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Los héroes sí existen

El abogado Jorge Molano recibió el premio de la organización holandesa Lawyers for Lawyers, un reconocimiento a toda una vida consagrada a la defensa de los derechos humanos.

Ricardo Abdahllah
27 de junio de 2015 - 02:15 a. m.
El condecorado abogado colombiano Jorge Molano. / Ricardo Abdallah - El Espectador
El condecorado abogado colombiano Jorge Molano. / Ricardo Abdallah - El Espectador

“Amsterdam, Londres, Bilbao, Roma, Oslo. No recuerdo todo exactamente. Como unos diez países en veinte días”. Jorge Molano hace esfuerzos por organizar la lista de los lugares en los que ha estado durante una gira con el ritmo de una estrella de rock . “Visite toda Europa”. Molano, sin embargo, no ha estado precisamente de vacaciones. Entre representantes de sindicatos y partidos políticos, asociaciones de juristas, grupos de estudiantes, parlamentarios y ministros de relaciones exteriores, el abogado colombiano de 45 años, no ha tenido tiempo de visitar ni uno solo de los monumentos europeos. “¿Cuántas reuniones? Puede que ochenta, incluyendo las conferencias”, dice. “Me voy mañana y tengo una entrevista más a la que tengo que ir con maletas de camino al aeropuerto”.

Paraísos de los DDHH

El motivo principal del viaje es la invitación de la organización holandesa Lawyers for Lawyers que este año eligió al colombiano como ganador de su premio mundial a los abogados defensores de los derechos humanos. El galardón ha sido otorgado previamente a personajes como Alec Muchadehama , de Zimbawe y a Magomed Aboubakarov, defensor de los derechos de las minorías en Chechenia.

En la declaración del jurado, conformado por los juristas Theo van Boven, Egbert Myjer y Els Swaab y que también consideró finalistas a Khalil Maatouk, de Siria, y al chino Pu Zhigiang, puede leerse que “se encontró en Molano a un abogado notable por sus décadas de compromiso con aquellos que no aceptan la opresión de un poder con frecuencia criminal y violento”.

“Imagino que si me dieron el premio es porque se han dado cuenta de lo peligrosa que es la labor de los defensores de los derechos humanos en Colombia”, afirma el galardonado quien sostiene que pese a que durante el gobierno de Juan Manuel Santos el discurso hacia las organizaciones no gubernamentales se ha suavizado, las cifras muestran una situación tanto o más grave que durante la presidencia de Álvaro Uribe.

“Además se tiende a olvidar que Santos fue su ministro de Defensa y que por eso mismo tiene una responsabilidad en la intimidación y los asesinatos que ocurrieron en el periodo 2002 a 2010”, señala.

Un largo combate

A sus 46 años, Molano no olvida la experiencia que representó para él poder trabajar junto al padre Javier Giraldo cuando era un recién egresado de la Universidad Externado de Colombia.

Tampoco la figura titular que fue su maestro Eduardo Umaña Mendoza de quien opina que “es un ejemplo de la altura, el compromiso y la dignidad que puede tener un colombiano y al mismo tiempo de la capacidad que tiene Colombia para eliminar a sus mejores hombres”.

Fue tras el asesinato de Umaña Mendoza, en abril de 1998, que Molano “heredó” el caso de los desaparecidos del Palacio de Justicia, que representa para él un momento en el que los militares accedieron a un poder político que aún conservan y no están dispuestos a ceder, “al punto que, sabemos de buena fuente que la eventual liberación del coronel Plazas Vega es una condición que los militares han puesto a Juan Manuel Santos para garantizar su apoyo al proceso de paz”.

Molano ha representado también a las familias de las víctimas en procesos como el plan de exterminio de los miembros de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, la masacre de Trujillo, el asesinato del estudiante de la Universidad del Valle Jhony Silva, en un enfrentamiento con miembros del ESMAD, y la muerte del líder Alejandro Uribe Chacón, quien aparecía en informes del el Ejército como “organizador de reuniones para informar a la comunidad sobre las actividades de la AngloGold Ashanty”.

“Un caso que no es único, pues hemos encontrado y dado a conocer memorandos militares en los que se señala a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, la ONIC y el Comité de Presos Políticos como 'adversarios'. Para el Estado colombiano, las organizaciones de derechos humanos hacen parte de un 'enemigo' que debe ser erradicado”.

La combatividad de Molano le ha valido varios reconocimientos internacionales, que además del Lawyers for Lawyers incluyen una mención especial en el Premio de Defensor de los Derechos Humanos del Departamento de Estado de Estados Unidos.

Al mismo tiempo, las amenazas de muerte que se han convertido en un constante desde el 2009 y lo obligaron a enviar a su hija a estudiar en el extranjero.

“El ritmo de este viaje ha sido muy pesado, pero poder caminar por la calle o sentarme a comer en un restaurante ha sido un gran respiro. En Colombia hace mucho que no puedo hacerlo”, dice Molano. Obligado a desplazarse en un auto blindado con un conductor de confianza, el abogado señala que “el Gobierno piensa que su responsabilidad con los defensores de derechos humanos se limita a darles un carro y un escolta” y que tiene documentos que prueban que en varias ocasiones las rutinas de desplazamiento y los números de celular de las personas protegidas terminan siendo entregadas a las agencias de inteligencia estatal.

Más allá de la estatuilla de reconocimiento y los US $10.000 entregados como estímulo, el premio le ha permitido a Molano visitar diferentes estamentos europeos, tanto académicos como institucionales o de la sociedad civil, para presentar un panorama de la situación de los derechos humanos en Colombia, mucho menos optimista de lo que llevan a pensar las conversaciones de paz.

“Es precipitado hablar de un 'posconflicto' en un país aún sumido en graves problemas de desplazamiento, desigualdad y corrupción de los estamentos judiciales” dice el abogado que cita como ejemplo el fracaso de la justicia transicional que Molano prefiere llamar “impunidad transaccional” teniendo en cuenta que de los 35.000 paramilitares supuestamente desmovilizados apenas 105 han sido cobijados por sentencias.

“No se trata de caer en el populismo punitivo y decir que todo mundo tiene que ir a la cárcel, pero tampoco de que nunca sepa quiénes ejecutaron los crímenes y sobre todo quiénes les ordenaron. La justicia no será nunca un obstáculo para la paz, pero la impunidad sí”, concluye.

 

Por Ricardo Abdahllah

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