Se estima que una bolsa de plástico común tarda más de 400 años en descomponerse. Esa realidad ha popularizado otros materiales como las bolsas de plástico biodegradables, hechas de productos vegetales como el aceite de maíz, la fécula de papa o la soja. Su descomposición, por ende, resulta más rápida en el medio ambiente. Aunque no tanto como se pensaba: un nuevo estudio acaba de demostrar que después de tres años expuestas al mar o enterradas bajo tierra, esta alternativa ecológica todavía luce intacta y utilizable.
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Así lo demostró un análisis de la Universidad de Plymouth, en Inglaterra. El líder de la investigación, Richard Thompson, un biólogo marino adscrito como profesor, animó hace tres años a sus alumnos a exponer bolsas etiquetadas como "biodegradables" a distintos ambientes. Primero enterraron algunas en el campus mientras que otras fueron expuestas al aire y al agua como si hubieran sido abandonadas.
Pasado el tiempo convenido, el docente y su equipo primero desenterraron las muestras encontrando que no solo permanecían intactas, sino que todavía podían soportar hasta dos kilos de carga. Las que estuvieron bajo el sol, expuestas al aire y al agua tardaron nueve meses en apenas romperse en pedazos más pequeños sin degradarse por completo.
La reacción de Imogen Napper, otra autora del estudio recientemente publicado en la revista Environmental Science and Technology, fue de asombro. "Después de tres años, me sorprendió mucho que cualquiera de las bolsas todavía pudiera llevar una gran cantidad de peso. Cuando se ve algo etiquetado de esa manera, creo que automáticamente se asume que se degradará más rápidamente que las bolsas convencionales. Pero, después de tres años por lo menos, nuestra investigación muestra que tal vez no sea el caso", sostuvo la experta para el diario británico The Guardian.