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“Las queremos completas y pronto”: víctimas del Palacio de Justicia

Violeta Martínez y María Fernanda Molina son familiares de dos guerrilleras del M-19 que desaparecieron el 6 de noviembre de 1985. Pese a que el año pasado les informaron del hallazgo de restos de sus familiares, todavía no saben dónde están.

Redacción Judicial
18 de noviembre de 2015 - 03:40 a. m.

Violeta Martínez duró mucho tiempo sin entender qué había pasado con su mamá. Tenía seis años cuando en la televisión de su casa en Cali una de sus tías veía horrorizada las primeras imágenes de la toma del Palacio de Justicia, antes de que suspendieran la transmisión. Los mayores de su familia sabían que ahí estaba Cristina Garzón, su mamá. Una guerrillera del M-19 de quien 30 años después solo se sabe el paradero de dos de sus huesos.

Igual número de restos identificados le notificaron a María Fernanda Molina, hermana de la guerrillera Mónica Beltrán, quien ingresó de manera violenta al Palacio junto con sus compañeros de lucha cuando tenía 19 años. Si bien las autoridades confirmaron que Mónica había ingresado a la toma, para la familia Molina Beltrán su paradero durante muchos años fue un misterio. Es más, su mamá, Berta Beltrán, está segura de que algún día su hija se aparecerá en la puerta de su casa y la pesadilla de 30 años por fin terminará.

Durante mucho tiempo, el miedo a represalias mantuvo en completo silencio los esfuerzos de búsqueda de los Martínez Garzón y los Molina Beltrán por encontrar a sus seres queridos. Por eso tampoco fueron muchos. Con el paso de los años, ambas familias se apoderaron del tema, en especial la hija de Cristina y la hermana de Mónica. Ambas mujeres son hoy testigos del olvido que ha envuelto el caso de sus familiares. Pero también se han convertido en ejemplo de lucha por conocer la verdad.

Viajaron juntas a Bogotá para estar presentes en el aniversario número 30 del holocausto y asistieron al acto de perdón presidido por el presidente Juan Manuel Santos el pasado 6 de noviembre. Llegaron hasta la Plaza de Bolívar porque ellas también son víctimas que les exigen, o más bien les imploran, a las autoridades que les entreguen completos los cuerpos de sus seres queridos. El Espectador reproduce una conversación con estas dos mujeres.

 

***

Violeta: Yo conocí a María Fernanda en una de esas charlas de víctimas que organizaron en Cali. Ahí nos presentamos y para mí ha sido un apoyo muy importante, porque yo perdí a mi mamá cuando estaba muy pequeña.

María Fernanda: Además, las dos somos de Cali, entonces hace que las cosas sean más difíciles, porque todos los procesos están en Bogotá. Ella no se acuerda de nada de ese 6 de noviembre.

Violeta: Yo tenía solo seis años y estaba al cuidado de una tía. Pero recuerdo a toda mi familia pegada a las noticias y esperando que sonara el teléfono y mi mamá contestara. Pero eso nunca pasó. La última vez que hablamos con ella fue tres semanas antes de la toma, pues nos había contado que “algo importante” iba a pasar en Bogotá. Les dio instrucciones a mis familiares para que cuando llamara de nuevo alguien viajara conmigo hacia Bogotá. Me iba a sacar del país. Pero eso nunca pasó.

María Fernanda: Yo sí me acuerdo de todo. Mi hermana Mónica tenía 19 años cuando entró al Palacio. Nosotros sabíamos que desde hacía un año ella estaba militando con el M-19 en Bogotá, pero cuando empezaron las noticias de la toma, no sabíamos a ciencia cierta si ella estaba ahí. Me acuerdo de la angustia viendo esas imágenes en la televisión, todos a la expectativa y muy concentrados de ver a todos los que salían de ese incendio hacia la Casa del Florero. Pero nunca la vimos.

Violeta: En cambio mi familia sí estaba segura de que ella estaba ahí por la llamada que había hecho días antes. También me cuentan que buscaban a mi mamá en la cara de cada persona que salía viva del Palacio, que no se perdieron ni un minuto de la transmisión y de las noticias. Lástima que pusieran ese partido de fútbol. Al no tener noticias, nosotros la damos, como desaparecida pero siempre hemos tenido la esperanza de saber algo de ella. Pero ya son 30 años y no sabemos mucho.

María Fernanda: Nosotros también tuvimos la esperanza mucho tiempo de que mi hermana volviera. Mi mamá todavía piensa que ella salió viva y que va a llegar a golpear un día a la casa. Lo que sí es cierto es que un mes después de la toma, la revista Semana sacó unas fotos de la casa en el sur de Bogotá en donde el comando del M-19 se reunió antes del 6 de noviembre y ahí salía mi hermana. Ahí la dimos como desaparecida.

El Espectador: ¿Cómo empezó ese proceso de búsqueda de sus familiares?

María Fernanda: Nosotros empezamos años después, porque estábamos a la expectativa de que ella regresara, pero también nos daban miedo las represalias que podía haber en contra de nosotros. Para 1997 alcanzamos a hablar con el abogado Eduardo Umaña Mendoza, a quien le íbamos a dar un poder para que nos defendiera, pero lo asesinaron. Eso cortó mucho las posibilidades de continuar. Hace dos años retomé el trabajo y aquí seguimos.

Violeta: A nosotros nos pasó lo mismo. Mi familia tenía miedo de actuar y a la estigmatización por ser familiares de una guerrillera. Yo soy quien realmente empezó la búsqueda de mi mamá, en el 2000, preguntando, indagando y pidiendo que sea escuchado el caso de ella. Me entrevistó la Comisión de la Verdad y ellos escribieron en el informe final que con mi testimonio pudieron registrar la dimensión de la tragedia de una familia que no pudo sepultar a una madre, hermana y esposa. Además, se dieron cuenta del sufrimiento silencioso de quienes padecen la estigmatización y la indiferencia, sobre todo de nuevas generaciones, que no tenemos por qué asumir, además de la pérdida de un ser querido, el rechazo de una sociedad con prejuicios y sin espacio par la reconciliación.

El Espectador: ¿Por qué empezar a buscar después de tanto tiempo?

María Fernanda: Ahora nosotras nos hemos puesto en la tarea de buscar a nuestros familiares, porque las condiciones del país han cambiado. El proceso con la Corte Interamericana de Derechos Humanos nos ha servido para poder exigir nuestros derechos. Eso ha abierto lentamente las puertas para que nos acerquemos a las autoridades.

Violeta: Lo mío es una búsqueda más personal. Cuando ocurrió lo del Palacio yo estaba muy niña y por eso me ha tocado reconstruir a mi mamá a partir de los que me han contado los demás. Si alguna vez he sentido miedo de las represalias, siempre ha sido más importante la posibilidad de dignificar a mi mamá, de saber qué pasó con ella y, a partir de ahí, construir mi propia historia.

María Fernanda: Tristemente, nuestros avances y los de la investigación no son muchos. El año pasado la Fiscalía informó que encontraron dos restos óseos que coinciden con la información que tienen de mi hermana. Pero solamente son dos huesos, no hay nada más. Pero el caso de la mamá de Violeta es muy significativo, porque también reconocieron dos huesos pero hace tres años, y sólo en el 2014 el fiscal lo hizo público, creemos que por asuntos mediáticos.

Violeta: Así fue. Nos enteramos de esos restos por unos papeles que tenían nuestros abogados. Pero todavía seguimos esperando que nos los entreguen o que nos digan algo más.

María Fernanda: A nosotros tampoco nos han dicho nada. A comienzos de este año mandamos un derecho de petición para saber en qué va el proceso, pero nos contestaron lo que ya sabíamos. Pero ahí también exigimos que se haga una búsqueda minuciosa entre los demás restos, porque sabemos que nuestros familiares están revueltos con otros. Necesitamos que este proceso se haga con seriedad, porque no queremos que nos entreguen los restos ni a pedazos ni a cuentagotas. Los queremos completos y pronto.

Por Redacción Judicial

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