Publicidad

“Presidente Santos, su silencio nos lacera el alma”: esposa de Ramón Cabrales

El Eln pide una suma astronómica por su libertad. Meliza Castro dice que ni liquidando todo el patrimonio de su familia, incluidos sus suegros y sus cuñados, alcanzaría.

Diana Durán Núñez
29 de enero de 2016 - 03:46 a. m.
Meliza Castro y Ramón Cabrales tiene dos hijos de 9 y 3 años. La ceremonia de su matrimonio la celebraron dos meses antes de que se cometiera el secuestro.
Meliza Castro y Ramón Cabrales tiene dos hijos de 9 y 3 años. La ceremonia de su matrimonio la celebraron dos meses antes de que se cometiera el secuestro.

Hace unos días, Meliza Castro recibió un video que contenía la primera y única prueba de supervivencia que se ha conocido de su esposo, Ramón José Cabrales. Sus suegros le dijeron que no se sentían capaces de mirarlo, así que le tocó hacerlo sola. Antes de sentarse a ver los 59 segundos de grabación le sudaban las manos y le dolía el estómago, pero las ganas de verlo por fin, de nuevo, la vencieron. Apenas lo vio le pareció que estaba tan delgado, tan angustiado y tan serio que se derrumbó. No sabía cómo detener las lágrimas. Se sintió abrumada: ni siquiera oía las palabras que su esposo le decía desde algún lugar remoto en el Catatumbo. El video fue divulgado el pasado martes por Noticias RCN.

“Querido padre, madre mía, hermanos, mi amada Meliza, mis hijos, Sarita y Manuel José, les mando este video para que vean que estoy bien”, fueron las palabras con las que Ramón José Cabrales, alto consejero de la Gobernación de Norte de Santander para la provincia de Ocaña, abrió su mensaje. Cómo llegó esa pieza preciosa a manos de su esposa Meliza es un secreto que ella, por ahora, prefiere mantener bajo reserva. “Luego volví a ver el video y a entender lo que decía. Lo vi muchas veces, lloré muchas veces más. Tanto que dije: ya no quiero verlo más”.

En entrevista con este diario, Meliza Castro relató cómo han sido los últimos cinco meses de su vida, desde que su esposo fue secuestrado el 3 de septiembre del año pasado cuando salía de su finca familiar, en zona rural de Ocaña, Norte de Santander. La primera noche no fue, en realidad, la peor. Sus suegros, Manuel José Cabrales y Marlene Camacho, se fueron a su casa a acompañarlos a ella y a sus dos nietos, Sarita, de 9 años, y Manuel José, de 3. “Moncho nunca había sido amenazado, así que creíamos que era un error. Como es alto consejero para la provincia de Ocaña, pensamos que tal vez sólo querían que él llevara un mensaje y que volvería en cuestión de horas”.

El paso del tiempo les indicó pronto que estaban equivocados. En cuatro semanas Meliza Castro perdió ocho kilos. En seis fue internada una semana en un hospital: tenía una úlcera duodenal. Cómo no iba a ser ese el resultado si pasaba los días a punta de jugos, agua y gaseosas. No tenía ganas de nada, se sentía agotada. Solía acostarse tarde y, ya con los niños dormidos, la mitad de su cama que estaba vacía se volvía la peor parte del día. “Ese era el tiempo en que podía llorar. Lloraba hasta que me cansaba y me quedaba dormida, y a las dos o tres horas me volvía a despertar”.

El día que secuestraron a Ramón Cabrales, él llamó a su madre más de una hora después del plagio. Desde ese momento, la familia supo de su propia boca que estaba en poder del Eln. Apenas se enteró, Meliza Castro fue a la estación de Policía de Ocaña, que queda a la vuelta de su casa. Alcanzó a escuchar en los radios de los uniformados la alerta por el rapto. De allí salió corriendo hacia la finca de la familia de su esposo: la camioneta en la que iba su esposo estaba encunada y un amigo de él que lo acompañaba, hecho un mar de lágrimas. Empezó a llamar a todos sus amigos y conocidos para que avisaran en los pueblos más cercanos; se le descargó el celular. Al recargarlo le llegó una notificación: su esposo la había llamado dos veces.

Desde que Ramón Cabrales fue secuestrado, su mamá organizó un altar en su casa para orar por su regreso, y los habitantes de Ocaña han hecho veladas de oración y al menos tres marchas para pedirle a la guerrilla del Eln su liberación. Meliza Castro no recuerda cuánta gente ha participado en esas demostraciones: la verdad, hay muchas fechas, datos y nombres que se traspapelan en su cabeza por estos días. Recuerda, eso sí, que en las marchas todos han ido luciendo las camisetas que se mandaron a hacer para la ocasión con una exigencia: “Liberen a Moncho ya”, y una sola arenga: “¡Moncho, amigo, Ocaña está contigo!”. “Mi niño todavía repite esa...” frase, quería decir. El llanto no la dejó.

El tiempo ha ido imponiendo el silencio. Con los niños intenta hablar lo menos posible del tema, no quiere generarles falsas expectativas. En Navidad se hizo fuerte el rumor de que iba a ser liberado; una vez más, lo esperaron en vano. “Fue la Navidad más triste que hayamos tenido. Nos quedamos dormidos temprano, no quisimos celebrar nada. Todos los días fueron de soledad”. Para esa época Manuel José Cabrales, padre de Ramón Cabrales, ya estaba enfermo: precisamente la preocupación por su hijo. “Cuídeme a mi papá”, le alcanzó a decir a su mamá luego de haber sido secuestrado.

La madre de Ramón Cabrales, Marlene Camacho, se ha mostrado un poco más fuerte. Justo ayer, dos días después de conocerse la prueba de supervivencia de su hijo, viajó a Bogotá y fue entrevistada en el noticiero del mediodía de RCN. Ella, al igual que su familia, sintieron que la esperanza los abrigaba el 16 de octubre pasado, cuando oyeron al ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, asegurar que el presidente le había indicado que la liberación de Ramón Cabrales debía darse antes de que se iniciaran los contactos formales de diálogos de paz con el Eln. “Pero en enero empezamos a ver que los contactos seguían. Nos sentimos tristes, abandonados, solos”.

El reclamo mayor es hacia el presidente Juan Manuel Santos, quien hasta ahora no los ha atendido. Marlene Camacho, cuenta su nuera Meliza, ha llamado con insistencia a asesores del mandatario. Le toman los datos y le dicen que le van a regresar la llamada, pero su teléfono lleva meses en el más absoluto silencio. La molestia creció significativamente cuando, el pasado 8 de enero, el Eln le envió al presidente el mensaje de que le entregara los restos del sacerdote Camilo Torres como un gesto para empezar los diálogos de paz y el Gobierno de inmediato ordenó la exhumación, que se hizo el pasado martes. “¿Por qué el presidente no exigió la liberación de Moncho a cambio de esos restos? ¿Qué le costaba?”.

Al presidente Santos, Meliza Castro le suplica: “Señor presidente, su silencio nos lacera el alma. No nos ignore, por favor, escúchenos. Ramón está en una zona de difícil acceso, el Catatumbo, donde no sólo está el Eln sino también las Farc y el Epl. Saque un minuto para prestarnos atención, por favor. No entendemos su desinterés en nuestro caso. Hay una vida de por medio, estamos viviendo una pesadilla”. La prueba de supervivencia, al menos, resultó una ganancia: ha tenido el impacto para generar algún eco político, pero sólo habrá sido el impacto suficiente si se logra su liberación.

Hace menos de dos semanas, el Eln le exigió dinero a la familia de Ramón Cabrales por su libertad. Ellos no han querido especificar cuánto les pidieron, pero este es el cálculo: ni vendiendo su patrimonio Meliza Castro, los dos hermanos de Ramón Cabrales y sus padres alcanzaría.

Por Diana Durán Núñez

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar