Control Total, que prestaba sus servicios al Grupo Éxito en Antioquia, Carrefour, Suramericana y Argos, entre muchas otras, la organización de Don Mario terminó por corromper a Valencia Cossio —hermano del entonces ministro del Interior, Fabio Valencia—, al punto de sacar a Manco Torres, conocido con el alias de El Indio, de un organigrama criminal sobre los capos más buscados, elaborado por la Policía en 2008. Un documento que días más tarde fue divulgado por el propio presidente Álvaro Uribe en desarrollo de un consejo extraordinario de seguridad en Medellín.

Hoy, El Indio, capturado el pasado viernes por la policía brasileña en Río de Janeiro, vuelve a protagonizar titulares por sus excentricidades. El Espectador desempolvó los expedientes que cursan en su contra desde que se desmovilizó el 12 de septiembre de 2006 con el bloque Élmer Cárdenas. Fue amo y señor del Urabá bajo la égida de los hermanos Fredy y Daniel Rendón. Infiltró la Policía, dio la orden —con su primo Camilo Torres, alias Fritanga— de asesinar a tres testigos que los estaban ‘echando al agua’ en Unguía (Chocó), y mantuvo sus conexiones con traficantes en Europa, en especial Alemania, donde en 2005 quedó al descubierto una organización mafiosa a la que se le incautaron 144 kilos de cocaína; el rastreo de los números telefónicos de esta estructura fue lo que lo puso en evidencia.

Grabaciones en poder de la justicia establecieron que Fritanga y El Indio le pidieron a principios de 2008 a Juan Felipe Sierra que obtuviera los celulares de los testigos Ómar Zolera Reyes y José Mosquera Ramírez, desmovilizados del Élmer Cárdenas que, en declaraciones a la justicia, delataron a sus exjefes, informaron sobre fosas comunes, caletas y otras intimidades de los negocios de los capos en Urabá. El suboficial de la Policía Germán García Cabarcas le solicitó a la Fiscalía en Valledupar que interceptara las líneas telefónicas de los testigos. Para justificarlo, dijo que tenía información de que desmovilizados se estaban rearmando en el Urabá. Fue así como ubicaron a los testigos, y esos datos le llegaron al Indio.

Finalmente, el 6 de febrero de 2008, en una finca conocida como Rancho Grande, Zolera y Mosquera fueron asesinados. De un tercer testigo, Amado Olea Cárdenas, nada volvió a saberse después de la celada. En otro reporte judicial se advierte que Sierra le suministró información a la organización sobre unos agentes de la Policía que estaban trabajando encubiertos. A través de un mensaje de texto, Sierra deslizó el nombre del “sapo” acompañado de las siguientes palabras: “Pa’ que lo mochen”. Asimismo se descubrió que un mes después del crimen de los testigos, un fiscal de Urabá le reportó estos asesinatos a Guillermo León Valencia, señalado cómplice de Juan Felipe Sierra.

En agosto de 2008, tras ser detenido, El Indio dijo en su diligencia de indagatoria que trabajó en una salsamentaria en Turbo (Antioquia) y que después de 1987 lo hizo en las bananeras de Urabá. Su primo, Fritanga, famoso por su matrimonio de siete días en Isla Múcura el año pasado, al que asistieron orquestas, artistas y modelos, sostuvo que era apenas un simple ganadero de oficio y que había trabajado con la cuestionada compañía Chiquita Brands, condenada en Estados Unidos a pagar US$25 millones por su financiación del paramilitarismo en Urabá. Pronto se descubrió que en realidad eran dos capos con múltiples antecedentes de envío de droga a Norteamérica y Europa.

Sin embargo, poco tiempo después de su captura, ocurrida en agosto de 2008, el juez Luis Eduardo Beltrán los dejó en libertad. Por estos hechos, el funcionario fue condenado. Desde ese momento, El Indio y su primo volvieron a la clandestinidad. En julio de 2012, las autoridades capturaron a Fritanga en tremendo parrandón después de la boda. Una vez detenido, con alto grado de embriaguez, cuando los agentes de la Policía se lo llevaban para reseñarlo, súbitamente se detuvo para gritarles a los asistentes con la lengua pegada: “Seré su amigo forever”. Poco después, el Gaula de la Policía ya estaba adelantando operativos para capturar al Indio, quien salió del país en 2009 y se refugió en ocasiones en fincas del exjefe de la Oficina de Envigado, Erickson Vargas, alias Sebastián.

Luego se radicó en Panamá y de allí salió rumbo a Italia, con un pasaporte español y una identidad falsa: la de Iván Darío Gallego González. Una vez en el Viejo Continente, se reencontró con la modelo paisa Sara Builes, quien viajó el 22 de mayo de 2013 a Madrid (España). Hoy las autoridades tratan de decodificar la información que El Indio tenía en dos celulares en los que, al parecer, guardó abundante material gráfico de sus paseos por las góndolas de Venecia, los Campos de Marte y la Torre Eiffel de París, y sus múltiples entradas al estadio Santiago Bernabéu de Madrid. De hecho, se le encontró un carné en el que figuraba como socio del club merengue.

También vivió en el municipio más rico de Madrid, Pozuelo de Alarcón, donde era vecino de celebridades del fútbol como Cristiano Ronaldo, Karim Benzama y el propio Radamel Falcao. En cuanto a su relación con la modelo Builes, la Policía se dio a la tarea de seguirla durante meses, pues sabían que era muy cercana al Indio. De hecho, en un organigrama elaborado por las autoridades, entre su círculo de confianza aparecen ella, el hijo del capo, de nombre Mateo, y seis de sus colaboradores: Buches, Jaison, Marcos, Yony, Flaco y Gordo. Fuentes cercanas a la investigación no dudaron en calificar al Indio como un narco de los quilates de Don Mario.

En la actualidad se adelantan las solicitudes formales para que Jhon Fredy Manco sea enviado cuanto antes a Colombia. No obstante, tiene un proceso judicial en Brasil por el delito de falsedad en documento. A sus 39 años, El Indio tiene las claves de las últimas dos décadas de drogas y mafias en el Urabá. Procesos por homicidio, narcotráfico, tráfico de armas y secuestro lo esperan a su llegada a Colombia. Por lo pronto, queda claro que más allá de la farándula, los lujos y las espectaculares mujeres que lo rodearon, El Indio es un capo en desgracia del cual hay mucha historia no contada.

jlaverde@elespectador.com

@jdlaverde9

Por Juan David Laverde Palma

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