La conservación de los jaguares, el legado de Alan Rabinowitz para Colombia

El biólogo estadounidense fue reconocido por su lucha para salvar a los felinos. Murió el 5 de agosto, a los 64 años, a causa de una leucemia. Las primeras cámaras trampa que llegaron a Colombia y el primer acuerdo con el Gobierno en pro de estos animales fueron gracias a él.

Paula Andrea Casas Mogollón
11 de agosto de 2018 - 03:00 a. m.
Alan Rabinowitz tenía un Ph.D. en ecología en la Universidad de Tennessee (Estados Unidos). / Steven Winter / Panthera
Alan Rabinowitz tenía un Ph.D. en ecología en la Universidad de Tennessee (Estados Unidos). / Steven Winter / Panthera

Encerrado en el zoológico del Bronx, en Nueva York (Estados Unidos), a solas con los tigres y los jaguares, Alan Rabinowitz pasaba sus días. Se imaginaba que los animales le hablaban y duraba horas conversándoles. Sentía que su hogar estaba con esos felinos y ya no sentía la necesidad de regresar al armario de su habitación, donde encontraba paz en un pequeño mundo oscuro que se inventó. Allí podía hablar con tranquilidad, sin miedo a recibir burlas por tartamudear. (Lea: Sólo quedarían 173 mil jaguares en América)

Aquel niño inseguro había dejado sus miedos atrás y, con 19 años, les juró a los felinos que se iba a convertir en su voz y se propuso como misión salvar su especie. Un juramento que cumplió hasta el día de su muerte. Ni la terrible leucemia que padeció desde hace 13 años lo hizo alejarse del amor que le producían estos animales. Así comienza la historia del hombre más importante en la historia de la conservación del jaguar latinoamericano.

Se convirtió en el ídolo de muchos biólogos por su espíritu luchador, por demostrar que se puede trabajar en lo que uno quiere y por su enorme generosidad. Esa solidaridad que lo caracterizó, lo llevó a aportar su granito de arena en la conservación de los jaguares en Colombia. Así es como lo recuerda Esteban Payán, el director regional para Suramérica de Panthera, la organización que cofundó Rabinowitz para la preservación de los felinos y su hábitat.

“Le dije a Alan que quería ir al zoológico donde trabajaba (el de Nueva York) por pena a decirle que buscaba conocerlo. Hablamos de todos los temas. En su segundo libro contó que sufría de leucemia, pero ese día me aclaró que no era agresiva y que podría llegar a vivir una década más. Al despedirnos me dio cuatro cámaras trampa para que las pusiera en Colombia y empezara a rastrear los jaguares”, cuenta Payán. Con esas cuatro cámaras comenzó el fototrampeo en el país. El primero fue hace 15 años en el Amazonas. (Puede leer: Conocer el árbol genealógico de los jaguares podría salvarlos de la extinción)

Una vez acabó uno de sus doctorados, Payán se reunió con Rabinowitz a comer pizza, pues, además de ser su maestro, se convirtió en uno de sus grandes amigos. Conversaron y Rabinowitz le comentó la idea de hacer su propia organización para proteger a los felinos. Había trabajado 30 años con la Wildlife Conservation Society (WCS) y sentía que ya era hora de dar un paso al costado. “Me dijo que dónde quería trabajar y le respondí que en Colombia. Me ofreció que fuera el director en Colombia para Panthera y aquí sigo, luego de 11 años”, comenta.

Alan Rabinowitz en una de sus visitas a Colombia. / Esteban Payán.

Su carácter fuerte hizo que fuera un hombre de amores y odios. Inculcaba en sus pupilos el interés por incidir en las políticas públicas, ya que creía que era un trabajo conjunto con el Gobierno. Trataba de cumplir sus metas en el menor tiempo posible. Decía, casi siempre, que iba contra el reloj, primero porque los tigres y jaguares se estaban acabando en Latinoamérica, y porque, según él, se iba a morir muy rápido debido a su enfermedad.

Esta última teoría la sacó luego de una anécdota que tuvo con los médicos que lo trataban desde el inicio de su leucemia. Le aseguraron que si se quedaba en su casa, sentado en un sillón y trabajando tranquilo, tenía la posibilidad de vivir más tiempo, quizás, casi un tercio más que si seguía con la ajetreada vida que llevaba. Sin dudarlo, les dijo que no porque no quería desistir de su sueño de seguir trabajando por los animales.

Y así siguió recorriendo el mundo. Hace un año tomó la decisión de irse por todo el Corredor del Jaguar, desde México hasta Argentina. En su paso por Colombia, junto a Esteban Payán fueron por el Darién, desde el Urabá hasta la frontera con Panamá. “Allí se subió a unas montañas y se quedó sin aire. Comenzó a ahogarse debido a una neumonía que padecía. Él sólo decía que, a pesar de sentir fatiga, no podía esperar para salvar a los jaguares. Añadía que no había tiempo que perder”, narra Payán. (Lea también: ¿Cómo convivir con un jaguar?)

El 5 de agosto, la leucemia se lo llevó a sus 64 años. El reino animal perdió una ficha fundamental, pero su legado seguirá trascendiendo a lo largo de los años. Para Esteban Payán, “todo lo que tenemos en Colombia hoy en día en cuanto a conservación de felinos se lo debemos a él. Con él hicimos el primer fototrampeo, firmamos el primer acuerdo con el Gobierno en pro de estos animales y el Estado pensó por primera vez en ellos gracias a él. Pusimos al jaguar en el mapa”.

Alan Rabinowitz será recordado por su amor a los felinos y por su entrega y disciplina en el estudio de sus características. Payán y sus compañeros de Panthera en el país seguirán trabajando por sus ideales. “Lo perdimos, pero nos dejó una gran enseñanza. La forma en que lo vamos a honrar es continuar trabajando por los jaguares. Jamás olvidaré cuando se puso a tomar un café de jaguar, que lo venden en la serranía de San Lucas, en el sur de Bolívar. Conoció al pueblo de campesinos que le mostraron cómo hacer agricultura mientras conviven y respetan a estos animales”, concluye el director.

Alan Rabinowitz con los campesinos de la Serranía San Lucas tomando un Café Jaguar. / Cortesía Esteban Payán. 

Por Paula Andrea Casas Mogollón

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