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La gran orgía submarina en Islas del Rosario

Una vez al año sucede un evento único en las profundidades del mar Caribe: los corales se reproducen al mismo tiempo. El Espectador buceó en este Parque Nacional y fue testigo del espectáculo natural.

María Paulina Baena Jaramillo
10 de septiembre de 2015 - 03:03 a. m.

Seis días después de la última luna llena de agosto y tres horas con veinte minutos luego del ocaso, los corales del mar Caribe estallan en una lluvia de confeti blanco. “Es como ver nevar hacia arriba”, recuerda Valeria Pizarro, bióloga de la Universidad de los Andes y una de las pocas doctoras en corales que le quedan a Colombia.

Ese día, a esa hora y año tras año, los corales arrojan sus huevos al mar, en un evento que aún sigue siendo un misterio para los científicos. “El momento nadie lo ha entendido. Hay una teoría que es la posición de la Tierra respecto al Sol y la Luna. Lo que sí sabemos es que tenemos un desove sincrónico, en el que las mismas especies ponen sus huevos al mismo tiempo”, comenta Pizarro.

En Australia el fenómeno se empezó a estudiar en la década de los setenta, porque notaron que allí, en la barrera de arrecifes más grande del mundo, el desove era masivo: estrellas, peces y corales liberaban sus huevos al mismo tiempo. Más tarde, Estados Unidos arrancó sus investigaciones. Y en Colombia la primera publicación se hizo en 1997.

Una de las cabezas de ese estudio fue Elvira Alvarado –60 años recién cumplidos, doctora en corales de la Universidad del Valle, bióloga marina de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, sonrisa pronunciada y una capul de canas que se asoma en su pelo negro que más tarde sería cubierto con un gorrito de neopreno durante las inmersiones de buceo–.

“Lo que yo vi aquí y lo que queda hoy en día es lo que me trama –sostiene Alvarado–, cambiaron las dominancias de peces, ya no son tan abundantes, llegaron las algas, han muerto unos corales, vinieron otros que crecen más fácilmente. Ya los corales no son esa cosa tridimensional y voluminosa que era antes, sino más planos, pero igualmente fascinantes”, concluye la experta.

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- “¿Cuál es el coral que más les gusta?”

- “Todos son divinos, pero hay uno especial que tiene un nombre hermoso: el mussa angulosa. Es grande y de pólipo carnoso. Cada vez que lo vemos nos miramos con Valeria y hacemos así”, dice Elvira Alvarado mientras junta los dedos de su mano, cierra los ojos y se los lleva a la boca como mandando un beso.

-“Son animales difíciles de querer porque no se mueven. Uno se enamora de ellos cuando conoce cómo son, cómo funcionan”, complementa Valeria Pizarro, colega de Alvarado.

Annularis, faveolatas, franksy, angulosa. Esos son los nombres científicos de algunas especies de coral. Como resultan impronunciables para la gente del común, han sido vulgarizados en términos más coloquiales, como corales papa, lechugas, cerebros, cuernos de venado, cuernos de alce, esponjas y cilindros.

Los arrecifes de coral parecen rocas o plantas cubiertas con tapetes de musgo, pero son en realidad animales invertebrados prehistóricos. En las 1.200 hectáreas marinas que contempla el Parque Natural de las Islas del Rosario “tenemos colonias que tienen hasta 350 años”, asegura Elvira Alvarado.

Se le llama colonias a los cientos de individuos conectados por tejidos que son genéticamente idénticos. Como son exactos, se fusionan y crean superindividuos. Cada colonia tiene una unidad conocida como los pólipos. De allí surgen los huevos o bolsas gaméticas que contienen óvulos y esperma. Cuando ocurre el desove comunal, esos pequeños sacos suben a la superficie del agua y con el vaivén de las olas se rompen liberando los gametos o células reproductivas que comenzarán la fertilización.

Una vez se fertilizan, empiezan a desarrollar el embrión y en menos de dos días nacen una pequeñas larvitas de medio milímetroque pasan entre 4 y 7 días en la capa superior del océano. Cuando llegan a su etapa madura, nadan activamente hacia el fondo del mar para buscar un lugar en donde asentarse. “Ese es el único momento del año en que los corales están libres en el mar. Después buscan dónde quedarse, forman el esqueleto calcáreo, se reclutan y ya nunca más se mueven”, explica Valeria Pizarro.

Aunque se producen medio millón de gametos en un año, apenas sobrevive el 1%. Eso, sumado a los problemas que desembocan en el mar como las obras de infraestructura, la contaminación, la sobrepesca y el cambio climático, hacen de los corales uno de los ecosistemas más delicados.

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De acuerdo con el último informe de WWF “Reviviendo la economía de los océanos”, el océano sería la séptima economía más grande del mundo si fuera un país, después de Estados Unidos, China, Japón o Alemania. Sin embargo, han sido sobreexplotados el 90 % de las poblaciones totales de peces y al ritmo que va el aumento de las temperaturas en la Tierra, los arrecifes de coral desaparecerían en el 2050.

El 80% de la contaminación marina proviene de tierra firme. Según cifras de Naciones Unidas, el 90 % de los desechos que hay en el océano son plásticos. Hoy en día existen más de 270.000 toneladas de plástico que flotan en los mares del mundo, suficientes como para llenar 35.800 camiones de basura.

Para Jeremy Jackson en su charla de Ted “La forma en que naufragó el océano” , los bosques de corales y esponjas de mar, que son el hábitat de miles de especies, se ven ahora como estacionamientos de barro o desiertos marinos. “El área del fondo marino es equivalente al área de todos los bosques que han sido cortados en la Tierra en la historia de humanidad y lo hemos logrado en los últimos 150 años”.

También el blanqueamiento coralino es una alarma que alerta sobre la salud de los océanos. Los corales hacen una simbiosis con las algas y ambos se ofrecen nutrientes y alimento para poder sobrevivir. Pero cuando la temperatura del mar aumenta, el océano se acidifica y las algas no pueden dar alimento a los corales. Ahí queda la estructura del coral, desnuda y muerta.

Pero no sólo los corales adquieren esa forma esquelética y blanca cuando el océano se calienta. La entrada de agua dulce y sedimentación es un problema grave. “El Canal del Dique fue gravísimo para los corales, porque la sedimentación enturbió el agua, el sol no puede penetrar las capas del océano y las algas no se reproducen, haciendo que los corales mueran y se blanqueen”, sostiene Juliana Hoyos, funcionaria de Parques Naturales.

En Colombia, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el 48 % del territorio nacional es marino y el país se ubica entre los más biodiversos de Suramérica si se mira adentro de sus aguas. No obstante, la parte de restauración de corales es incipiente: ensayo y error.

Las guarderías de corales, las larvas criadas en laboratorio y la eliminación de especies invasoras han sido iniciativas que se han llevado a cabo. Pero hasta ahora, ningún trasplante de coral se ha realizado para repoblar el tejido muerto y darle color a esos huesos blancos.

“Que se reproduzcan es una esperanza, porque tiene la posibilidad de seguir viviendo. Nosotras pensamos que hay que ayudarle al arrecife y meterle la mano, porque si seguimos en el proceso de contaminación no va a poder recuperarse solo”, dijo Valeria Pizarro. Elvira interrumpe: “¡Qué significa ese cementerio de huesitos rotos! Eso está mostrando todo lo que había antes”, exclama.

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El agua se movía. Lucía negra y aceitosa. Se hacía difícil caminar sobre la lancha. Las dos científicas expertas en corales descienden con algunos funcionarios del parque hasta el fondo del mar. Las colonias, marcadas con tubos fosforescentes, indican un camino curvo por entre el bosque de corales. Los animales parecen tímidos, quizás como un intento de darle espacio al espectáculo natural que comienza.

Bajo nerviosa, desinflo el chaleco, oigo mi respiración agitada y entro en ese mar negro y tibio que se parece más al espacio que al agua. Enciendo la linterna que compré de improviso por 10.000 pesos y que, según los trucos de algunos buzos, debo introducir en un condón para que no le entre el agua y se dañe. Luego de 15 minutos sumergida, el condón se rompe y la luz se va. Justo en ese momento, a las 9:50 de la noche del viernes 4 de septiembre, empieza “la orgía más grande del Caribe”, como la llaman en chiste quienes han visto la reproducción coralina.

Fueron tantos los huevos, que se resistieron a tener algo más que los atajara para nacer, incluido ese baboso condón.

 

Por María Paulina Baena Jaramillo

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