La ciencia detrás de “MiPáramo”, un proyecto de conservación en Santurbán

¿Qué significa conservar un nacimiento de agua y cuánto cuesta hacerlo? Esa es la clave para el fondo del agua de esta región. Una inversión de Bavaria y otros actores que están protegiendo el recurso hídrico del 72 % de este ecosistema.

Redacción Medioambiente
07 de junio de 2018 - 02:00 p. m.
Los ríos Pamplonita y Zulia nacen y recorren un 30 % del páramo de Santurbán en Norte de Santander.  / Fotos: Cristian Amaya - El Espectador
Los ríos Pamplonita y Zulia nacen y recorren un 30 % del páramo de Santurbán en Norte de Santander. / Fotos: Cristian Amaya - El Espectador

Pamplonita y Zulia son los ríos que abastecen de agua a Cúcuta. Sus caudales nacen en el páramo de Santurbán, riegan un 30 % de la alta montaña y desembocan en otros afluentes después de atravesar la frontera con Venezuela. En años secos ambos se reducen a un poco menos de la mitad del agua que suelen ofrecer. Esta disminución, que afecta a más de un millón de personas, es apenas comprensible; el bosque por donde corren sus cauces ha perdido hasta 100 mil hectáreas en los últimos 25 años.

La situación ha despertado tanta preocupación en la región, que la Corporación Autónoma Regional (Corponor) advierte cada tanto una crisis ambiental. Ya sea por los cambios de coloración que sufren, por la presencia de heces fecales dentro de sus aguas o por el botadero de basuras en que se han convertido sus riberas.

De ahí que hace tres años el Gobierno y el sector privado se sentaran a pensar cómo conservar los ríos Pamplonita y Zulia. La respuesta fue un fondo de agua, una iniciativa aprobada por el ministro de Ambiente de la época, la Gobernación de Norte de Santander, las alcaldías involucradas, la empresa Bavaria, la Agencia de Cooperación Internacional del Gobierno Alemán (GIZ) y la Agencia Suiza para Desarrollo y Cooperación (COSUDE). 

La idea de este fondo, al igual que los otros 23 que existen en Latinoamérica, es invertir en las reservas de agua sobre las montañas. “La vegetación tiene una cantidad de funciones; cuando llueve el bosque retiene el agua y el suelo para que no se deslicen, como si fueran una esponja. Es por eso que al deforestar el agua cae y se escurre rápidamente”, explicó el hidrólogo Diego Arévalo, encargado del diseño del fondo junto a un equipo de biólogos, ingenieros y expertos en ciencias sociales.

Arévalo, quien en el pasado estuvo detrás del diseño del fondo de agua de Lima (Perú), hizo una apuesta más para Norte de Santander: descifrar para todos los que iban a invertir, ¿cuál es el valor, en términos hidrológicos, de lo que iban a poner económicamente para conservar?

Para ello hizo un estudio sobre cuántos años tiene el agua de ambos afluentes con el fin de certificar a cada aportante su verdadera cuota ambiental. Un proceso complejo teniendo en cuenta que en Colombia sólo existe un laboratorio especializado en estudios de hidrología isotópica. Es decir, un rastreo del origen de estos nacimientos y una estimación de su edad. Entre más vieja sea una gota de agua, significa que más tiempo se ha retenido entre la vegetación alta de los montes.

En esa línea, el primer objetivo de los expertos fue tomar muestras del agua del subsuelo, de los manantiales y de la lluvia que cae en ambas microcuencas, ubicadas en predios del municipio de Mutiscua, a dos horas de Cúcuta.

Estas pruebas fueron marcadas en detalle con las fechas y las ubicaciones exactas, para luego enviarlas a un laboratorio en Francia, en la Universidad de Montpellier, una de las más antiguas de ese país, gracias al apoyo financiero de COSUDE.

La idea era determinar, gracias a estaciones y sensores ultrasónicos, “dónde nació el agua, si nació en la parte alta o en la media de la cuenca, o si viene del mismísimo páramo”, cuenta el experto. Con ese nivel de detalle es fácil traducir en términos económicos cuánta plata cuesta su cuidado.

El proyecto “MiPáramo” acoge en este momento a 104 familias de Mutiscua. Su apoyo está concentrado en la conservación, restauración y eficiencia en actividades productivas. 

Esa recolección de datos, transmitidos en tiempo real a un celular, reveló las pequeñas diferencias entre los cauces del Pamplonita y el Zulia, en cuanto a su composición molecular. “Esta metodología es un atractivo para empresas como Bavaria, pues nos asegura que cada peso invertido en la cuenca se traduce en más agua conservada para las comunidades”, cuenta Ángela Sánchez, directora de asuntos corporativos de la Fundación Bavaria.

Gracias a ese estudio, la alianza sabe que el agua que baña la región no es agua de lluvia que cayó ayer, sino que hace parte del reservorio del páramo. De acuerdo con los análisis, ambos afluentes tienen un período de residencia mayor a un año. Esto es un ejemplo del área de amortiguamiento del bosque, una cerca viva que no deja que el agua se desgaste.

Esa importancia explica por qué la cervecería más grande del país es una de las manos más fuertes de la alianza. “Porque el 70 % del páramo de Santurbán se encuentra en este departamento y nuestra cervecería de Bucaramanga se abastece de agua del río Surtatá, que depende de la integridad ecosistémica de todo el páramo y la subsistencia de las comunidades de la región”, asegura Sánchez.

Por eso esta empresa, junto a otros actores de la región, crearon el proyecto “MiPáramo”, una iniciativa que cubre 140 hectáreas de Mutiscua con el fin de conservar, restaurar y fortalecer la productividad de los campesinos de la manera más sostenible.

El acuerdo que han hecho es cercar los nacimientos de agua de sus predios, proveerles especies nativas para reforestar y pensar una vía eficiente para sus cultivos de hortalizas, brócoli, fresas, moras y árboles maderables.

Derecha: José Laureano Parra en el bosque nativo de su predio en Mutiscua. / Izquierda: Yenin Rocío Antelis, propietaria de la finca El Pino. 

Un himno a los árboles

La herencia que José Laureano Parra les dejará a sus nietos es el agua, así lo cuenta con orgullo al señalar los nacimientos que florecen en las dos hectáreas de bosque de su finca en Mutiscua que ha destinado a la conservación. La vida de este campesino, dividida en los primeros años como minero, luego como cultivador de brocolí, coliflor y lechuga, le han mostrado que la vegetación es la clave para su sustento hídrico y el de la región. 

Esa es una de las enseñanzas que le dejó la crisis de agua que hubo hace unos años en Norte de Santander, después de que la expansión de la frontera agrícola y ganadera arrasara con amplias zonas de bosque. De ahí que su intención por cuidar el ambiente sea tal, que desde que consiguió su tierra, por $200.000, en los años ochenta, haya destinado un espacio para sembrar árboles maderables. “No tiene sentido que corte madera del bosque nativo para mis quehaceres, por eso hice un sembradito de donde puedo sacar lo que necesito”, cuenta.

Todavía, mientras Parra camina sus senderos, recita de nuevo el himno de los bosques que le enseñaron en la escuela. Una canción que recuerda después de sesenta años el valor de los árboles, sus especies y la biodiversidad de su tierra nortesantandereana.

Las cercas ideales para conservar

“Para que los nacientes surjan en el páramo de Santurbán”, por eso Yenin Rocío Antelis ha dedicado cuatro hectáreas de su finca a la conservación. Una porción de la herencia que recibió de sus abuelos en el municipio de Mutiscua, Norte de Santander, y que ella escogió como su hogar y el de sus hijos.

De ahí que no le puso peros cuando los técnicos del proyecto “MiPáramo” tocaron su puerta. La propuesta que le hicieron, y que nadie más se había interesado hacer, era cercar los nacimientos de agua censados en su predio. Un total de tres nacederos que terminaban por ser pisados, desviados y contaminados por las patas de las vacas que tenía.

Esa cerca, que no proviene de la misma madera de su bosque nativo, son unas estacas de plástico azules hechas por Intera, una empresa que trabaja con materiales reciclados en Bogotá. Esto es gracias a la alianza, porque, cuenta Antelis, “nosotros no hubiéramos tenido los recursos para poner estos linderos de conservación para el agua con la que vivimos y que beneficia a otros vecinos de aquí para abajo, porque el agua sigue corriendo”. 

Por Redacción Medioambiente

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