El maravilloso universo de las polillas

Las mariposas nocturnas son todo un mundo de colores, formas y diseños atrevidos que hasta ahora había pasado inadvertido para la mayoría de las personas.

Rodrigo Bernal*
24 de enero de 2019 - 02:00 a. m.
Algunas de las diferentes polillas que existen.  / Cortesía
Algunas de las diferentes polillas que existen. / Cortesía

De los miles de animales que habitan nuestro país, ninguno ha sido tan ignorado ni tan injustamente despreciado como las mariposas nocturnas. Estas criaturas maravillosas, también conocidas como polillas o chapolas, revolotean alrededor de las luces y se posan cerca de ellas por horas interminables, sin que nadie se digne prestarles la más mínima atención, como no sea para salir huyendo o asestarles un chancletazo certero.

El común de la gente las considera bichos molestos y despreciables, y sin acercarse siquiera a examinarlas en detalle, ignorando la diversidad de sus colores, las agrupa a todas bajo el concepto elemental de chapola negra, el nombre con el que se designa a la Ascalapha odorata, una de las casi 30.000 especies que hay en Colombia y la más grande de las que entran en nuestras casas.

Alrededor de la chapola negra se han tejido tal cantidad de agüeros que la aparición de una de ellas es considerada por algunos un pésimo presagio. Almas en pena, chapolas negras se llama la trágica biografía de José Asunción Silva que escribió Fernando Vallejo. Pero lo más curioso de todo es que cuando se la examina en detalle, incluso esta gran chapola negra no es negra: tiene un exquisito diseño de orlas negras y manchas azules y violetas sobre fondo amarillento, que hay que examinar de cerca para apreciar a cabalidad.

Pero la mala reputación de las polillas no se deriva solo de la chapola negra. El nombre mismo de polilla es confuso y la mayoría de la gente lo asocia con unas pocas especies cuyas larvas se comen la ropa y otros tejidos. Incluso, hasta el día de hoy, esa es la definición que tiene la RAE. Así que a las 160.000 especies de este grupo que hay en el mundo les toca cargar, las pobres, con la mala reputación de una que es víctima de un mal agüero y de otra que causa estragos en los armarios.

El otro nombre, mariposa nocturna, es también desafortunado cuando se mira en términos evolutivos. En efecto, los estudios moleculares han mostrado que en realidad las mariposas son solo una rama más en el enorme árbol evolutivo de las polillas. De manera que en verdad no es que las polillas sean mariposas nocturnas: más bien, las mariposas son polillas diurnas.

El secreto para aprender a apreciar la grandiosidad de las polillas es mirarlas con la luz adecuada. Una linterna y una cámara fotográfica son la clave. El flash no parece molestarlas, criaturas acostumbradas a revolotear alrededor de las luces más intensas. Y entonces aparece el espectáculo que usted nunca se imaginaba: los diseños más exóticos y extravagantes, los disfraces más ingeniosos, las combinaciones de color más atrevidas. Como si fueran todas a una fiesta de disfraces.

Tan atrevidas son en sus diseños que inspiraron a la ecuatoriana Belén Mena para producir su libro “Pachanga”, publicado en Alemania en 2007, una hermosa colección de composiciones basadas en los patrones que llevan las polillas en sus alas, aplicados a objetos como carteras, billeteras y alfombras. El nombre del libro no podía ser más adecuado: las polillas parecen vestidas como para una pachanga, para ir de rumba.

Para darles una pasarela donde lucir sus atrevidos trajes creé en mi casa, en la reserva natural en la que vivo en el Quindío, un teatro de polillas: un círculo de dos metros cuadrados (imposible matemático) con un bombillo en el centro. Después de una o dos horas de estar encendida la luz, empieza el espectáculo: decenas de especies se posan inmóviles en la pared.

Aquella tiene dos grandes ojos de búho, que asustarían al depredador más valiente; esta se disfrazó de excremento de ave, aquella de pedazo de corteza de árbol y esta otra de hoja seca; una más tiene rayas de cebra sobre un impecable fondo blanco y esta de acá parece el negativo de esa, con rayas blancas sobre fondo oscuro. Los diseños parecen ilimitados. Incluso el número de especies parece ilimitado, y todavía hay cada día especies que veo por primera vez en mi reserva, a pesar de que llevo 15 años observando polillas. Un hermoso Idalus dorsalis, disfrazado de payaso, vino una vez en 2004, y nunca más volví a verlo.

Para introducir a la gente al mundo fascinante de las polillas, acabo de producir con Blanca Martínez, estudiante de ingeniería forestal, un póster de polillas de Colombia que muestra 70 de las especies más representativas y más espectaculares del país, desde el Darién hasta Leticia y desde la costa del Pacífico hasta el Guainía. El póster se puede descargar libremente de www.tinyurl.com/PolillasColombia.

Así que, mientras otros ven mariposas diurnas cautivas en un mariposario, dese usted la oportunidad de contemplar criaturas de colores y diseños aún más alucinantes, y en libertad. Con la ventaja, además, de que se pueden observar en detalle, pues son mansas e ignoran por completo al observador. Así como muchos han aprendido a pajarear y terminan apasionados por las aves, aprenda usted a polillar. Se enamorará también de las polillas, como nos hemos enamorado tantos alrededor del mundo. Toda una legión global de observadores de polillas: los polilleros. Ya se celebra anualmente la National Moth Week, una polillada de una semana que empezó en los Estados Unidos en 2012 y convoca ya a polilleros de 41 países.

Hágase ese regalo: vuélvase polillero. Construya su teatro de polillas. Una superficie blanca en alguna pared exterior y un bombillo sobre ella le permitirán empezar a deleitarse admirándolas de cerca. Y prepare la cámara, pues no se resistirá a fotografiarlas. Entonces será usted uno de los nuestros. Bienvenido.

*Botánico, Reserva Natural Guadualito (Montenegro, Quindío).

Por Rodrigo Bernal*

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