Así corre el agua en Caldas

En el Encuentro por el Agua de Manizales, los asistentes identificaron los problemas, retos y metas para los ríos La Miel y Guarinó; dos de las cuencas más importantes de la región.

Maria Paula Rubiano
27 de septiembre de 2018 - 02:30 p. m.
Por sexto año consecutivo se realizó en Manizales el Encuentro Regional por el Agua. / Pixabay
Por sexto año consecutivo se realizó en Manizales el Encuentro Regional por el Agua. / Pixabay

Por sexto año consecutivo se realizó en Manizales el Encuentro Regional por el Agua. Con el grupo Bavaria como el nuevo aliado de Isagén, El Espectador y WWF, el encuentro se centró en dos de las cuencas más importantes del departamento de Caldas y el Eje Cafetero: La Miel y Guarinó. (Lea también: Hay que cobrar por el agua para proteger nuestros nevados)

Este año, la iniciativa convocó a actores del sector privado y público de la región, quienes durante cuatro horas conversaron sobre los problemas, retos, acciones y metas más urgentes para ambas cuencas. Para lograrlo, El Espectador, WWF e Isagén adoptaron una metodología para que, al final de la sesión, quedaran bien definidas las metas y problemas más urgentes, así como las soluciones y, por supuesto, quiénes debían ponerse manos a la obra para solucionarlos.

Como explicó Adriana Soto, asesora y moderadora de los Encuentros por el Agua, actuar por las cuencas es una tarea urgente: “Las proyecciones indican que tenemos cinco años para darle la vuelta al panorama ambiental”, les dijo a los asistentes. Si no lo hacemos, advirtió, la disponibilidad del agua se podría ver seriamente afectada.

Esta es una realidad que ya es visible en las cuencas de La Miel y Guarinó. Ambos ríos pertenecen a la macrocuenca de los ríos Magdalena y Cauca, que es la región en la que se concentra la mayor parte de la población y actividad económica de Colombia, lo que, por supuesto, les ha pasado una cuenta de cobro bastante alta a los ecosistemas.

Una investigación de la Universidad EAFIT, que toma fuentes oficiales e investigaciones independientes, reveló que “en los últimos 50 años, la tala acelerada del 70 % de bosques de la cuenca de la principal arteria fluvial de Colombia generó su erosión en 78 %”. (Lea: El Magdalena, otro río a punto de desbordarse)

La deforestación, que erosiona los suelos, tiene dos consecuencias enormes sobre las aguas del Magdalena, donde se produce el 80 % del PIB de nuestro país. El primero es que aumenta la sedimentación del río —pues es más fácil que la tierra se desprenda con la lluvia hacia las aguas—, lo que afecta la navegación y la supervivencia de algunas especies.

El segundo es que el ecosistema pierde su capacidad de retener agua: los árboles, musgos y plantas actúan como esponjas que, en épocas húmedas, retienen el agua lluvia y evitan inundaciones graves; y, en épocas secas, la liberan gradualmente, evitando que los ríos bajen a niveles que matan de sed a la población.

Si bien los ríos La Miel y Guarinó aún no experimentan procesos extremos de deforestación (ver infografía), está claro que es urgente actuar, de forma estratégica y coordinada, para que las principales amenazas no avancen hasta causar una degradación irreversible. (Lea: Colombia está protegiendo el agua a perpetuidad)

Para lograrlo, ambas cuencas tienen una herramienta clave: el Plan de Manejo y Ordenamiento de una Cuenca (POMCA). En palabras sencillas, el POMCA es como el POT de un río: es el documento en el que se dice qué se puede hacer en el río y qué no, o qué usos están permitidos o prohibidos.

Lo importante, acordaron todos los asistentes, es echarlos a andar. Y por eso conversaron durante cuatro horas sobre las mejores formas de lograrlo.

 

Por Maria Paula Rubiano

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