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El oro en el Chocó está en su biodiversidad

Cocomacia es el consejo comunitario de comunidades negras más grande de Colombia, con 720.000 hectáreas ubicadas en la parte media del río Atrato, una de las zonas de mayor biodiversidad. Ante la amenaza de la minería ilegal, la restauración se convirtió en una alternativa para recuperar los ecosistemas y fortalecer la gobernanza comunitaria y el conocimiento ancestral.

Paula Casas Mogollón
04 de junio de 2020 - 01:00 p. m.
Cocomacia, el consejo comunitario más grande de Colombia, cuenta con más de 720.000 hectáreas ubicadas en la parte media del río Atrato.
Cocomacia, el consejo comunitario más grande de Colombia, cuenta con más de 720.000 hectáreas ubicadas en la parte media del río Atrato.
Foto: Nicolás Achury González

Los 187.400 kilómetros cuadrados, desde el norte de Ecuador hasta Panamá, de exuberante riqueza natural, montañas, humedales, ríos, mares y selvas, y las más de dos mil especies de fauna y flora endémicas hacen del Chocó biogeográfico, una de las regiones más importantes del mundo por su biodiversidad. Con un gradiente altitudinal que va desde el mar y los bosques de manglar hasta los páramos, es un enclave estratégico para la migración de cientos de especies marinas y continentales, como las emblemáticas ballenas yubarta. Sin embargo, la deforestación y contaminación han hecho que sus ecosistemas, poco a poco, se deterioren. (Lea: Chava no vino a enamorarse: la historia de una defensora ambiental del Chocó)

En Chocó, que hace parte del Chocó biogeográfico, desde 2017 se han registrado crecientes focos de pérdida o degradación de cobertura boscosa reportados en los boletines de deforestación del Ideam. ¿La causa? El aumento de la extracción de oro, actividad en la que también participan personas de Brasil, Perú y Venezuela, muchos de ellos sin los permisos legales para ejercer esta actividad en Colombia.

Este no es un tema nuevo en la zona. En la época de la Colonia, el Pacífico aportó cientos de toneladas de oro al mundo, pero, en los últimos años las retroexcavadoras se han adentrando con mayor intensidad y menor control en lo que las comunidades llaman sus “bosques de respaldo”, destruyéndolos aceleradamente.

Mientras que en 2001 las hectáreas taladas por la minería llegaban a 637, en 2014 esa cifra creció de manera inquietante: 24.450 hectáreas. La destrucción de 40.000 hectáreas, de las ocho millones de bosques húmedos del Chocó biogeográfico, reflejaba que el problema se estaba agudizando. “La minería dejó un daño bastante grande. Acabó con todos los árboles nativos que teníamos aquí, en nuestra región”, cuenta Jaime Cuesta, promotor del consejo comunitario de Cocomacia y habitante de Quibdó.

El evidente y acelerado deterioro de sus ecosistemas naturales fue una de las razones que motivaron la realización del proyecto GEF “Conservación de la biodiversidad en paisajes impactados por la minería en el Chocó biogeográfico”. Su objetivo era claro: proteger la riqueza natural de los impactos directos y colaterales de la explotación minera de oro, plata y platino. (Le puede interesar: Por minería a cielo abierto, los bosques de Condoto (Chocó) nunca serán los mismos)

En el Chocó biogeográfico o Pacífico, hogar de pueblos étnicos indígenas y negros, la minería artesanal es una de las actividades productivas tradicionales reconocidas por la Ley 70 de 1993. Además, se ha realizado minería semimecanizada bien manejada sin generar impactos negativos en el medio ambiente.

Jairo Gamboa, especialista en conservación y gobernanza de WWF (organización ejecutora del proyecto), explica que “la minería mecanizada, sin regulación e ilegal que se ha ejercido o introducido sobre los territorios colectivos del Pacífico es responsable de pérdida de cobertura boscosa de la biodiversidad asociada y de los suelos aptos para la agricultura tradicional. También se ha registrado en algunos ríos y quebradas la destrucción de los cauces, el aumento en la turbiedad del agua por la remoción de suelos y presencia de mercurio en peces y personas con graves afectaciones para la salud”.

Ante la situación, en el marco del programa, la comunidad decidió iniciar un proceso de restauración. Buscaba devolverle a la tierra la vida que alguna vez tuvo. Pero, ¿cómo recuperar un bosque que ha sido deteriorado? Gamboa aclara que, a diferencia de procesos de degradación solo por deforestación, las retroexcavadoras usadas para la minería causan remoción de suelo y la biota, que en otras circunstancias permitirían empezar procesos de regeneración natural. Por eso, es necesario incluir en estos procesos las afectaciones que haya sufrido la capa de suelo, la contaminación de las aguas y las alteraciones geomorfológicas del territorio.

Luego de cinco años de trabajo los logros son notables. Parte de su éxito se debió al trabajo estrecho con las comunidades y pueblos étnicos de este territorio, que cuentan hoy con nuevas oportunidades para el aprovechamiento sostenible de su biodiversidad. Uno de los actores claves en ese proceso es Cocomacia, el consejo comunitario más grande de Colombia y del que hacen parte ocho municipios del departamento. Cuenta con más de 720.000 hectáreas ubicadas en la parte media del río Atrato. (Podría leer: El Resto es selva: un recorrido por los bosques y el agua de Chocó y Antioquia)

Desde su fundación, en 1982, el consejo comunitario ha buscado la recuperación del territorio, detener la degradación de los bosques, fortalecer el buen vivir de las comunidades de sus 124 consejos locales y fortalecer los elementos de la cultura que han permitido la conservación de la biodiversidad. Para ello, cuenta Darío Córdoba, técnico agropecuario y miembro de esa organización étnico-territorial, elaboraron “un Plan de Ordenamiento Territorial y Ambiental (POTA) con el que organizan cada actividad dentro del espacio y, dentro de este, la creación de un plan estratégico para 2020-2027 que permitiera articularse con los períodos de gobierno con los alcaldes de turno”.

Durante el plan de ordenamiento que adelantó Cocomacia en su territorio se identificó un polígono de 209 hectáreas para arrancar un proceso de restauración en la cuenca del río Cabí, que abastece de agua al acueducto de Quibdó. Córdoba cuenta que “estas eran zonas que quedaron pobres de árboles. Para restaurarlas, construimos un vivero y recogimos semillas y plántulas nativas de las áreas vivas circundantes a las parcelas de restauración dentro del polígono seleccionado. Con apoyo de los socios del proyecto GEF, recolectamos conocimientos ancestrales y académicos para iniciar el proceso de restauración”.

Con el proceso de restauración, la comunidad y los expertos han logrado devolverle un poco la vida al Chocó biogeográfico, aunque siguen luchando contra otras amenazas como la contaminación de las aguas por falta de saneamiento básico, los proyectos de monoproducción agrícola o pecuaria y la presencia nuevamente de grupos armados ilegales o criminales. En la cuenca del río Cabí, 118 hectáreas están en proceso de restauración activa y han plantado 48.400 árboles.

Luz Nelly Moreno, promotora comunitaria de Cocomacia y habitante del área rural de Quibdó, cuenta que “para las comunidades es importante la restauración. Nos enseña a conservar nuestro territorio y nos lleva a entender que ya la minería no es rentable, que estamos dañando nuestro territorio”. En el desarrollo del proceso del proyecto GEF, más de 3.000 personas de treinta municipios del Chocó biogeográfico participaron de eventos de capacitación, que les permitieron establecer diálogos para comprender y gestionar mejor los impactos de la minería. Además, quedó en marcha el apoyo a quince iniciativas productivas que le apuestan al uso y aprovechamiento sostenible de la biodiversidad. Todas accedieron al mercado, con ventas por más de US$1,1 millones y 82 empleos consolidados.

La experiencia de restauración comunitaria de Cocomacia y el proyecto GET deja insumos y lecciones aprendidas para enfrentar la minería ilegal en otros territorios colectivos del Pacífico. Con los procesos de restauración en marcha, también se preserva el conocimiento ancestral étnico. El verdadero oro en el Chocó biogeográfico está en la conservación de su biodiversidad. (Lea: Por fin sabemos por qué llueve tanto en el Pacífico)

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