Un final para esta historia

En un libro que va a ser presentado mañana en el marco de la Semana por la Memoria, el Centro de Memoria Histórica advierte que en el pasado este grupo ilegal se aprovechó de las treguas para fortalecerse.

Sebastián Jiménez Herrera
17 de noviembre de 2013 - 09:00 p. m.
Los negociadores de las Farc, Tanja Nijmeijer, ‘Rodrigo Granda’, ‘Iván Márquez’, ‘Jesús Santrich’ y ‘Andrés París’.  / EFE
Los negociadores de las Farc, Tanja Nijmeijer, ‘Rodrigo Granda’, ‘Iván Márquez’, ‘Jesús Santrich’ y ‘Andrés París’. / EFE
Foto: EFE - Alejandro Ernesto

El señalamiento es claro: las veces que las Farc se han sentado a dialogar lo han hecho “con la clara determinación de sacar ventaja de las respectivas treguas y proyectar su expansión territorial, que por lo demás consideraban irreversible”. Durante años ese grupo armado ilegal ha considerado la tregua no “como una forma de paz, sino como una forma de guerra”. Tanto en 1984 como en 1998 las Farc se sentaron a dialogar, mientras, en paralelo, se preparaban para seguir con la guerra: creaban nuevos frentes, copaban nuevos espacios e, incluso, planeaban con esmero la toma del poder.

Esta es una de las conclusiones a las que llega el Centro de Memoria Histórica en su informe sobre este grupo armado ilegal cercano a cumplir 50 años. Pero todo apunta a que con las negociaciones en La Habana no va a pasar lo mismo. “Las Farc llegaron a la mesa de negociaciones en condiciones bastante diferentes a las de otros procesos de paz. Existen altas probabilidades de que las negociaciones terminen con el abandono de las armas”.

“No se trata de la misma guerrilla que entabló conversaciones con el Gobierno entre 1984 y 1987, cuando pensaba en sumar acumulados para la guerra. En esos años asumía que existía una situación ‘prerrevolucionaria’, había aprobado un plan de guerra y había decidido construir un ejército para la toma del poder. También obtenía los primeros recursos provenientes del narcotráfico y se veía en el espejo de la triunfante revolución nicaragüense”.

Y agrega: “Tampoco están en la misma situación con que se presentaron a los diálogos del Caguán: no vienen de intentar pasar a la guerra de posiciones y de hacer una guerra ofensiva, no aspiran al reconocimiento de beligerancia, no cuentan con el mismo número de guerrilleros en armas, no tienen la misma presencia nacional y no tienen sus tentáculos armados rodeando la capital del país”.

Cerca de cumplir 50 años, las Farc ni han llegado al poder ni han logrado convencer al grueso de la sociedad de que las apoye. Hoy, las banderas que en un inicio hicieron que algunos sectores de la sociedad estuvieran de acuerdo con ellas, son enarboladas por una izquierda que con los años se ha desmarcado de este grupo armado ilegal tanto como le ha sido posible. Mientras que las Farc han perdido el apoyo que alguna vez tuvieron tras miles de secuestros, asesinatos y ataques.

En el informe de 392 páginas, el director del Centro de Memoria Histórica, Gonzalo Sánchez, señala que tras casi medio siglo, “dejar pudrir la guerra no les sirve a ellas y no le sirve al país”. Han sido 50 años de guerras contra el Estado, los paramilitares e, incluso, otras organizaciones guerrilleras. Y, sobre todo, 50 años de una violencia que ha alejado a las Farc del pueblo que dicen defender. “Se desbordaron en su hostigamiento sistemático a la población civil, con prácticas como masacres, minas antipersonales y tomas violentas de pueblos, hasta llegar a la generalización del recurso que más impopulares las ha hecho: el uso indiscriminado del secuestro”.

Y agrega: “Su accionar invadió la vida cotidiana de regiones y poblaciones, a veces como autoridad de facto y otras como fuerza de ocupación. A la larga se puede decir que antagonizaron sistemáticamente a la población civil a la que halagaban y trataban de seducir en el discurso público, pero que al mismo tiempo sometían, amparadas en el poder despótico de las armas”.

Hace 46 años, en enero de 1967, el fallecido comandante de las Farc, Manuel Marulanda Vélez, les dijo a sus camaradas: “Este pueblo es un luchador revolucionario. Pero si alguien le mata lo que quiere y venera y, además, ese alguien es un movimiento revolucionario, la revolución va a encontrar aquí el más grande obstáculo, porque ese pueblo no va a creer en la revolución”. Pasados 49 años, las Farc son rechazadas por el grueso de la población. Si en 1964 hubo marchas en apoyo a los campesinos que resistieron las operaciones militares en Marquetalia, en 2008 lo que hubo fue una protesta multitudinaria para rechazar al grupo armado que esos campesinos fundaron y contra la forma en que las Farc convirtieron el secuestro en una estrategia atroz de guerra.

Las Farc tienen la posibilidad de cambiar el camino que tantos señalamientos les ha significado estos años. Pese a la preocupación que se ha generado por los acuerdos a los que este grupo armado ilegal ha llegado con las bandas criminales para seguir explotando esa veta infinita del narcotráfico y pese a que la violencia continúa, el Centro de Memoria Histórica ve con esperanza las negociaciones en La Habana.

“Los pequeños pasos que se han recorrido son esperanzadores y muy significativos, pues en medio de las naturales discrepancias de las partes subsiste la voluntad conjunta de sacar adelante el proceso. Los dos puntos más difíciles que les esperan a las negociaciones siguen siendo la forma de refrendación de los acuerdos y la aplicación de justicia para garantizar los derechos de la víctimas y su flexibilización para que los guerrilleros puedan participar en política”. ¿Será este el fin de una historia de muerte escrita por las Farc?

 

jjimenez@elespectador.com

@juansjimenezh

 

Por Sebastián Jiménez Herrera

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