El experimento de la JEP y sus mecanismos innovadores para escoger magistrados

El proceso de selección de los integrantes de la JEP fue exitoso porque, entre otras cosas, logró un "balance inédito" entre la academia, la rama judicial, la sociedad civil y la comunidad internacional. Análisis.

Everaldo Lamprea Montealegre*
01 de octubre de 2017 - 08:07 p. m.
Momento en que Claudia Vacca, vocera del Comité de Escogencia, le entrega al presidente Santos la lista con los nombres de los 51 escogidos para el Tribunal de Paz y las Salas de la JEP. / Foto: César Carrión - Presidencia
Momento en que Claudia Vacca, vocera del Comité de Escogencia, le entrega al presidente Santos la lista con los nombres de los 51 escogidos para el Tribunal de Paz y las Salas de la JEP. / Foto: César Carrión - Presidencia
Foto: CESARCARRION

Desde que el pasado 26 de septiembre se hizo pública la lista de los 51 miembros del Tribunal y las salas de la Justicia Especial para la Paz (JEP), los medios de comunicación y las redes sociales se convirtieron en la caja de resonancia de aquellos sectores que buscan generar suspicacias alrededor de algunos magistrados y magistradas. Este desafortunado giro en el debate nos ha hecho perder de vista lo verdaderamente excepcional de este experimento: los innovadores mecanismos utilizados por el Comité de Escogencia para llegar a la lista definitiva de la JEP.

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En primer lugar, la elección de la JEP probó que los comités técnicos independientes son una metodología confiable para elegir a los miembros de las altas cortes. El Comité logró un balance inédito entre los intereses de la academia (representada por Vaca), la rama judicial (Acuña) y diferentes sectores de la sociedad civil y la comunidad internacional (García-Sayán, Gil Robles y Méndez). Por otra parte, en ningún momento el Comité mostró signos de fracturas internas o de lobby ilegítimo por parte del gobierno, el poder judicial, las FARC o las Fuerzas Armadas.

Otra característica destacada del experimento JEP fue la construcción de una batería de indicadores que sirvió para reducir el universo de más de 2328 aspirantes a una lista corta de 78 entrevistados. Todavía más importante es que los indicadores buscaban calificar a los candidatos a partir de criterios diferenciales como género o grupo étnico. Los resultados de aplicar dichos criterios saltan a la vista: el 53% de miembros de la JEP son mujeres; el 10.53% es indígena y el 10.53% es afrocolombiano; el 61% proviene de lugares distintos a Bogotá; el 33% tiene estudios de doctorado y el 42% de maestría. Ninguna otra corte en Colombia cuenta con una composición tan diversa, sofisticada e igualitaria como la de la JEP.

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Finalmente, el equipo técnico que apoyó a los cinco miembros del comité construyó una plataforma web que centralizó y racionalizó todo el trámite de postulación, recopilación de hojas de vida y presentación de soportes documentales. Pese a que el equipo técnico contó con muy poco tiempo para diseñarla y ponerla en funcionamiento, la plataforma nunca colapsó y permitió que prácticamente todas las personas que iniciaron la aplicación pudieran terminarla. Así mismo, la plataforma sirvió como vehículo para la publicidad, transparencia y participación ciudadana.  Por ejemplo, allí se podían hacer comentarios sobre los candidatos o encontrar los resultados de los procesos de consulta que adelantó el comité con organizaciones de víctimas y de mujeres, grupos étnicos, sindicatos y asociaciones de militares retirados.

La elección de la JEP fue un experimento exitoso, pero no perfecto. Por ejemplo, la metodología debió explicitar hasta qué punto del proceso se asignaron calificaciones cuantitativas a los candidatos. Si los criterios cualitativos fueron decisivos, por ejemplo, para pasar de la lista corta a la lista definitiva, esto debió haber quedado consignado en los rigurosos documentos metodológicos que publicó el Comité en su página web.

Tal vez el resultado más alentador del experimento JEP es que la crisis en la cúpula de la justicia no se debe a la escasez de juristas con sobradas cualificaciones profesionales, académicas y morales para llegar a las más altas dignidades judiciales. Solo basta echar un vistazo al listado de candidatos que no resultaron seleccionados para concluir que allí hay un depósito gigantesco de talento que podría enriquecer inmensamente a la Corte Constitucional, al Consejo de Estado o a la Corte Suprema. Este hallazgo del experimento JEP es especialmente significativo en esta dramática coyuntura de la justicia. La mala noticia es que, a menos que se reforme de manera estructural, las metodologías de nominación y elección de magistrados de altas cortes seguirán castigando a candidatos y candidatas tan excepcionales como los que fueron elegidos para la JEP.

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*Everaldo Lamprea Montealegre es profesor Asociado de la Facultad de Derecho - Universidad de Los Andes. Doctor en Derecho de la Universidad de Stanford. En Twitter: @everaldolamprea

Por Everaldo Lamprea Montealegre*

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