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La exreina que acusa al Defensor del Pueblo de acoso sexual

¿Quién es la exsecretaria privada de Jorge Armando Otálora que hoy lo denuncia por acoso sexual y laboral?

María Paula Rubiano
25 de enero de 2016 - 01:34 p. m.
Archivo El Espectador / Archivo El Espectador
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Cuando al frente de la iglesia de Guaduas coronaron a Astrid Cristancho como señorita Cundinamarca en 2005, eran pocos quienes habían escuchado hablar de la mujer que, con un vestido azul marino sobre el cuerpo de 1,75 metros de estatura, recibía la corona que la acreditaba para ir al Concurso Nacional de Belleza. Diez años más tarde, el nombre de Astrid Helena Cristacho Palacio es mencionado una vez más, pero esta vez, por motivos mucho menos festivos.

Ese junio del 2005, Astrid Cristancho, de 23 años, representó a Guachetá en el concurso departamental. “Ella, que había recibido muchas propuestas de participar, siempre se había negado pues quería terminar su carrera”, señalaba en esa época el periódico El Tiempo. Tan solo días antes de su coronación como representante de la belleza de Cundinamarca, Astrid Cristancho había sido auxiliar judicial ad honorem en el Tribunal Superior de Cundinamarca.

En ese momento las críticas de los jurados se enfocaban en su torso “demasiado delgado”, sus caderas muy amplias y la necesidad de que tonificara sus piernas. Poco importaba que la joven estuviera estudiando derecho en la Universidad Externado de Colombia y fuera bilingüe. O que entre sus hobbies estuvieran la pintura, la escritura y la oratoria.

En el Reinado Nacional, Astrid Cristancho perdió ante Valerie Domínguez. Igual le llegaron ofertas para trabajar en medios de comunicación. Ella no aceptó. Su meta era, siempre lo dijo, terminar su carrera universitaria y trabajar como abogada. Así lo hizo. Entonces, por un momento, su nombre fue olvidado.

Después de graduarse como abogada, Cristancho se especializó en derecho público, ciencia y sociología política en el Externado. Mientras estudiaba, trabajó primero como asesora jurídica en una empresa de tecnología, y un mes después de terminar su trabajo allí, se vinculó como secretaria académica en la Institución Universitaria Colegios de Colombia, de donde salió en 2009. En 2010 siguió su carrera en el sector privado: primero con Tribeka, una empresa de tecnología también, y luego en la firma de abogados brasileña Nabas Legal International.

Su carrera en el sector público inició con un puesto como asesora en el despacho del superintendente de Salud. De allí pasó a aceptar el cargo como secretaria privada en el despacho del defensor del pueblo, Jorge Armando Otálora.

Hasta su último día de trabajo en la Defensoría, Astrid Cristancho manifestó respeto por el trabajo que desde la entidad se hacía por la defensa de los derechos humanos. Pero en su carta de renuncia habló de un panorama sombrío y complicado dentro de la entidad: “Yo no puedo seguir justificando muchas cosas que pasan en la Defensoría. No puedo seguir pretendiendo que todo está bien y mucho menos después de ver que hay otras personas denunciando lo que yo he sufrido por estos años. No puedo permitirme más tiempo en un lugar hostil, agresivo e irrespetuoso como el que usted (Jorge Armando Otálora) ha creado”.

Con esa carta, el anonimato en el que sumergió después de su paso por Cartagena quedó atrás. Se convirtió en la cara de las denuncias contra el defensor Otálora por acoso laboral y acoso sexual. Y, según le dijo anoche a Noticias Uno, no dará un paso atrás.

Por María Paula Rubiano

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