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Hay que cobrar el agua para proteger nuestros nevados

Autoridades ambientales y líderes del sector financiero se reunieron en Manizales para explorar nuevas formas de financiar ideas que garanticen el recurso hídrico.

María Mónica Monsalve
29 de agosto de 2016 - 02:00 a. m.
Ricardo Lozano, director de People and Earth; Guillermo Rudas, miembro del consejo académico del Foro Nacional Ambiental, y Gonzalo Duque, profesor de la Universidad de Caldas, durante el Encuentro por el Agua Regional. / Cortesía
Ricardo Lozano, director de People and Earth; Guillermo Rudas, miembro del consejo académico del Foro Nacional Ambiental, y Gonzalo Duque, profesor de la Universidad de Caldas, durante el Encuentro por el Agua Regional. / Cortesía

Son pocos los manizaleños que recuerdan la época en la que se podía esquiar en el nevado del Ruiz, pues del manto blanco que cubría esta montaña es muy poco lo que queda. Pero, más allá de la cuestión estética y turística que representa que desde la ciudad, en las mañanas, ya no se pueda ver la nieve, el problema es que el Ruiz, junto con los otros dos nevados que hacen parte del Parque Nacional Natural Los Nevados, abastecen los ríos de nueve cuencas que suministran agua para 18 municipios de la región. Es decir, de tres millones de habitantes.

Por esto, durante el Encuentro por el Agua Regional, realizado en Manizales y convocado por El Espectador, Isagén, WWF y People and Earth, se discutió sobre los mecanismos que se están desarrollando para financiar proyectos que conserven el agua y los ecosistemas que garantizan el recurso hídrico, pues, como bien lo dijo Elsa Moreno, profesional de Parques Nacionales Naturales de Colombia, la valoración del agua y los servicios ecosistémicos que brindan los nevados pueden tener un mayor potencial financiero que el ecoturismo.

En esto coincidió Guillermo Rudas, miembro del Consejo Académico del Foro Nacional Ambiental, al exponer sus argumentos de por qué se debe cobrar por el agua. “Sólo la ola invernal de 2010-2011, contando un solo semestre, dejo pérdidas de $13 billones, es decir, 2 puntos del PIB. Hay que contrastar esta cifra con nuestra capacidad de gestión”.

En Colombia, la conservación del agua tiene dos fuentes de financiamiento, explicó. La primera viene del presupuesto general de la Nación y es un poco menos del medio billón de pesos, y la segunda, de alrededor de $1,4 billones, está en las corporaciones autónomas regionales, sin embargo, se concentra en unas cuantas de ellas, ya que la mitad de este presupuesto viene del impuesto predial y la otra de las transferencias que hace el sector eléctrico a los municipios donde tienen impacto.

Para equilibrar este desbalance financiero, propuso Rudas, tanto los consumidores con capacidad de pago como los otros sectores deberían tener una mayor tasa por el uso del agua. “En este caso, el Ministerio de Ambiente tendría la potestad de seguir manejando la tasa de uso del agua en el sector agropecuario, pero el resto de sectores, así como los municipios de categoría 1, 2 y 3, deben tener una modificación en la tarifa”. Para que la plata no quede concentrada en algunas corporaciones, “habría un fondo de compensación que se distribuiría por proyectos asignados con puntajes técnicos y no intuitivos”.

Por su parte, el sector financiero expuso una “paleta de oportunidades” para apoyar proyectos relacionados con el buen manejo del recurso hídrico. Úrsula Sola, asesora de presidencia de Findeter, explicó que están trabajando desde varios frentes. Entre ellos la formulación de políticas públicas, al ser parte del comité financiero del Sistema Nacional de Cambio Climático (Sisclima), la planificación a largo plazo a través de los proyectos de ciudades sostenibles y la reforestación de maderables, y ejecutando iniciativas de acueductos y saneamiento básico.

Por su parte, Olga Martínez Alzate, gerente regional de Davivienda, y Jorge Marulanda, gerente especializado en pymes de Bancolombia, advirtieron que sus bancos tienen líneas verdes con tasas de crédito por debajo de los ordinarios cuando se trata de proyectos que involucran eficiencia energética, energías renovables e infraestructura sostenible, entre otras.

¿En qué invertir para salvar el agua?

Aunque fueron varias las entidades que expusieron los proyectos que han generado para garantizar el recurso hídrico, una, tal vez por su sencillez, quedó resonando en el evento: la reforestación, no sólo de bosque nativo, sino maderable. Mientras la primera ayuda a mantener la seguridad hídrica, la segunda es una gran fuente de financiación y les quita presión a otros ecosistemas.

“La Ley 56 de 1981 habló de reforestación y eso se abolió en 1993, pero aquí tenemos una experiencia de éxito con 5.000 hectáreas de bosque de niebla que reforestamos en el río Chinchiná, y desde entonces la cuenca baja no volvió a tener ningún problema. Entonces creo que esa palabra, ‘reforestación’, tiene que volver a introducirse en la legislación”, señaló Ariel César Echeverry, gerente de la hidroeléctrica El Edén.

La idea, de hecho, fue recalcada por el profesor Gonzalo Duque, de la Universidad Nacional de Caldas, al afirmar que la región se convirtió en un “jardín verde, pero deforestado”. “Estamos talando 100.000 hectáreas en la región andina y hay más de 1.200 minas de aluvión que sueltan mercurio a los ríos”, aclaró. Problema que se debe en parte, según explica, a que la “Constitución del 91 definió el agua como un recurso, es decir, algo que se explota, y no como un patrimonio que se hereda y es aprovechado de forma responsable”.

Por esto, según Hicela Mosquera, directora de Gestión Integral de Recursos Hídricos del Ministerio de Ambiente, desde esta cartera se están “considerando las cuencas como un territorio de paz, donde se logre una planificación participativa e incluyente, donde el agua no sólo se vea desde el consumo que se le da, sino como un integrador para la familia y el entorno”.

De nuevo, la gran conclusión que tuvo el segundo Encuentro Regional por el Agua que se ha realizado este año es que plata sí hay, pero, al igual que con el agua, se necesita encontrar una forma de administrarla.

Por María Mónica Monsalve

 

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