La palma de aceite podría crecer sin afectar a las especies en amenaza

Científicos colombianos de la Javeriana y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH Zurich, Suiza) modelaron un mapa que permite saber en dónde se podría expandir su producción con bajos impactos sobre la biodiversidad en Colombia.

María Mónica Monsalve S.
29 de junio de 2018 - 03:00 a. m.

Con solo hacer un barrido rápido de noticias sobre la palma de aceite se puede intuir la fuerte fama que ha ganado a nivel internacional. En Malasia e Indonesia, que representan el 85% de su producción mundial, su cultivo se ha asociado con destrucción de bosque, emisión de CO2 y pérdida de biodiversidad. Y sólo con escribir la palabra Orangután de Borneo, uno se encuentra con que su situación de amenaza está relacionada con estas plantaciones en Asia.

Pero extrapolar estos resultados a cualquier contexto puede ser peligroso. Al otro lado del mundo, en América, y especialmente en Colombia, las cosas no tienen por qué suceder igual. Un estudio realizado por colombianos de la Universidad Javeriana y de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (Suiza) encontró que en Colombia la palma de aceite no ha afectado severamente a los vertebrados amenazados y que, si se hace correctamente, su expansión puede ser sostenible.

“Alrededor de la palma hay muchos mitos, porque es un tema que genera muchas emociones y rechazo inmediato, por sus impactos. Ya es una fama adquirida y queríamos ver cuál era la situación con especies amenazadas en Colombia”, explica John García Ulloa, biólogo de la Universidad Nacional, investigador posdoctoral de la ETH de Zúrich y uno de los cuatro autores de la investigación.

Resolver esa pregunta implicó un gran trabajo de cruce de mapas y datos. En Colombia, de las 3.179 especies de vertebrados que hay, el 18 % (568) están amenazadas, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Lo que hicieron los investigadores fue sobreponer el mapeo de estas especies con otros mapas: el de los cultivos actuales de palma y el de los territorios donde no existe actualmente, pero hay una aptitud biofísica para que pueda crecer. Insumos que tomaron de la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria y de investigaciones anteriores, realizadas por Carmenza Castiblanco, Mitchell Aide y Andrés Etter, este último, coautor de este estudio.

Estos encuentros, según la investigación publicada en la revista científica Biological Conservation, “son mínimos y están agrupados espacialmente. Lo que se debe a que las áreas de idoneidad para la palma aceitera se encuentran principalmente en las llanuras bajas, en lugar de las áreas de topografía compleja donde la mayoría de los vertebrados endémicos y amenazados se encuentran”.

“Hay algunas áreas de conflicto, como el piedemonte amazónico, en el Caquetá y en Putumayo, donde la tierra es apta para la palma, pero tienen una alta concentración de especies amenazadas, por lo que, desde el punto de vista de conservación, no es recomendable que se expandan allí”, comenta Natalia Ocampo Peñuela, ecóloga de la Javeriana, actual investigadora de la ETH de Zúrich y autora principal. “Hay áreas con alta aptitud para la palma que tienen una concentración baja de especies amenazadas, como los valles interandinos, los llanos y las llanuras del Norte”.

Claro, esto no quiere decir que ninguna especie corre peligro con la palma de aceite en Colombia. Los churucos (Lagothrix lugens), la oropéndola chocoana (Psarocolius cassini) y la rana llanera (Allobates ranoides) son algunas de las que menciona el artículo.

En este caso, además, los científicos quisieron ir un paso más allá y entrar a explorar qué tan mal les ha ido a los ecosistemas amenazados de la Lista Roja con las plantaciones de palma. Un criterio donde las consecuencias parecieron repetirse, pues las áreas de plantaciones de palma de aceite solo se cruzan en un 1,4 % con los ecosistemas en peligro crítico, un 4,9 % con los que están en peligro y 12,7 % con los vulnerables. En cuanto a las proyecciones de por dónde podría seguir creciendo esta palma, de origen africano, el estudio encontró que las cifras variaban a un 10,3 % para las tres categorías anteriores.

“Desde luego, las especies amenazadas son solo un criterio y hay ecosistemas que se deben evitar intervenir por otros aspectos, como ser áreas protegidas o conservar el agua. Entonces, la recomendación es que, dentro de esas zonas, se expanda la palma en los ecosistemas que ya están degradados, que no son naturales”, aclara Ocampo.

Como ella lo dice, el estudio es solo una pieza de un gran rompecabezas que permitirá entender por dónde empezar a tomar decisiones. Factores sociales y económicos, que no entra a analizar este estudio, también juegan un rol importante. “Aunque encontramos zonas donde se puede expandir la palma sin generar altos impactos en biodiversidad, hay áreas con algunas barreras socioeconómicas. Son tierras privadas y habría que convencer a la gente para que cambie su actividad económica”, agrega García Ulloa.

Y es que el estudio hace parte de un proyecto más grande y a escala mundial: el Oil Palm Adaptive Landscapes (Paisajes adaptativos de palma de aceite), del laboratorio de Gestión de Ecosistemas de la ETH de Zúrich, que dirige Jaboury Ghazoul, el cuarto autor del estudio. Con este proyecto que vienen desarrollando desde hace dos años, en Camerún e Indonesia, además de Colombia, quieren comparar los contextos y comprender cómo la gente toma decisiones alrededor de la palma de aceite.

Un producto que, por lo menos en Colombia, toma un rol cada vez más activo. Es el país que más lo produce en Latinoamérica - a pesar de que solo abarca el 1 % del territorio-, el Gobierno lo ha contemplado como una alternativa para las comunidades rurales en el posconflicto y está proyectado como un biocombustible, para poder cumplir con la reducción del 20 % de los gases efecto invernadero al 2030.

“La realidad de la palma es que es un producto que no se puede reemplazar. Pero Colombia sí está a tiempo de ver y contribuir para que su expansión se haga de manera sostenible. ¿Qué tipo de producción queremos?”, finaliza García.

 

 

Por María Mónica Monsalve S.

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