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La entrega de la finca Las Tangas: Colombia busca redimir su pasado paramilitar

Bastión y retaguardia de los paramilitares, la finca "Las Tangas" y testigo de algunas de las páginas más oscuras de la historia del país, retornó esta semana a sus legítimos dueños en acto de expiación colectiva.

Gonzalo Domínguez Loeda, agencia EFE
13 de diciembre de 2014 - 03:01 p. m.
La entrega de la finca Las Tangas: Colombia busca redimir su pasado paramilitar

Desde ese lugar el "clan Castaño" que encabezaban los hermanos Fidel, Carlos y Vicente, dio forma a los ejércitos privados que después se desarrollaron en las unidades paramilitares, sanguinarios combatientes que sembraron el terror en regiones enteras de Colombia.

Situada en los alrededores del municipio de Valencia, a algo más de 100 kilómetros de Montería, la capital departamental, esta hacienda se convirtió en un icono del conflicto armado colombiano.

Según las autoridades, a esa hacienda llevaban en los años noventa los paramilitares de los Castaño a decenas de campesinos para asesinarlos y luego hacer desaparecer sus cadáveres.

Para conseguir hacerse con ese territorio de unas 4.000 hectáreas, los paramilitares amenazaron y asesinaron a los campesinos, a quienes ofrecían precios ridículos por unas tierras que les granjeaban el único sustento con el que alimentar a sus familias.

"Era muy maluco (loco), iban a decir a la gente: 'si usted no entrega (las tierras al precio ofrecido), las entrega la viuda o los huérfanos'", recordó en una entrevista con Efe Arlyn Buelvas, una de las personas que se vio obligada a huir y que ahora ha recuperado sus tierras.

El retorno a sus propiedades, cerrado este viernes en un simbólico acto en "Las Tangas" en el que estuvo presente el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, supone terminar con una pesadilla que se inicio en 1999 en el caso de Buelvas y que ha supuesto un duro caballo de batalla para los campesinos de toda Colombia.

Su devolución es posible gracias a la Ley de Restitución de Tierras que fue aprobada en 2011 y a un proceso que ha levantado muchas críticas por parte de sectores que afirman que, pese a que las decisiones estaban tomadas sobre el papel, en la práctica no se estaban aplicando.

Buelvas, que permaneció en la zona durante el gran apogeo de los Castaño, recordó que actuaban "más o menos como un señor feudal" y a los campesinos les tocaba "mantener y atenerse a lo que ellos dijeran".

En aquel contexto, como otros centenares de familias en la zona, abandonó sus tierras a la espera de una coyuntura mejor.

Sin embargo el temor permanece, puesto que, pese a que las AUC se disolvieron en 2006, aún existen bandas criminales herederas de aquellos paramilitares que amenazan a las personas que retornan a las tierras en las que un día los Castaño se enseñorearon.

"Tanto es así, que dicen que van a esperar que pasen los dos años que nos estén apoyando las entidades para que cuando estemos solos empiecen otra vez a presionarnos para quitarnos las tierras", reconoció la mujer que afirmó que aún hay presencia de esas bandas criminales en la zona.

Otra de las mujeres que acudieron al acto de restitución de tierras, Ángeles Cordero, reconoció que existe esa posibilidad pero rechazó el miedo porque, según dijo a Efe, tienen "ganas de luchar por estas tierras" en las que han trabajado sus familias.

Con la voluntad de rehacerse a la dura vida campesina en una región en la que las condiciones climáticas dificultan las labores, Cordero afirmó que "puede perdonar (a los paramilitares que les quitaron sus tierras) porque a las personas ignorantes hay que perdonarlas".

Rodeados por fuertes medidas de seguridad en un terreno de difícil acceso, en el acto también estuvo presente Abel Antonio Galindo, campesino de 81 años de manos duras y callosas y rostro marcado por las horas de trabajo bajo el sol.

Galindo comentó que el retorno a sus tierras, de las que huyó cuando otro líder de las AUC, Diego Fernando Murillo, alias "Don Berna", extraditado a Estados Unidos por narcotráfico, se presentó con hombres armados para obtener sus propiedades a un precio irrisorio, le supone una gran ilusión porque le da "una nueva esperanza", ya que va a volver a cultivar otra vez".

"Yo trabajo duro, porque es duro (el campo). Pero eso es lo que quiero, ahora tengo una nueva esperanza de poder volver trabajar", concluyó.  

Por Gonzalo Domínguez Loeda, agencia EFE

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