Comer menos carne: El mejor propósito para cuidar la Tierra en 2019

Una recopilación de las investigaciones más recientes sobre la industria cárnica muestran que una de las mejores decisiones que como sociedad podemos tomar para frenar la degradación ambiental es comer menos carne.

María Paula Rubiano / @pau_erre
26 de diciembre de 2018 - 05:37 p. m.
La producción de carne en el mundo aporta más gases de efecto invernadero que todos los carros, barcos, aviones, camiones y tractomulas de la Tierra.  / Pixabay
La producción de carne en el mundo aporta más gases de efecto invernadero que todos los carros, barcos, aviones, camiones y tractomulas de la Tierra. / Pixabay

Con noticias diarias sobre cambio climático, extinción de especies, deforestación, contaminación del aire, del agua y un casi inevitable futuro de crisis ambientales para muchos, hacer algo para cuidar el planeta se ha convertido en algo inevitable.

Pero, ¿por dónde empezar? ¿montar en bicicleta hasta el trabajo? ¿comprar un vehículo eléctrico? ¿reciclar? ¿usar menos plástico? resulta que, de acuerdo con investigaciones recientes, lo mejor que puede hacer alguien para ayudar al planeta es reducir o eliminar el consumo de carne.

Aunque ya hace varios años las alertas empezaron a sonar, apenas este año el grueso de la gente empezó a entender las implicaciones de la dieta actual sobre la salud del planeta. Y es que ya en 2010, un estudio calculaba la huella hídrica de la carne en el mundo. El estudio encontró que mientras que los vegetales necesitaban 322 litros de agua para producir un kilo de alimento, la carne de pollo necesitaba 4,325l/kg, la de cerdo unos 5,988l/kg, y la de res, 15,415 litros de agua por cada kilo de carne producida.

Este año, la evidencia a favor de este cambio en los hábitos se volvió más contundente que nunca. Tal como recogió el periodista de The Guardian Oliver Milman, la industria de producción de carne ha precipitado la extinción de especies y habitats en todo el planeta. Hoy, de acuerdo con una investigación publicada en PNAS, el 60% de los mamíferos que hay sobre la faz de tierra es ganado. Solo el 4% son mamíferos salvajes. Sobre las aves, el 70% son pollos para consumo humano.   

No obstante, la carne de vaca, pollo y cerdo solo aportan el 18% de todas calorías que consumen los humanos. Es decir: usamos enormes extensiones de tierra para una actividad que alimenta a unos pocos.

En Colombia, ese uso ineficiente de la tierra es evidente. De acuerdo con los datos del Igac, el Ideam y otras autoridades e instituciones oficiales, de 40 millones de hectáreas que tiene el país para el desarrollo agropecuario, apenas 7,6 millones (cerca del 20 % de la frontera agrícola) están cultivadas. El resto, es decir, casi el 80 %, está ocupada por pasturas y sabanas, en su mayoría subutilizadas para ganadería. El cuento de “una vaca por hectárea” es una realidad en muchas zonas del país.

La situación es aún más crítica si estos datos se cruzan con los de deforestación, que en 2017 aumentó en un 17%, en comparación con el año 2016. De acuerdo con el Ideam, el mayor motor para la tala de los bosques fueron la ganadería y el acaparamiento ilegal de tierras. La mayor parte de esa deforestación –poco más del 60%– ocurrió en la Amazonia, un bosque que es la esperanza global para la captura de los gases que causan el calentamiento global. 

De hecho, de acuerdo con cifras del Ministerio de Agricultura, “más de dos millones de hectáreas de actividades agropecuarias se desarrollan en territorios de protección ambiental: 68 % en zonas de reserva forestal, 17 % en páramos y 15 % en parques nacionales”.

A nivel mundial, las cifras no son más alentadoras: según la FAO, el 80% de la tierra cultivable se usa para mantener ganado vacuno o porcino, y para sembrar los cultivos –soya o maíz– que alimentan a estos animales.

Pero eso no es todo. Las emisiones de gases de efecto invernadero de esta industria podrían ser mucho peores de las de la industria petrolera, según un estudio del Institute for Agriculture and Trade Policy (IATP).

El reporte, que se hizo público en julio pasado, analizó la cantidades de gases de efecto invernadero que emiten las empresas más grandes de ganadería y lácteos en el mundo, y comparó esos números con las emisiones de gigantes petroleros como Exxon Mobile, Shell o BP. Incluyó actividades como transporte, producción de alimento para el ganado, sacrificio, empaquetado y venta.

Los resultados demostraron que las cinco más poderosas de la industria cárnica (JBS, Tyson Foods, Cargill, Dairy Farmers of America, and Fonterra) son mucho mas contaminantes que la de los combustibles fósiles. 

Aunque los datos varían, la FAO estimó que las vacas, corderos, pollos, ovejas y cerdos del mundo son responsables del 14% de todas las emisiones de gases contaminantes. Es decir: aportan más al calentamiento global que todos los carros, barcos, camiones y aviones que se mueven cada año.

En octubre, se publicó en Nature una investigación que estimó que para cumplir las metas de reducción de gases de efecto invernadero, el mundo debe reducir en un 90% su consumo de carne de cerdo, y un 75% su consumo de res de aquí a 2050, y empezar a consumir tres veces más granos y semillas.

Esto no quiere decir que no puede volver a comerse una hamburguesa, o hacer un asado. Puede empezar con pequeños pasos, como dejar de consumir carne en al menos una comida al día, y, cuando se sienta listo, tratar de no consumir carne por lo menos un día a la semana. Esa proteína puede reemplazarse por granos como lentejas, fríjoles, garbanzos, arvejas o quinoa. 

Por María Paula Rubiano / @pau_erre

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