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Suicidas en el Ejército

Milton Alirio Bustos Caballero acabó con su vida el 12 de mayo de 2001 por supuestas presiones de sus superiores en el curso que realizaba para ascender a suboficial.

Sebastián Jiménez Herrera
13 de marzo de 2013 - 10:04 p. m.
Los uniformados que presentan tendencias suicidas tienen una línea para pedir atención las 24 horas del día.  / Archivo
Los uniformados que presentan tendencias suicidas tienen una línea para pedir atención las 24 horas del día. / Archivo

En la sede del Batallón Manuel Murillo Toro, en Facatativá, el 12 de mayo de 2001, Milton Alirio Bustos Caballero se suicidó frente a algunos de sus compañeros del curso para ascender a suboficial. Al parecer se encontraba bajo los efectos del alcohol. Unos uniformados que se encontraban cerca suyo, apenas vieron que Bustos Caballero puso en su cuello un fusil que se encontraba en el lugar y disparó. No lo sabían. Llevaba tiempo pensando en suicidarse, supuestamente porque estaba cansado de los regaños y presiones que recibía por parte de sus superiores. Su familia demandó al Estado por su supuesta responsabilidad en la muerte del uniformado; sin embargo, en un reciente fallo, conocido por El Espectador, el Consejo de Estado es enfático: las autoridades no tuvieron la culpa de la muerte de Bustos Caballero. Fue su culpa y la de nadie más.

Esa corporación expresó que fue el uniformado el que, “voluntariamente decidió ingresar al Ejército y había recibido la instrucción necesaria para la manipulación de armas de fuego. Se trataba de una persona que contaba con el conocimiento necesario para prever las consecuencias del empleo descuidado de un arma de fuego”.

Frente a esta demanda el Ejército ya había dicho que el uniformado, “luego de prestar su servicio militar, decidió incorporarse a la institución armada motu proprio, asumiendo los riesgos que esta actividad impone, decidiendo realizar el curso para suboficial, que no era de carácter obligatorio y, por consiguiente, en cualquier momento hubiese podido pedir la baja sin que ello afectara su condición de soldado profesional”. Pero Bustos Caballero, a pesar de que se encontraba cansado del curso, no lo hizo.

No se lo decía a sus compañeros pero sí a sus familiares. Su novia Claudia Patricia Calle Durango le dijo a la justicia que “ocho días antes de su fallecimiento yo fui a visitarlo y lo tenían castigado. Incluso no me lo querían dejar ver. Cuando lo vi estaba golpeado en una ceja y en la boca, me dijo que había tenido un problema con un suboficial”.

A otra familiar le dijo que muchas veces lo encerraban, lo maltrataban de palabra y lo mandaban al calabozo sin ninguna justificación”. De acuerdo con su declaración, en un momento vio a Bustos Caballero en pantaloneta y tenía un moretón en las piernas que, según él, era producto de una patada que le propinó uno de sus comandantes.

“Yo le manifesté que se retirara, porque eso me hacía sufrir mucho, saber que lo estaban maltratando, y él me contestó que no se retiraba porque a él le gustaba mucho eso y él quería ser suboficial y la esperanza de los papas estaba en él por eso y él no les podía fallar”, dijo.

Y narró que “el día antes de su muerte me llamó muy feliz porque iba a ser papá y me dijo que iba a comprarle unas rosas y una bata materna a la novia. Sus últimas palabras por teléfono fueron ‘soy feliz, estoy feliz porque voy a ser papá’. Me quedé esperándolo pero nunca llegó”, dijo la familiar de Bustos Caballero.

Un compañero del curso dijo que a Bustos Caballero, al parecer, lo tenían entre ceja y ceja porque una vez se tomó dos días más de los que le habían dado de permiso para visitar a su mamá y que constantemente le decían que no servía ‘para esta mierda’ y le decían que se retirara. Sus superiores respondieron que a él lo trataban igual que a todos los demás.

Cuando se suicidó dejó a una menor huérfana, que ya cumple 11 años. Su caso es una voz de alerta para las Fuerzas Militares. De acuerdo con cifras de Medicina Legal, apenas en 2011, por lo menos 49 uniformados se suicidaron. Consultada al respecto, la Dirección de Sanidad del Ejército indicó que esa fuerza tiene varios mecanismos para atender a aquellos uniformados que presentan tendencias suicidas.

“La institución dispone de profesionales de psicología en los diferentes establecimientos de sanidad militar, teniendo a disposición la prestación del servicio. Psicología hace la primera evaluación de la problemática, generando una estrategia terapéutica de acuerdo con las particularidades del caso. En los casos que se estime pertinente por los resultados de la evaluación se remite a psiquiatría. Para lo cual se dispone de una red externa y una red interna que inician el tratamiento”, informó esa entidad.

El Ejército cuenta con un programa de atención en primeros auxilios psicológicos que puede ser solicitado mediante la línea de defensa de la vida, Línea Lanza #234, que presta atención psicológica las 24 horas, y programas “en prevención de suicidio, contemplando temas como: proyecto de vida, detección de conductas de riesgo, autoestima, habilidades sociales, manejo del tiempo libre, resolución de conflictos y fortalecimiento de habilidades de afrontamiento”. La idea es que se baje esa cifra de un uniformado que se suicida cada semana, para que casos como el de Bustos Caballero sean una excepción en el servicio.

 

En Twitter: @juansjimenezh

Por Sebastián Jiménez Herrera

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