La importancia de que en la Corte Constitucional haya tres magistradas

Es la primera vez que en la Corte Constitucional hay tres magistradas. Ellas afrontan el enorme reto de que los derechos de las mujeres tomen más relevancia en este alto tribunal.

María José Medellín Cano
20 de junio de 2017 - 02:30 a. m.
De izq. a der., las magistradas Gloria Stella Ortiz, Cristina Pardo y Diana Fajardo. Las dos últimas fueron elegidas este año.   / Mauricio Alvarado - El Espectador
De izq. a der., las magistradas Gloria Stella Ortiz, Cristina Pardo y Diana Fajardo. Las dos últimas fueron elegidas este año. / Mauricio Alvarado - El Espectador

La primera Corte Constitucional de Colombia, que se creó con la Constitución de 1991 hace 26 años, estaba compuesta por nueve magistrados: todos eran hombres. Pasaron diez años sin que el alto tribunal tuviera en su plantilla de magistrados al menos a una colega. La primera fue Clara Inés Vargas Hernández, quien rompió con la década de hegemonía masculina en la Corte cuando se posesionó en 2001. Desde su llegada, sólo han pasado por el tribunal cuatro mujeres más y tres de ellas tienen hoy un puesto en la Sala Plena de la corporación, que nunca antes había tenido este número de representación femenina. Que Gloria Ortiz, Cristina Pardo y Diana Fajardo, quien terminó por completar el trío hace dos semanas con su elección, ejerzan como magistradas del alto tribunal es un precedente y un avance, pero también una advertencia de las batallas que falta librar.

La aparición de este bloque femenino la celebran organizaciones defensoras de derechos humanos y de la mujer. Alexandra Sandoval, por ejemplo, abogada de la organización internacional Women’s Link Worldwide, explicó que, además de ver con buenos ojos la composición de la Corte, recordó que es este tribunal el que, ante el silencio del Congreso, ha defendido con vehemencia a las mujeres. “No olvidemos que fue esa Corte la que despenalizó el aborto bajo tres causales hace 11 años”, dice Sandoval.

La lista de derechos protegidos por la Corte, precisamente como el de la interrupción voluntaria del embarazo, no es larga. Pero quienes conocen la historia de las batallas femeninas aseguran que los que están en el listado han sido fundamentales para las mujeres. María Victoria Calle, exmagistrada del alto tribunal y la segunda mujer en llegar a la Corte —su período finalizó este año—, afirma que la lucha por los derechos de las mujeres en el terreno judicial son victorias apenas parciales. “El balance indica triunfos insuficientes, pero la mirada judicial ha ofrecido respuestas que han significado un avance importante”, sostiene Calle.

Estos logros los resalta Ana Jimena Bautista, investigadora de Dejusticia: “El aborto, por supuesto; la no discriminación en colegios a niñas por estar embarazadas; el reconocimiento de las labores que se hacen en casa; el trabajo de cuidado que se debe reconocer no como una simple tarea sino como un trabajo como tal que aporta a la sociedad; la protección no sólo de la violencia física sino también de la económica; el reconocimiento de que las mujeres víctimas del conflicto sufren una victimización especial por el hecho de ser mujeres. Sin la Corte, nada de esto sería posible”.

Para juristas de la trayectoria de María Victoria Calle, es preocupante que, a pesar de los esfuerzos del alto tribunal, persistan problemas profundos y extendidos “como los prejuicios y el machismo”. Por eso, que ahora en la Corte exista la perspectiva de tres magistradas es una puerta abierta para que la situación mejore. “Los discursos feministas que han investigado la idea de feminizar los espacios judiciales apuntan a que lo más importante es que la administración de justicia se parezca más a la sociedad y que se banalice el hecho de que una mujer pueda ser magistrada”, le explicó a este diario la profesora e investigadora de la Universidad Externado Carolina Vergel.

El hecho de que en la Corte haya una mujer, añade Vergel, hace que todo el debate en la Sala Plena cambie. Catalina Botero, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes y miembro del consejo directivo de Dejusticia, manifiesta que los hombres y mujeres tienen diferentes formas de ver y analizar los problemas. Para explicar a qué se refiere la profesora Botero, acude a un ejemplo sencillo: “Cuando se trata de un problema familiar y es el hombre quien resuelve la discusión, no tiene en cuenta que la mujer es quien probablemente tiene tres jornadas de trabajo, es quien arregla la casa y cuida a los niños”.

Botero agrega que en esa situación no es fácil que un hombre entienda la posición en la que está la madre, pues es probable que no la haya vivido. “Creo que hay una falta de comprensión de la problemática, porque no se tiene la perspectiva de una persona que sí sufre los efectos de una cultura que ha sido tradicionalmente dominada por hombres. Que la Corte tenga esa nueva manera de entender las relaciones sociales y de poderes con las tres magistradas es positivo. Espero de ellas lo mismo que espero de todos los jueces del país: rigor, sensibilidad y fortaleza por la defensa de las minorías e imparcialidad en la toma de decisiones”, expresa Botero.

La especial sensibilidad y la visión diferente de los temas que llegan a la Corte, comenta Ana Jimena Bautista, de Dejusticia, podría ser la diferencia real frente a una Corte sin mujeres. “Pero no es una garantía. No por el simple hecho de ser mujeres está todo arreglado”, advierte la investigadora. Las tres magistradas tienen el desafío, por lo menos dos veces a la semana, de reunirse en la Sala Plena a discutir con sus colegas temas de la más alta importancia para el país. “Lo que esperamos es que juntas puedan incluir el enfoque de género en todas las decisiones de la Corte, independientemente de los temas que se discuten”, resalta Bautista.

Ante este reto monumental, Alexandra Sandoval señala que “no es suficiente con que sean mujeres. Tienen que ser magistradas comprometidas con la protección de los derechos humanos de las mujeres y niñas”. Catalina Botero, por otra parte, recuerda que las tres son juristas preparadas, “rigurosas y serias”, y sus hojas de vida parecen demostrarlo. Las tres conocen las movidas del mundo judicial, pues trabajaron en la Corte como magistradas auxiliares: Pardo trabajó en la secretaría jurídica de Juan Manuel Santos, Fajardo en la Agencia de Defensa del Estado, y Ortiz en la Fiscalía de Eduardo Montealegre, en el área de derecho constitucional.

Todo, hasta ahora, han sido aplausos y felicitaciones para las tres mujeres de la Corte. Sin embargo, en la celebración hay también un trago amargo. Si bien no hay que perder de vista que su presencia en el alto tribunal representa simbólicamente una mejoría en la situación de las mujeres dentro de los cargos más importantes de la Rama Judicial, Colombia todavía está muy lejos de conseguir una igualdad en esta materia. “A veces me parece increíble que, estando en 2017, nos alegremos con la cifra de tres mujeres en la Corte. Estamos muy quedados. Las estadísticas lo demuestran”, señala Carolina Vergel.

A los números que hace referencia son los siguientes: por un lado, los decanos de las facultades de derecho más importantes del país, entre ellas las de la Universidad de la Sabana, el Rosario, Externado, Javeriana y los Andes, han reportado que de sus aulas se gradúan más mujeres que hombres. Es decir, en Colombia hay más abogadas que abogados, y aun así sólo hay tres mujeres magistradas, de nueve plazas que tiene la Corte Constitucional; en el Consejo de Estado hay siete mujeres, de 31 despachos, y en la Corte Suprema sólo hay tres, de 23 puestos en total.

En porcentajes, la situación es esta: solamente el 20 % de los jueces que están en esas tres altas cortes son mujeres, aunque es un avance frente al 0 % que representaba la presencia de mujeres en la Corte Constitucional hace 26 años. “Además de los retos que ya tienen las magistradas, a todos nos corresponde la tarea de encontrar la fórmula de cortar esa brecha”, dice Bautista. “Que una mujer llegue a la Corte debería ser una banalidad. Hay que entender que existe una visión de la justicia masculina y otra femenina”, insiste Vergel.

Para darle una respuesta a la misión que propone Bautista, la profesora Vergel expone una pista clave: “Que haya tres mujeres en la Corte Constitucional tiene un efecto simbólico importantísimo. Los niños tienen referentes en figuras simbólicas: el astronauta con casco, el policía con uniforme y el abogado en corbata. Crecen pensando en esa figura y sueñan ser como ellos. Las niñas ahora tienen un referente. Van a crecer viéndolas como juezas. Y quizás se conviertan en estudiantes de derecho inspiradas en estas tres mujeres, convencidas de que llegar hasta la Corte Constitucional es posible”.

Por María José Medellín Cano

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