Como si la crisis económica que dejó el Covid-19 y los impactos de las langostas en la soberanía alimentaria no fueran poco, ahora África enfrenta una nueva amenaza: la sequía. Así lo confirmaron diferentes modelos climáticos que ya predijeron la reducción de lluvias y el aumento de la temperatura desde este mes hasta, por lo menos, el entrante diciembre.
Según el pronóstico, la probabilidad de que llueva por debajo de lo normal es la consecuencia de la emergencia climática que se espera cada cinco años con la llegada del fenómeno de La Niña.
Aunque las predicciones son recientes y las consecuencias aún no se han dejado ver del todo, para organizaciones como la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambrunas, la reacción de los gobiernos debe ser casi que inmediata: “Es probable que la seguridad alimentaria en el este del Cuerno de África se deteriore a finales de 2020, impulsada por precipitaciones inferiores a la media de octubre a diciembre. Las necesidades de asistencia alimentaria en toda la región ya son elevadas, debido a las crisis climáticas recurrentes desde 2016, el impacto económico de COVID-19 y el aumento de la langosta del desierto, así como el deterioro a largo plazo de las condiciones macroeconómicas en Etiopía y el conflicto en Somalia y Etiopía”.
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En un contexto en crisis, las sugerencias para evitar que la sequía empeore la situación van desde consejos para los socorristas, quienes deben empezar desde ya reservar recursos, hasta el desarrollo de planes de contingencia y asistencia para los más afectados. Muchos también señalan que como las cosechas han sido buenas, acumular cereales podría evitar los picos de los precios en alimentos que en 2010-2011 llevaron a una hambruna en Somalia.
El llamado de organizaciones como la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambrunas, advierten que si no se toman acciones prontas, África podría experimentar situaciones como la de 2016 cuando una sequía, también pronosticada por climatólogos, generó malas cosechas, pérdida de ingresos y aumento de inseguridad alimentaria en más de 12 millones de personas de Somalia, Etiopía y Kenia.