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Hace 67 años se vivió una noche de disparos en la Cámara de Representantes

El 9 de septiembre de 1949, varios representantes a la Cámara abrieron fuego en medio de una plenaria. El hijo de uno de los protagonistas hace un llamado hoy para que se deje de resolver los conflictos con las armas.

Redacción Judicial
09 de septiembre de 2016 - 10:13 a. m.
El cuerpo de Gustavo Jiménez fue velado en la Cámara de Representantes con la bandera de Colombia sobre su ataúd. / Archivo
El cuerpo de Gustavo Jiménez fue velado en la Cámara de Representantes con la bandera de Colombia sobre su ataúd. / Archivo

Hace 67 años, la Cámara de Representantes de Colombia amaneció teñida de sangre. El representante liberal Gustavo Jiménez recibió un disparo que le costó la vida mientras hacía su intervención en el atril. Se dispararon por lo menos 40 balas y los autores de las ráfagas fueron los propios representantes que ese día discutían la posibilidad de adelantar las elecciones presidenciales. Juan Carlos del Castillo, hijo de uno de los protagonistas de este evento, recordó esta semana lo sucedido aquella noche, con un objetivo claro: darle un sí al acuerdo de paz con las Farc para que en el país nunca más se tengan que resolver los problemas con las armas.

Del Castillo habló del tema en una carta publicada por El Espectador el pasado 2 de septiembre (lea aquí la carta), en la que mencionó los hechos ocurridos en la madrugada de aquel 9 de septiembre de 1949 cuando su padre, el representante conservador, Carlos del Castillo, inició los disparos en la Cámara. Este diario también habló con él: “Aunque mi papá no fue procesado por ningún delito, nosotros como sus hijos sufrimos mucho. Yo no había nacido cuando eso pasó y cuando llegó el momento, mi padre me contó qué había pasado. Su versión fue que en el Congreso se estaban discutiendo temas muy complicados y una noche terminaron a bala”.

Además de la muerte de Jiménez, el representante Jorge Soto del Corral falleció meses después por la herida de bala sufrida en una pierna durante el cruce de disparos. “Eran tiempos revueltos”, le explicaron a Juan Carlos del Castillo cuando era muy pequeño. No era para menos. En septiembre de 1949 los liberales aún sufrían las consecuencias del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en abril de 1948 y la división entre sus integrantes. Querían sacar a Mariano Ospina de la Presidencia. Los conservadores del Congreso se oponían rotundamente a adelantar las elecciones. Los liberales, que eran la mayoría, pedían que los comicios fueran en noviembre de ese año.

El tono de la discusión iba subiendo con cada intervención y la pelea llegó a su clímax cuando los representantes Gustavo Jiménez, conservador, y Carlos del Castillo, liberal, se intercambiaron los peores insultos. Jiménez le recriminó que su padre era un humilde campesino y que sus apellidos eran un invento. Del Castillo le contestó a gritos: “¡Yo al menos soy hijo legítimo! ¡Usted no lo es, y reaccione!”. Justo antes de que desenfundaran las armas, las últimas palabras de Jiménez fueron: “¡Miente, malnacido!”. Lo que siguió fue el caos. Desenfundaron sus armas –sí, en esa época los congresistas iban armados e inclusive podían beber alcohol dentro del Capitolio– y comenzó la batalla. (Lea aquí la crónica que publicó El Espectador el 9 de septiembre de 1949)

Jiménez recibió dos balazos. Uno en el brazo derecho y otro, el fulminante, en la garganta. Se desangró en cuestión de minutos sobre las escaleras de la Cámara. “Pensé largamente si podía permitirme la licencia de decir públicamente lo que ahora digo. No había yo nacido y ya mis ancestros cargaban con el estigma y la desgracia de la que padecemos tantos colombianos”, escribió Del Castillo en su carta de esta semana a El Espectador, en la que también señaló que le hubiera encantado que su padre hubiera visto el apretón de manos entre Humberto de la Calle e Iván Márquez el pasado 24 de agosto cuando, después de casi cuatro años de diálogos en La Habana, todos los acuerdos estaban por fin pactados.

“Pensé que hubiera sido hermoso que mi padre estuviera vivo, que me hubiera abrazado presenciando ese momento, que ya no se enorgulleciera de esa noche fatídica, sino de esta noche de esperanza; que hubiésemos llorado juntos y nos hubiésemos reconciliado y que ambos aceptáramos que esta generación, la de sus nietos y la de mis hijos, tiene derecho a salir de la maldición de la sangre y que eso nos haría más valientes y sensatos”, explicó Del Castillo en su carta.

La investigación para encontrar al responsable de la muerte de los congresistas determinó que fue el general y representante conservador Amadeo Rodríguez quien disparó la bala que impactó en la garganta de Jiménez y le causó la muerte en segundos. Tras la batalla en el Congreso, la respuesta de Ospina fue contundente: decretó Estado de sitio en todo el país, cerró el Congreso y comenzó un período oscuro de censura a la prensa. Poco tiempo después, la presión liberal cobró una victoria: las elecciones se adelantaron y en noviembre de 1949 el candidato conservador Laureano Gómez se convirtió en el primer presidente elegido en no asumir el cargo ante el Congreso, pues estaba cerrado.

“Mi padre fue un victimario. Y yo viví las consecuencias de sus acciones como una víctima más. Siempre esperaba con miedo y mucha angustia el día en que recordaran por radio y televisión lo que había hecho él. Lo hago hoy porque creo que es una reflexión fundamental. Lo que pasó esa noche en el Congreso nos debe servir como una lección de lo que no puede pasar en las confrontaciones políticas que por estos días estamos viendo”, le explicó a este diario Juan Carlos del Castillo, quien agregó que espera y apoya “este intento de tener un nuevo país que no resuelva sus diferencias a punta de bala”.

Por Redacción Judicial

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