La historia del interno dado por desaparecido tras el motín del 21 de marzo en La Modelo

El Espectador conoció la historia de Diego Fernando Álvarez, recluso que su familia dio por muerto luego del fallido motín de esa noche. La Fiscalía levantó un acta de supervivencia que les dio tranquilidad pero exigen que se investigue lo sucedido.

Felipe Morales Sierra / @elmoral_es
04 de mayo de 2020 - 03:59 p. m.
Los familiares de Diego Fernando Álvarez, recluido en La Modelo,hicieron todo para encontrarlo luego de los disturbios del 21 de marzo en esta cárcel.   / Gustavo Torrijos - El Espectador
Los familiares de Diego Fernando Álvarez, recluido en La Modelo,hicieron todo para encontrarlo luego de los disturbios del 21 de marzo en esta cárcel. / Gustavo Torrijos - El Espectador

La noche del 21 de marzo Martha Colmenares no durmió por estar pensando “de todo”. A través de Whatsapp y otras redes sociales le llegaron videos de los estragos que estaban ocurriendo en la cárcel La Modelo de Bogotá: ráfagas de fusil, incendios y pilas de cuerpos inconscientes en los pasillos. En una de esas imágenes, ella reconoció a su hijo, Diego Fernando Álvarez. Estaba recostado contra una pared. No se movía. Vestía un jean y una camiseta sin mangas que, aunque blanca, había sido pintada de rojo por la sangre que parecía salirle de una herida en el hombro derecho. Ella no sabía si su hijo había muerto, si estaba herido o si la sangre sí era suya. 

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Álvarez, militar en retiro, está recluido en La Modelo mientras su proceso por homicidio y hurto agravado se esclarece en la Corte Suprema. Tiene la costumbre de llamar periódicamente a su madre, pero desde ese día no la llamó más. Colmenares y sus hijas tocaron todas las puertas para saber qué le había pasado a su familiar, pero no obtuvieron más que evasivas y respuestas confusas. Por eso, decidieron radicar una acción de búsqueda urgente que obligó a la Fiscalía a ir hasta la cárcel a verificar la supervivencia y el estado de salud de Álvarez. Solo hasta que eso ocurrió, casi una semana más tarde, tuvieron noticia de él.

En la madrugada del 22, Tatiana Álvarez, hermana de Diego, se sumó a los cientos de familiares de internos que se agolparon a las afueras de La Modelo pidiendo respuestas. Las llamas de las colchonetas, que habían crecido hasta destruir celdas, techos y garitas, ya habían sido apagadas por los bomberos. El CTI de la Fiscalía estaba haciendo los levantamientos de cuerpos y, por la normativa del Inpec de suspender las visitas para prevenir que el virus entre a las prisiones, los intentos de organizaciones de derechos humanos por intervenir fueron inútiles. Sobre el mediodía, la Ministra de Justicia, Margarita Cabello, dijo en un video que 23 reclusos habían muerto y otros 83 resultaron heridos.

La Procuraduría empezó a mediar con las familias que había afuera del centro de reclusión. El Ministerio Público obtuvo los listados de heridos y pudo darles la información que buscaban: a qué centro de salud había sido remitido cada uno. En el documento decía que Diego Álvarez estaba en la Clínica de Occidente, ubicada en la localidad de Kennedy, a unos cinco kilómetros de la cárcel. Su hermana y su madre, que llegó sobre las nueve de la mañana, se desplazaron hasta el lugar, pero allí no figuraba paciente alguno con su nombre o documento de identidad. Se fueron, entonces, a la Clínica Colombia, más al norte de la ciudad.

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Ese fue su siguiente destino porque por los listados sabían que al centro médico también habían trasladado a algunos reclusos. Cuando llegaron, sin embargo, les dieron la misma respuesta que en la clínica anterior: Allí tampoco había un Diego Álvarez. Pasaron los días y Martha Colmenares seguía pensando lo peor: “Al ver a todos esos muchachos en el piso, ¿pues qué piensa uno?”, dice ahora. Recuerda que la última llamada que recibió de su hijo fue ese mismo sábado 21 de marzo a las 6:00 p.m. Le dijo que estaba bien, pero estaba preocupado por el coronavirus y lo que podría pasar si llegaba a La Modelo. 

Tatiana Álvarez se contactó con un abogado y, luego de 36 horas de no tener noticia de su hermano, radicaron un mecanismo de búsqueda urgente en la Fiscalía. Esta herramienta obliga a las autoridades judiciales a desplegar todas las acciones que estén a su alcance para encontrar a una persona que se presuma como desaparecida. Con ayuda de la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Asfaddes) enviaron también el recurso a la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas y a la Defensoría del Pueblo. Y la presión sirvió. 

El 27 de marzo un agente del CTI se presentó en La Modelo y corroboró la supervivencia de Álvarez. Verificó todos los datos, le tomó una foto al militar retirado y la adjuntó como prueba al expediente, junto a la plantilla de huellas dactilares que reposa en el Inpec para cada preso. Las circunstancias en las que se dio la desaparición, según el documento, son que “la señora Tatiana Álvarez, hermana de la persona desaparecida, se ha acercado a la penitenciaría La Modelo y no le dieron información de si se encontraba o no recluido aquí”. Además, Diego Álvarez le contó a la Fiscalía: “yo no tenía conocimiento de que hubieran colocado esta denuncia”. 

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Cuando le preguntaron por su estado de salud, dado el yeso con el que tenía inmovilizado el brazo derecho, Álvarez dio su versión de lo ocurrido: “Yo estaba en el corredor central entrando heridos cuando recibí un impacto de fusil por parte de funcionarios del Inpec”. Y agregó: “Yo estaba en el piso herido. Estaba en el piso rogando por mi vida. No me prestaron primeros auxilios y me golpearon rompiéndome los huesos del brazo”. El documento no tiene más detalles, salvo que el hospital al que condujeron a Álvarez el 22 de marzo fue el de Méderi, pero la diligencia calmó la angustia de su familia. Ahora, por lo menos, sabían que estaba vivo.

Decidieron documentar lo que le pasó para instaurar una denuncia por tentativa de homicidio. Acudieron al hospital para obtener la historia clínica, pero no les dieron acceso y, por otros medios, obtuvieron el parte del médico que atendió a Álvarez ese día. Su diagnóstico fue: una herida en el brazo derecho, fractura al nivel del codo y una herida más en el ojo derecho que le alcanzaba a afectar el oído. “Paciente refiere sentirse bien”, se lee en el documento. Ahora, junto al acta de supervivencia de la Fiscalía esperan que se esclarezca lo sucedido. 

Desde el día mismo del fallido motín de La Modelo, mucho se ha especulado sobre la cantidad de muertos que hubo por los enfrentamientos entre guardianes del Inpec y reclusos que lograron armarse tras saquear dos garitas de vigilancia. Una fuente cercana al proceso asegura que se han encontrado con más casos como el de Álvarez en los que los familiares creyeron que el recluso estaba muerto porque vieron su cuerpo inconsciente en videos que circularon sobre lo que pasó ese día, pero, tiempo después, lograron comunicarse con ellos.

 

Por Felipe Morales Sierra / @elmoral_es

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