La movediza frontera de Perú y Colombia

Las islas que se han ido formando sobre el río Amazonas, frente a Leticia, en la frontera con Perú, están dejando al puerto colombiano sin acceso al río y se convirtieron en un dolor de cabeza para definir la frontera entre ambos países.

Helena Calle/Infoamazonia
15 de julio de 2018 - 03:00 a. m.
La isla de Santa Rosa cerca de 2.000 habitantes. / Gustavo Faleiros
La isla de Santa Rosa cerca de 2.000 habitantes. / Gustavo Faleiros

Desde hace cinco años, Perú y Colombia se sentaron (¡por fin!) a resolver uno de los asuntos diplomáticos más delicados de los últimos 90 años. Los cambios en el indomable río Amazonas, que sirve de frontera entre los países, han hecho que se desdibuje el límite entre ambos y que se formen islas de arena que están alejando el cauce del río del puerto de Leticia. Mientras no esté definido dónde comienza y termina cada país, nadie puede hacer nada para resolver el problema.

La historia empezó en 1922, cuando Colombia y Perú firmaron un acuerdo para resolver “toda controversia” acerca de los derechos territoriales de ambos países sobre el poderoso río Amazonas. Una comisión de científicos peruanos y colombianos determinó que los 1.626 kilómetros de frontera, sobre el río Putumayo y el río Amazonas, estarían demarcados por el thalweg, definido como “la parte más profunda de un canal de agua”. (Lea Colombia ratifica el Acuerdo de París sobre el clima)

Con ese tratado, que al sol de hoy está vigente, Colombia se aseguró una salida al río Amazonas, el derecho a navegarlo por los siglos de los siglos (al igual que Perú) y el poder sobre el importante Trapecio Amazónico, que incluye a Leticia, hoy la capital del departamento de Amazonas, que ya tiene 42.000 habitantes. Los expertos ubicaron el thalweg a pocos metros de la margen izquierda, cerca de Leticia. Una vez finalizada su tarea, y con una frontera definitiva, cada quien volvió a su orilla. Diez años después, soldados peruanos invadieron Leticia y tras un breve conflicto que duró un año se decidió que el puerto amazónico seguiría siendo colombiano y se reafirmó el tratado original.

Pero hay un detalle que nadie contempló: el río Amazonas es una frontera viva. Más importante aún, es el río más caudaloso, profundo y largo del mundo. Es tan grande que le cabrían seis ríos Magdalena. Por nacer en los Andes, arrastra una gran cantidad de sedimentos y durante los últimos 80 años, islas de arena se han ido formando a lo largo de los 116 kilómetros de frontera que comparten ambos países sobre este río, en los que no es claro quién manda. 

Este fenómeno ha hecho que el cauce del río —y por extensión, la línea trazada como frontera entre ambos países— se corra hacia la orilla peruana.

En otras palabras, mientras Perú está perdiendo tierra, pero ganando río, Colombia está ganando tierra, pero perdiendo río y acceso al puerto de Leticia. Sólo un nuevo acuerdo para definir la frontera podría ser la solución a este problema ambiental que está a punto de convertirse en emergencia. (Lea Desde 2010 los nevados colombianos han perdido un área igual a 7 veces el Parque Simón Bolívar)

Una frontera viva

El profesor de limnología de la Universidad Nacional Santiago Duque recuerda que cuando llegó a Leticia por primera vez, en los años setenta, se sentaba a tomar una cervecita en el malecón y a ver el horizonte. “Veía dos o tres montañitas de arena, nada más”, cuenta este biólogo que ha estudiado el comportamiento del río Amazonas durante los últimos 20 años. Hoy hay por lo menos trece islas sobre el río Amazonas entre los estrechos de Nazareth, al sur, y Tabatinga, al norte.

“El Amazonas transporta el doble de sedimentos que el río Mississippi (Estados Unidos), que es la vía comercial más importante de ese país. ¡Imagínate el tamaño de este monstruo de río que tenemos! . El río va depositando sedimentos y formando barras e islas gigantes”, explica Duque.

Los locales las han bautizado Chinería, Ronda, Santa Rosa y La Fantasía, entre otras.

Como las islas empiezan a ocupar el espacio del canal, el agua busca otra vía para circular y empieza a encaramarse sobre una orilla. Por efecto del magnetismo de la Tierra, todos los ríos por debajo de la línea del Ecuador, como el Amazonas, tienden a inclinarse hacia el sur (lo contrario para el hemisferio norte).

Debido a este efecto, y según lo observado por el profesor Duque con su grupo de trabajo del Laboratorio de Aguas de la Universidad Nacional, sede Amazonia, el río Amazonas ha ido ganando terreno, erosionando la orilla peruana, en la margen derecha del río, mientras que la frontera colombiana, en la margen izquierda, ha acumulado sedimentos.

Las islas son un obstáculo militar, diplomático y ambiental para el funcionamiento de ambos puertos. Pero 90 años de negligencia con los estudios que debían seguir las variaciones en el cauce del río —y con él, el thalweg—, pero que nunca se hicieron, han provocado que la frontera se desdibuje y que no esté muy claro a cuál de los dos países están asignadas.

Foto satelital del estado actual del río Amazonas y sus islas de sedimento. Las proyecciones de la Armada Nacional indican que para 2030, si no se actúa, el cauce se moverá tanto hacia Perú que el casco urbano de Leticia perdería su salida directa al colosal río. / Google Earth y El Espectador

¿Tierra de nadie?

La isla Patrulleros-Vamos, que apareció a inicios de 1950, las islas Corea y Coreíta, emergidas a finales de 1940, y la isla Rondinha pertenecen a Perú. Isla Ronda, a Colombia. Sobre Santa Rosa, una de las islas más extensas, ondea una bandera peruana. Está habitada por casi 2.000 personas, pero no es oficialmente peruana. Durante los últimos años se ha convertido en un paso obligado para el narcotráfico.

“Por la noche es Sodoma y Gomorra”, dice Álvaro Gómez Suárez, el primer gobernador que tuvo el departamento de Amazonas. La isla de la Fantasía, la más cercana a la orilla colombiana, desaparece cada invierno, pero tiene una población de cerca de 3.000 personas que viven en casas palafíticas. Está tan cerca que para pasar de una a otra cuando es verano y el río está bajo basta dar un brinco potente.

Más allá de un asunto patriota sobre fronteras, la sedimentación continúa y las islas siguen creciendo. Según un estudio de la Universidad Nacional sobre la hidromorfología del “río Madre”, realizado en 2006, cada año las islas se expanden entre 100 y 150 metros en promedio, y su crecimiento tiene efectos a ambos lados del río.

En el lado peruano, donde está la erosión y por donde el agua corre más rápido, el agua gana cada invierno 25 kilómetros tierra adentro. “Ya ni las casas palafíticas están aguantando. Aunque hay que decir que la gente no peligra: el río Amazonas es pacífico y predecible, nunca sube de golpe y por eso no hay pérdidas humanas”, aclara el profesor Duque. En el lado colombiano, como respuesta a la erosión del lado peruano, el agua corre más lento y acumula más arena. Por eso el muelle Victoria Regia, el puerto flotante de Leticia, se está quedando sin río mientras Perú se ahoga cada invierno.

Si no se resuelve dónde está el thalweg, no podemos saber a qué país se asignan las islas, y mientras no sean de nadie, ni Perú ni Colombia pueden dragarlas o intervenirlas para modificar el cauce del río de modo que se beneficien ambos. Quien clave la bandera será dueño de las soluciones.

“Yo creo que la erosión y la sedimentación todavía no son un problema para Leticia. Es un problema de fronteras que se resuelve en Bogotá”, opina el exgobernador. Pero las proyecciones de la Armada Nacional indican que lo contrario: para 2030, el río Amazonas estará a 4 kilómetros de Leticia y las islas se pegarán al puerto. Mientras, el lado peruano se inundará cada vez más.

A ojo de buen cubero, el 80 % del caudal del agua está pasando por Perú y el 20 % por Colombia. Es difícil saber si no se hacen los estudios”, aventura el profesor. A esta altura del problema, de quién son las islas ya no es la discusión principal. Como contó El Espectador, Perú no está tan apegado a la naturaleza cambiante del thalweg sino al tratado de 1922, “que niega la posibilidad de que alguna circunstancia futura pudiera modificar la línea de frontera pactada”. Es decir, que, como se trazó la frontera en 1922, las islas serían peruanas. Pero si se tuviera en cuenta el nuevo escenario del río Amazonas, las islas estarían del lado de Colombia. Al cierre de esta edición, ni la Cancillería de Perú ni la de Colombia se habían pronunciado oficialmente. (Lea también: Santa Rosa, ¿tierra de nadie?)

“Hay un asunto positivo aquí y es que aún no sabemos si las islas Santa Rosa y La Fantasía sean estacionarias o permanentes”, explica el exgobernador, recordando el caso de la isla Ramón Castilla, otro de los objetos del deseo de Colombia y Perú, que fue paulatinamente sepultado por el río Amazonas en los ochenta. Quién sabe, a lo mejor el río mismo zanje el asunto diplomático de una vez por todas, juague las islas y le asegure el agua al puerto de Leticia.

Pero nadie está dispuesto a sentarse a esperar. El problema de la sedimentación en el lado colombiano avanza a pasos agigantados. En cualquier caso, a la Armada se le dificulta cada vez más patrullar esta frontera, porque cada 30 metros hay un playón y sus botes grandes no pasan, entrar mercancía por el muelle Victoria Regia es cada vez más costoso y los pescadores se quejan de que deben irse lejos para encontrar pescado.

“Ya hay acuerdos y protocolos entre Armadas y ministerios de ambos países para manejar las islas, pero si hay que dragar para salvar una población ribereña, ¿qué hacer?”, se pregunta un oficial de la Armada Nacional de Colombia que prefiere no ser nombrado pero que conoce el tema de cerca.

Peruanos y colombianos ignoraron el problema de la frontera por nueve décadas, pero en 2013, una comisión técnica de científicos del Ideam, del Instituto Geográfico Agustín Codazzi y de sus contrapartes peruanas comenzó los estudios para saber cómo se comporta el río, dónde está el thalweg,de quién son las islas y qué hacer con ellas. sus consecuencias ambientales.

Pañitos de agua tibia

Mientras tanto, y para atender el problema en su orilla, Colombia ha maniobrado para no perder el acceso directo al río Amazonas. En 2006, Invías le encargó a la Universidad Nacional (sede Medellín y sede Amazonia) un estudio sobre el estado del muelle Victoria Regia de Leticia y sobre el comportamiento del cauce y los sedimentos que arrastra el río.

Los investigadores propusieron cuatro opciones para resolver el problema de toda la arena acumulada que no deja flotar el muelle. La más económica consistía en extender el puerto 125 metros hasta alcanzar de nuevo el cauce del esquivo río. La más diplomática era impulsar a través de un convenio el uso compartido del muelle de la vecina ciudad de Tabatinga, en Brasil. La más complicada consistía en reubicar el muelle a 200 metros de Leticia, en Nazareth, Macedonia o Puerto Nariño (Amazonas), a riesgo de que el nuevo puerto quede aislado por tierra.

La opción más efectiva consistía en dragar el río Amazonas, es decir, extraer barro, piedras o arena del fondo para darle paso al agua. Esta última medida, además de ser la más costosa, es polémica por varias razones. La primera es que para dragar es necesaria maquinaria pesada que saque residuos del río y los deposite en sus laderas. Si se hace un mal manejo ambiental de esos desechos, algunos metales pesados podrían terminar de nuevo en el río y alojarse en personas y animales. Por otro lado, si se draga el río, se mueve el thalweg. Y mientras no se sepa dónde está la frontera, las islas no se tocan. El estudio más reciente sobre el tema, publicado por Invías en 2011, propone algo similar.

En 2013, la Armada Nacional expuso su preocupación sobre la urgencia del dragado en el estrecho de Nazareth al Ministerio de Transporte y la Cancillería, pero, según dijo el capitán Juan Carlos Cifuentes en su momento al diario El Colombiano, “lo que se haga aquí va a afectar allá, por eso nadie quiere autorizar”.

En definitiva, el problema es de vieja data. En 2008, Mintransporte se decidió por la opción económica y extendió el puerto 150 metros hacia la orilla, no sólo por plata, sino porque para modificarlo no necesitó negociar con los peruanos. “Les dijimos: ‘Vea, la obra va a funcionar, pero sólo por cinco años, porque el río continúa sedimentando. El río es imparable”, señala el profesor Duque. Desde 2014 hay un proyecto para alargarlo otros 267 metros. Los diseños y la interventoría costaron $4.941’518.497 y ya están listos, y la licitación se abrió el segundo semestre del año pasado.

El profesor Duque piensa que el problema es que los que están pendientes de las fronteras no tienen datos científicos: “No sabemos qué ha pasado en los últimos 100 o 200 años. Eso ayudaría a tomar decisiones y aprender a vivir con el río y con una frontera móvil. Tratar de controlar un río tan grande, profundo y poco estudiado como el Amazonas sería un acto de soberbia”.

Qué ironía. Noventa años después de una guerra entre países vecinos, y gracias a la indomable naturaleza del río Amazonas —y a la falta de información científica sobre su comportamiento— Colombia está perdiendo lo ganado ante Perú: el puerto de Leticia. Ya no a manos de soldados peruanos, sino ante la naturaleza de un río que no conoce de fronteras.

Infoamazonia es una alianza periodística entre Amazon Conservation Team, Dejusticia y El Espectador.

hcalle@elespectador.com/ @helenanodepatio

Por Helena Calle/Infoamazonia

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