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La última declaración de Carranza

Mientras múltiples testimonios de exjefes paramilitares lo acusaban, el zar de las esmeraldas murió reiterando su inocencia.

Diana Carolina Durán Núñez
05 de abril de 2013 - 10:00 p. m.
Carranza tenía una investigación preliminar por nexos con las Auc.  / Archivo
Carranza tenía una investigación preliminar por nexos con las Auc. / Archivo

“Eso que están diciendo es un maremágnum de mentiras, orquestado por un grupo de delincuentes que nunca han podido convencerme para ser un eslabón de sus fechorías, y por eso es que han inventado ese mundo de cosas para enlodarme. Les falta decir que durmieron conmigo, solamente en venganza por no acceder ni acolitar sus caprichos criminales. Eso, señores fiscales, lo van a comprobar ustedes, denme la oportunidad (el declarante llora) de demostrarlo. Las reuniones que se hicieron fueron públicas, hubo obispos y coroneles. Nunca he comulgado con la delincuencia. Ustedes mismos están haciendo las investigaciones. Por favor, lleguen a la verdad para yo morir tranquilo”.

La versión es de Víctor Manuel Carranza Niño, el llamado zar de las esmeraldas, quien falleció el miércoles pasado como consecuencia de un cáncer. El Espectador tuvo acceso a la última declaración del controvertido minero que con tan solo segundo de primaria edificó un emporio sin igual y que sobrevivió a las vendettas de la llamada “guerra verde” y a los enemigos que terminó casando por el poder que a la sombra administró. Su testimonio fue entregado por última vez a la justicia el 23 de marzo de 2012, es decir, hace poco más de un año, a un fiscal de derechos humanos que investigaba, hasta hace tres días, su supuesto patrocinio a los grupos de autodefensa que perpetraron la masacre de Mapiripán (Meta) en 1997.

Aunque aseguró no tener ningún vínculo con delincuentes, sí reconoció que conoció a muchos. Por ejemplo, dijo que en el año 2002 tuvo un encuentro en el occidente de Boyacá con Freddy Rendón Herrera, alias El Alemán, y “con un señor que iba con él que era cojo, un señor Berna (Diego Murillo Bejarano)”. Carranza sostuvo que hacía pocos días había salido de la cárcel, en donde estuvo recluido tres años por una investigación por financiación de grupos paramilitares. Sin dar mayores detalles dijo que se vio con estos jefes de las autodefensas en una gallera porque Berna y El Alemán querían saber cómo estaba el orden público allí.

También dijo que en una ocasión le presentaron al jefe del bloque Centauros, Miguel Arroyave, y a un señor Benjamín —de quien Carranza, por los medios, dedujo luego que se trataba de Don Mario, el señalado narcoparamilitar—, “en una reunión de carácter social”. Añadió que también se cruzó con alias Jorge Pirata, comandante paramilitar en los Llanos, en una feria en San Martín (Meta) y que sólo lo vio en dos ocasiones. Aclaró que también se topó una vez con alias Guillermo Torres, otro paramilitar. Fue más extenso cuando habló de Héctor Buitrago, alias Martín Llanos, de quien dijo: “A él lo conozco de cuando era peladito y estudiaba, porque su padre, a quien conozco hace muchos años, era un hombre de pata limpia arriando ganado”.

Luego contó que cuando Buitrago y su padre fundaron las Autodefensas del Casanare (Los Buitragueños), finalizó su amistad con ellos, en 1993. También negó que hubiera tenido un avión privado o una avioneta conocida como ‘La Rebeca’. Además afirmó que no conocía el Guaviare y que de la masacre de Mapiripán lo único que sabía era lo dicho por la prensa. Seguidamente manifestó que Los Carranceros nunca fueron un grupo paramilitar, sino que así eran conocidos sus trabajadores cuando fiaban mercados en los almacenes. “Los Carranceros son las personas que trabajan para la empresa y existen hace 40 años o más (...) Como no hay cabida pa tanto trabajador, algunos se van. Unos cogen pa la guerrilla, otros pa las autodefensas y otros pa la Policía”.

El fiscal del caso Mapiripán le dijo a Carranza que existían informes sobre Los Carranceros y anónimos sobre la mencionada avioneta en donde se habrían trasladado del Urabá al Meta los paramilitares que perpetraron la masacre en 1997. El zar de las esmeraldas —rebautizado por Ernesto Báez como el “zar del paramilitarismo”— señaló que las acusaciones eran absurdas y que ni siquiera sabía dónde quedaba ese municipio. A Carranza le preguntaron si sabía que en una de sus fincas en Puerto Gaitán, conocida como El Brasil, se entrenaron los paramilitares. Su respuesta fue que esa zona era roja y le había tocado salir de allá, pues el predio había quedado en poder de los violentos.

Con vehemencia relató que nunca le vio la cara a Vicente Castaño, “un criminal que manejaba bandidos”, y que a Carlos Castaño lo vio dos veces: una en Cartagena, donde se le presentó en un foro en el que Carranza hablaría sobre la paz, y de la otra dijo no acordarse. “Nunca hice una llamada a ese señor Vicente o a Carlos Castaño, ni ellos me llamaron a mí porque no tenían mi teléfono (...) Yo trabajo desde los 8 años y mis actos son transparentes. Por eso no me atemoriza que la prensa diga lo que quiera, ustedes serán mis juzgadores y lo verificarán”. Con esta respuesta, Carranza desmintió la versión de alias Monoleche, quien le dijo a la Fiscalía que se enteró de un encuentro entre Carlos Castaño y el esmeraldero en la finca La 21, en Urabá.

Carranza indicó que se ha pasado la vida presentando denuncias “porque cualquier ladrón o secuestrador dice que es empleado mío y enlodan mi nombre”. Asimismo, dijo que cada vez que las autodefensas le pidieron plata, respondió: “Yo sólo pago impuestos al Estado. De mí no esperen nada”. Según él, eso le dijo a El Alemán y al esmeraldero Yesid Nieto —asesinado en 2007—. De este último sostuvo que era un paramilitar “que nos había llevado un poco de narcotraficantes y metido a las empresas. De esos ya hay varios extraditados, entre esos un Chepe Ortiz”. El mismo Ortiz que hizo negocios con otro controvertido empresario en su momento: el señor Ascencio Reyes, quien resultó oficiando como lobista de los magistrados de las altas cortes.

Para la historia quedarán las últimas explicaciones que Carranza Niño le entregó a la justicia. Sobre las múltiples versiones entregadas por exjefes paramilitares que lo enlodaban, poco avanzó la Fiscalía. Por lo menos, en el caso Mapiripán jamás quedará aclarado si participó o no. Lo cierto es que al fiscal de ese proceso le lloró asegurando que todo era una infamia. Con esa versión se fue a la tumba.

 

Por Diana Carolina Durán Núñez

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