Publicidad

Hélber Otero: la caída de un grande

Luego de 25 años de trabajar en el sector financiero con un perfil más bien bajo, Otero, investigado por haber intentado (supuestamente) sobornar al magistrado Pretelt, pasa uno de los momentos más amargos de su vida.

DIANA CAROLINA DURÁN NÚÑEZ y SANTIAGO MARTÍNEZ HERNÁNDEZ
27 de septiembre de 2015 - 02:00 a. m.
El pasado 28 de agosto, la Fiscalía le imputó el cargo de tráfico de influencias a Hélber Otero.  / Cristian Garavito
El pasado 28 de agosto, la Fiscalía le imputó el cargo de tráfico de influencias a Hélber Otero. / Cristian Garavito

Hace unos años, en el condominio Altos de Yerbabuena, entre Bogotá y Chía, se casaba por segunda vez Hélber Otero Pacheco. Al terminar la ceremonia y comenzar la fiesta, el cantante del grupo de son cubano que le daba al momento una banda sonora tomó el micrófono y les dijo a los invitados: “Por respeto a las creencias de los novios, en esta fiesta no se va a tomar trago ni a bailar”. Los meseros ofrecían jugo de maracuyá. “Esa es la doble moral de él: está en la cárcel por intentar sobornar a un magistrado, pero no ofreció alcohol en su boda”, señala una persona que durante muchos años lo ha conocido.

Esa misma casa lujosa en Yerbabuena donde se casó, fue durante las últimas semanas su centro de reclusión: así lo determinó un juez el pasado 29 de agosto, después de que la Fiscalía le informara que lo estaba investigando por, supuestamente, haber orquestado todo un plan para influir en una decisión de la Corte Constitucional. Se trataba de una tutela que ese alto tribunal tenía pendiente por resolver, y que finalmente salió en contra de los intereses de Hélber Otero: Fidupetrol, empresa de la cual le pertenecían el 50% de las acciones, fue obligada a pagar una multa de $22.500 millones. Él se declaró inocente.

Otero había conseguido la detención domiciliaria argumentando que él, padre de cuatro menores, era el único que generaba ingresos en su casa. Pero el pasado jueves 24 de septiembre otro juez derrumbó ese argumento e indicó que su esposa podía “contribuir al sostenimiento económico de su familia mientras él permanece detenido”, y así terminó en una celda de la cárcel Modelo de Bogotá. “Cayó por donde menos se pensaba, porque ese hombre ha hecho mucho”, dice alguien que ha conocido de cerca los negocios de Hélber Otero. Uno de los afectados con las decisiones financieras que Otero ha tomado a lo largo de una carrera de 25 años.

El principio

A pesar de ir de la mano con Juan Carlos Ortiz en los escándalos financieros más recientes y notorios –desde Proyectar Valores, su primer negocio juntos, hasta el descalabro del Fondo Premium–, el nombre de Hélber Otero Pacheco poco sonaba en la esfera pública. ¿Por qué? Para algunos excolegas suyos esta es la explicación: “Alrededor de él hay una ley del silencio; la gente le tiene mucho miedo. A los que les debía plata, les decía: ‘Si usted me demanda, yo le quito todo’. Él camina en la delgada línea de lo legal y lo ilegal”. “Lamento que digan eso. Por eso no vuelvo a estar en el sector financiero, se manejan muchas intrigas y mucha cizaña. Lo quiero, ha sido mi vida, pero mejor no”, le había dicho Otero a El Espectador en entrevista en marzo.

En este tema nadie quiere ser citado con nombre y apellido, asegurando que en el mundo financiero, pelear con un grande puede ser el fin de una fortuna. Y, de lejos, Otero es un grande en ese universo, aunque siempre acompañado de un manto de duda. Después de trabajar varios años en Citibank y de recibir varios reconocimientos por parte de ese banco –que exhibe en una pared de su oficina– salió por la puerta de atrás, denunciado por estafa y falsedad en documento público. Ese proceso, del cual no existe mucha información, no prosperó. Algunos de sus conocidos aseguran que ese episodio, cuando menos vergonzoso, se convirtió en su cruzada personal para demostrar sus capacidades.

Una vez por fuera de Citibank, se consiguió una oficina justo al frente de la sede del banco, en el norte de Bogotá, y desde allí comenzó a escalar posiciones hasta volverse uno de los hombres más ricos del sector en que se desenvuelve. Él asegura que cuando se mete en un negocio, lo hace con la intención de sacarlo a flote. Su reputación, sin embargo, es la del “salvador”, en tono irónico, o más grave aun: alguna vez, en una agitada discusión telefónica con un reputado exbanquero, éste le gritó: “¡Usted es una hiena!”. Se refería a la manera como Otero manejaba las empresas que iba adquiriendo.

El ejemplo más común al que recurren quienes critican las maneras de Hélber Otero es Proyectar Valores. Otero le contó a este diario que, en 2005, Juan Carlos Ortiz lo invitó a participar en esa compañía y, hasta el día que le pidió a la Bolsa de Valores de Colombia su suspensión, era una sociedad en ascenso. Su caída fue estruendosa: el 5 de octubre de 2011, la Superintendencia Financiera notificó que esa empresa era inviable: sus pasivos sobrepasaban los $66.000 millones; su activos, los $90.000 millones, y las deudas con al menos 17.000 clientes llegaban a los $340.000 millones. Otero había salido de sus acciones en 2010.

Según conocedores de las estrategias de este hombre, lo que él hacía era comprar bonos “basura”, los negociaba con otras empresas, especialmente con carteras colectivas, y éstas quedaban endeudadas mientras Otero y sus socios, como Juan Carlos Ortiz, se hacían a millonarias comisiones. En 2006, además, Hélber Otero llegó a la Bolsa Mercantil de Colombia –en esa época Bolsa Nacional Agropecuaria– a través de una comisionista llamada Opciones Bursátiles. Empezó poniendo la mitad del capital.

De la junta directiva hacían parte dos personas que han sido claves en la carrera de Otero: Martha Otero, su hermana, y Eduardo Oyuela Zea. A Juan Pablo Jaimes, su abogado, también se le empezó a ver por esa época. A él, en el sector financiero, lo llaman el “lobista” de Hélber Otero. Lo reconocen como un hábil abogado y como una persona muy cercana a Luis Fernando Cuadrado, quien era el delegado de la Superintendencia Financiera para supervisar a empresas como Proyectar Valores u Opciones Bursátiles. Esta última, a la larga, terminó completamente en manos de Hélber Otero.

Objetivo: la BMC

En 2007 llegó el momento de ingresar al mundo de las acciones: Andrés Uribe, entonces presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia (BMC), sacó al mercado un gran paquete accionario porque el sueño de quienes la lideraban era que se convirtiera en una bolsa de commodities (materias primas que se transan en los mercados como el petróleo, el oro o la soya) al estilo la bolsa de Chicago. El sueño no se cumplió, pero Hélber Otero vio una oportunidad de negocio interesante y compró un paquete a nombre propio y a nombre de algunas empresas suyas.

Las acciones de Otero en la BMC, indica un reporte del pasado 8 de septiembre, representan el 4%. Sus empresas van así: Tecfín, con el 5,5%; Asvalores, con el 1,05%; Coltec, con el 1,04%; Opciones Bursátiles, con el 0,9%. Así las cosas, Otero y sus compañías suman el 12,49% de la BMC, eso sin contar la participación minoritaria de su hermana, Martha Otero, y de otras personas que trabajan en línea con él. O que solían hacerlo. Su plan era apoderarse de la BMC y todos los que lo conocen lo sabían. Tal era su poder, que tenía en la junta directiva a dos fichas, una de ellas su abogado Juan Pablo Jaimes.

Pero en marzo pasado, le contó a este diario una fuente de alto nivel de la BMC, ocurrió lo impensable: nadie quiso representar a Hélber Otero en la asamblea de accionistas: “Su nombre empezó a mencionarse en medios y su reputación se puso en entredicho públicamente. Nadie quiso ser relacionado con él. Aunque, debo decir, de él no existe una sola queja como accionista”. Algunos excomisionistas de la BMC, sin embargo, culpan a Otero de su salida de esa bolsa: aseguran que, gracias a sus nexos con funcionarios de la Superintendencia Financiera, logró sacarlos del camino a través de sanciones supuestamente injustas.

En la BMC, en 2012, el Autorregulador del Mercado de Valores emitió una alerta: un grupo de inversionistas estaban comprando y vendiendo entre sí la acción para subir su precio. Como después pasaría con Interbolsa y las acciones de Fabricato. Pero en el caso de la BMC, la investigación no llegó lejos, a pesar de que la acción subió y bajó drásticamente: en 2007, cuando se emitió el primer paquete de acciones, éstas valían poco más de $2.000. En 2008, su valor llegó a sobrepasar los $8.000. Y hoy, su transacción no supera los $900, según información de la Bolsa de Valores de Colombia.

Deudas pendientes

En su momento, se dijo también que la gente de Interbolsa –Juan Carlos Ortiz, Tomás Jaramillo y compañía– estaban inflando el precio de la acción de la BMC para conseguir recursos con ésta como garantía, lo cual, casi calcado, se hizo en Interbolsa. Aunque, según fuentes de la Superintendencia de Sociedades, Hélber Otero nunca usó sus acciones de la BMC como garantía con los préstamos que le hizo Valores Incorporados (es decir, el Fondo Premium), por más de $12.600 millones y US$872.000. Las garantías para el primer préstamo fueron su casa en Altos de Yerbabuena y un apartamento. Para el préstamo en dólares no había garantía alguna.

Fuentes de la Supersociedades le aseguraron a este diario que en 2013, cuando el Fondo Premium entró en liquidación, Otero negó tener cualquier saldo en rojo. Luego lo admitió y pidió que cruzaran su deuda con dinero que le debían a él, propuesta que la Supersociedades rechazó. En octubre de 2014, la decisión del organismo fue enviar el proceso a cobro jurídico a través de dos juzgados de Bogotá. Así resultaron embargados su casa de Altos de Yerbabuena, dos apartamentos en el norte de Bogotá, un fideicomiso, tres locales y más de tres millones de acciones de la BMC, que valdrían unos $2.400 millones.

Poco antes de que su casa en Altos de Yerbabuena se volviera su cárcel, Hélber Otero y el liquidador del Fondo Premium, Alejandro Revollo, estaban intentando llegar a un acuerdo para cubrir la deuda. Otero había ofrecido más acciones de la BMC, una trilladora y $1.000 millones en efectivo. Pero vino la detención y las negociaciones quedaron en veremos. Días después de la captura, Martha Otero reanudó los acercamientos con la Supersociedades y ratificó la oferta, aunque este capítulo no se ha cerrado aún.

El poder de Otero y el que llegaron a tener en su momento Juan Carlos Ortiz y compañía sigue rondando como un fantasma a la Bolsa Mercantil de Colombia. No es para menos: Interbolsa tiene el 23,8% de las acciones; y Valores Incorporados y Rentafolio Bursátil, es decir, el Fondo Premium, el 4,8 y el 0,96%, respectivamente. Estas acciones, por hacer parte de un proceso de liquidación, deben salir a la venta. En la BMC temen que Ortiz, Otero y su gente hagan maniobras para, a través de terceros, volver a manejar los hilos de la empresa.

Siempre se habló del fuerte vínculo entre Juan Carlos Ortiz y Hélber Otero. En entrevista con este diario hace unos meses, Otero aseguraba que sus nexos con Ortiz habían sido estrictamente comerciales: “Es la única relación que hemos tenido. Es un tipo querido, brillante, pero…”. En esa época, Ortiz ya estaba detenido; poco después admitiría su responsabilidad en el descalabro de Interbolsa, y Otero hablaba desde la libertad. Una libertad que acaba de perder mientras se define si lo llaman a juicio por, supuestamente, haber intentado sobornar al magistrado Jorge Pretelt para que su empresa Fidupetrol se evitara una multa de $22.500 millones.

 

Por DIANA CAROLINA DURÁN NÚÑEZ y SANTIAGO MARTÍNEZ HERNÁNDEZ

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar