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Análisis: Con el glifosato estamos envenenando el futuro

Los argumentos para reanudar la aplicación de este método son poco convincentes, según estos expertos ambientales. La evidencia científica, dicen, correlaciona el uso del glifosato con la pérdida de la biodiversidad.

Luis Gilberto Murillo*, Pablo Palacios-Rodríguez** y Michael Julián Córdoba***
01 de septiembre de 2020 - 01:19 p. m.
El glifosato fue clasificado por la IARC  como “posiblemente carcinogénico en humanos”. / Nicolo Filippo Rosso / Bloomberg?
El glifosato fue clasificado por la IARC como “posiblemente carcinogénico en humanos”. / Nicolo Filippo Rosso / Bloomberg?
Foto: Bloomberg - Nicolo Filippo Rosso

Durante las últimas semanas, en medio de la crisis humanitaria que afronta el país por causa del COVID-19 y las masacres ocurridas en las provincias, el glifosato apareció de nuevo en el debate público. Esta vez por la insistencia del Gobierno en levantar la suspensión y reanudar las aspersiones aéreas con este herbicida. En medio de tanta pasión política, es necesario que las decisiones públicas se tomen con base en la mejor evidencia técnica y científica disponible, los mandatos legales y la conveniencia para el futuro del país.

Las cifras del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) indican que en 2016 el glifosato representó el 17 % del total de litros comercializados de herbicidas de uso agrícola en el país. Se distribuyeron cerca de diez millones de litros —el equivalente al agua contenida en 359 piscinas de tamaño promedio—. Cabe señalar que entre 1994 y 2015 se asperjaron aproximadamente dos millones de hectáreas de cultivos ilícitos, lo cual nos da una idea de la magnitud de esta operación.

El uso del glifosato es generalizado en el país: se aplica en cultivos de amplia comercialización como caña de azúcar, arroz, plátano, palma aceitera, maíz, algodón, frutales, cítricos y verduras, entre otros. Dichos usos hasta la fecha no tienen control alguno y se desconocen las rutas fitosanitarias del glifosato en estos productos.

En el caso de las aspersiones aéreas con glifosato, se ha dado un amplio debate que demuestra su inconveniencia como método de erradicación de cultivos de uso ilícito, ya que es irrazonablemente costoso y tiene una tasa de resiembra de más del 60 % en zonas donde ya se había erradicado.

Los efectos en la salud humana han sido ampliamente documentados. No fue un capricho que en el gobierno anterior se haya iniciado el camino hacia la prohibición total del uso del glifosato, empezando por las aspersiones aéreas para la erradicación en cultivos de usos ilícitos.

Se tomó esa decisión toda vez que este herbicida fue clasificado como “posiblemente carcinogénico en humanos” por la IARC. Algunos artículos científicos han documentado nexos entre el uso de glifosato y mortalidad infantil, enfermedades dermatológicas y respiratorias, así como un alarmante 10 % de incremento de casos de abortos espontáneos.

El uso del glifosato no es solo un asunto relacionado con la salud humana, sino también ecosistémica. Estas dos dimensiones están estrechamente relacionadas; por desgracia, se tiende a ignorar la dimensión ambiental. Además, ignorando que Colombia es considerado un hotspot de biodiversidad. En muchos aspectos y grupos biológicos alberga especies endémicas que infortunadamente tienen su distribución en las zonas con los mayores problemas de aspersiones aéreas por glifosato.

La evidencia científica correlaciona el uso del glifosato con la pérdida de la biodiversidad. La afectación es de gran magnitud. Este herbicida tiene efectos tóxicos sobre un alto número de plantas y representa riesgos para especies en vía de extinción y endémicas.

Un conjunto de estudios relativamente recientes ha correlacionado la exposición a glifosato con la reducción de las poblaciones de mariposas monarcas y abejas. Se plantea que la afectación del glifosato no se limita solo a células vegetales, sino que puede también alterar la estructura del ADN en mamíferos.

Así mismo, el uso del glifosato estaría asociado a la pérdida de cerca del 40 % de la biodiversidad en el largo plazo, con serias implicaciones sobre los procesos biológicos y la resiliencia de los ecosistemas al cambio climático.

En el ámbito jurídico, hace un par de años la Corte Constitucional respaldó la suspensión de las aspersiones aéreas con glifosato como medida de protección de los derechos de los pueblos negros, afrodescendientes e indígenas del Chocó, teniendo en cuenta el posible daño para la salud humana y ambiental. La evidencia sigue indicando un grave daño o, al menos, un altísimo riesgo; de allí que, los argumentos del gobierno para reanudar la aplicación de este método son poco convincentes.

En nuestro criterio, la discusión en Colombia, en términos de políticas de salud y ambiente, debe centrarse no solamente en las aspersiones aéreas, también en la transición rápida a la suspensión del uso generalizado del glifosato. Algunos países, entre ellos Austria y Alemania, ya iniciaron ese camino. Llama la atención el silencio, sobre todo en la falta de discusión técnica y científica de la ANLA y de los ministerios de Salud y Ambiente.

Colombia avanzó en la dirección correcta al suspender la aspersión aérea con glifosato en aplicación del principio de precaución. El seguro que tiene la Nación para mitigar y adaptarse al cambio climático está anclado en su patrimonio natural; así mismo, sus mejores posibilidades de paz, desarrollo sostenible e inclusión. De volver a las aspersiones aéreas con glifosato y continuar con su uso generalizado en la agricultura, el país estaría literalmente envenenando su futuro.

*Exministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible.

**Profesor catedrático de Biología, Universidad de los Andes.

***Coordinador de Políticas Públicas, Fundación Tierra de Reconciliación.

Por Luis Gilberto Murillo*, Pablo Palacios-Rodríguez** y Michael Julián Córdoba***

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