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El páramo de Rabanal se recupera de sus heridas

Este ecosistema provee de agua a más de 400.000 colombianos y además alimenta una hidroeléctrica que genera el 8% de la energía del país. Decenas de familias se han comprometido a salvarlo a través de un ambicioso proyecto de reconversión productiva para controlar el avance de la ganadería y agricultura.

Redacción Bibo
17 de diciembre de 2020 - 02:00 a. m.
Visión panorámica del páramo de Rabanal entre Cundinamarca y Boyacá.
Visión panorámica del páramo de Rabanal entre Cundinamarca y Boyacá.

Si una niña, en lo alto del páramo de Rabanal, decidiera construir un barquito de papel para dejarlo navegar a la deriva por alguno de los riachuelos que nacen en estas cumbres desparramadas entre los departamentos de Boyacá y Cundinamarca, el azar podría llevarlo por muchos caminos.

Podría, suponiendo que resistiera muchos obstáculos, navegar por las microcuencas de los ríos Teatinos, Ancón, Mineral Albarracín o Ventaquemada hasta desembocar en el Garagoa. O abrirse paso por el Hatico, Quebrada Honda, el Pajonal o Miña, que van al río Suárez. Tal vez la suerte de la corriente lo llevaría por Lenguazaque, Mojica, Chital, Tibita, río Gachaneca hasta el río Ubaté. Por un lado o por el otro, su destino sería el gran río Magdalena o la cuenca del Orinoco.

Esa es la principal riqueza de este páramo: el agua. Más de 400.000 colombianos dependen directamente de las gotas que escurren por sus laderas. Una de las primeras hidroeléctricas del país (Chivor), que surte el 8 % de la energía, depende del Embalse la Esmeralda, que también se alimenta de estas aguas. Y están los embalses Gachaneca I y II, indispensables para la economía y seguridad alimentaria de la región, pues irrigan más de un millón de hectáreas de esta región.

Pero, como les ha ocurrido a casi todos los páramos del país, el Rabanal también ha sufrido las consecuencias de una ocupación descontrolada, el avance de la ganadería y de cultivos, en especial de la papa. Las hondas huellas de esa intervención humana de varios siglos, intensificadas en las últimas décadas, amenazan su estabilidad ecológica.

Lorena Albarrán nació en Tunja y su trabajo como funcionaria de la Corporación Autónoma Corpochivor, donde dirige desde 2017 el proyecto “Páramos, biodiversidad y recursos hídricos en los Andes del norte”, iniciativa impulsada por la Unión Europea y el Instituto Alexander von Humboldt, la ha llevado a recorrer todo ese mosaico de paisajes verdes.

“Es un ecosistema lleno de minifundios; por consiguiente, la gente que usa y habita el suelo es bastante. Al ser un páramo con buen acceso por muchos lados, se ha facilitado su intervención”, explica Lorena.

El objetivo del proyecto, al que también se sumaron la CAR Cundinamarca y Corpoboyacá, se enfocó, por un lado, en impulsar actividades de reconversión productiva en tres zonas del páramo, para demostrar que sí es posible un mejor equilibrio entre conservación y las necesidades de la población.

Otra de las estrategias más importantes para sanar el páramo se enfocó en tareas de restauración. En total se estima que se impactaron 665,90 hectáreas, en 118 predios, catorce de los cuales son públicos y 96 de habitantes del páramo.

El proyecto “Páramos” también permitió la implementación de uno de los primeros esquemas de retribución por servicios ambientales de Boyacá, y que Lorena, como el resto del equipo, espera que se convierta en un modelo para otras regiones. Este modelo de pago por servicios ambientales significó la firma de 31 acuerdos en los que participaron 15 familias, ocho predios públicos y dos acueductos veredales, cobijando 487.25 hectáreas en conservación.

Un complemento interesante de todo el esquema de trabajo —que comenzó en el 2014 con la planificación y termina este año con la ejecución de las últimas intervenciones— fue implementar un sistema de monitoreo de cobertura vegetal sobre casi 5.000 hectáreas usando vehículos aéreos no tripulados.

Estrategias de capacitación a funcionarios y habitantes del páramo, así como un programa cultural para lograr una mayor apropiación entre la población del cuidado de este ecosistema, complementaron las otras acciones.

“Creo que los pilotos que hicimos de reconversión productiva con sesenta productores son importantes, porque se convierten en una referencia para otros habitantes de los páramos. Es un modelo con buenos resultados”, dice Lorena, “esperamos que otras entidades los puedan replicar y adaptarlos, porque no todos los páramos son iguales”.

Las intervenciones del proyecto en Rabanal oficialmente terminan su ciclo este año. Pero Plinio Rolando Forero, director de Corpochivor, dice que seguirán trabajando en la recuperación del páramo. El proyecto “Páramos” les permitió “pasar del discurso a la acción”, así que ahora tienen el reto de seguir involucrando a la comunidad, trabajando con otras entidades públicas, atraer recursos de regalías asignados al sector ambiental y hacer un esfuerzo por vincular al sector privado.

“La idea es seguir apropiando recursos y tocando puertas para tener más aliados. Debemos vincular al sector privado con buenas propuestas y que esas compensaciones voluntarias sirvan para los planes de manejo de estos ecosistemas estratégicos”, comentó Forero.

Por Redacción Bibo

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sulfuratus(70968)17 de diciembre de 2020 - 11:40 a. m.
Excelente noticia. Con buena voluntad, todo se puede.
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