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La selva amazónica: un punto débil en el Acuerdo de París

El bosque tropical juega un papel fundamental en el equilibrio de la temperatura global. Sin embargo, para las comunidades indígenas y para los gobiernos locales, que comparten el bioma amazónico, aún quedan vacíos en la articulación con el compromiso internacional que busca combatir el cambio climático.

Juliana Jaimes Vargas y InfoAmazonia
11 de diciembre de 2020 - 12:00 p. m.
En 2018, en medio de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP24), un informe del Rainforest Foundation Norway ya alertaba que el gran Acuerdo de París no iba a salvar a la Amazonía.
En 2018, en medio de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP24), un informe del Rainforest Foundation Norway ya alertaba que el gran Acuerdo de París no iba a salvar a la Amazonía.
Foto: Archivo EFE/Marcelo Sayão

“La Amazonía es el pulmón del mundo”, esa es una de las metáforas más utilizadas para describir la importancia ambiental de la selva tropical más grande del planeta. Un lugar en el que cerca de siete millones de kilómetros cuadrados de bosque absorben el dióxido de carbono de la atmósfera y le quitan a la Tierra anualmente más de un billón de toneladas de gases de efecto invernadero para contrarrestar el calentamiento global. Eso, lo convierte en un ecosistema fundamental para la mitigación del cambio climático, y la vez, en un punto débil, o menos claro, dentro de los compromisos internacionales más importantes en materia medioambiental: el Acuerdo de París. (Lea: Adaptación, su importancia a los cinco años del Acuerdo de París)

Aunque el propósito central del acuerdo internacional, firmado por 195 países, es evitar que el incremento de la temperatura global supere los 2ºC y el papel de la selva del Amazonas es fundamental como un gran sumidero de carbono, la importancia del bioma amazónico frente a la mitigación del cambio climático va mucho más allá. Según explica Germán Andrade, biólogo, profesor de la Facultad de Administración e investigador del Centro de Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Universidad de los Andes, la Amazonía tendría dos tareas fundamentales en el equilibrio ambiental: una, en el ciclo hidrológico del agua y otra como un termorregulador.

“La ciencia ha venido demostrado que la importancia de la selva amazónica va más allá del carbono pues es un ecosistema fundamental en el ciclo hidrológico del agua en el continente de Suramérica porque la Amazonía recicla esa agua que viene del océano Atlántico que pasa a través de la selva y que es expulsada otra vez por los miles de millones de árboles a la atmosfera. De igual forma, la Amazonia funciona como un gran termorregulador, o sea un sistema de refrigeración, porque cada vez que un árbol libera una gota en forma de vapor hay un gasto calórico. Eso hace que la sola evapotranspiración del agua produzca un efecto de refrigeración gigante. De todas esas funciones y otras que se han venido reconociendo, solamente la del carbono está dentro del Acuerdo de París”, explicó.

Lo cierto, es que conocer la importancia ecológica de la selva amazónica no es suficientes. Es más, resulta ser apenas uno de los primeros pasos dentro de lo que significa generar planes efectivos para la conservación de uno de los ecosistemas más importantes en el mundo, y consecuentemente, más influyentes para mitigar el cambio climático. La articulación entre los nueve países que comparten el bioma, por ejemplo, es uno de esos retos. “Las metas que tenemos país por país en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica y en el marco del Acuerdo de París son importantes, pero son insuficientes e inclusive pueden considerarse como metas difusas pues la integridad del ecosistema no aparece con un acuerdo específico y no hay diplomacia creada para eso. Al contrario, países como Brasil están argumentando otra vez en contra de la mirada internacional de la Amazonía. Si no existe ese acuerdo yo creo que las metas de París no solo van a ser insuficientes, sino evidentemente inadecuadas para el reto de conservación del gran sistema ecológico amazónico”, agregó Andrade. (Puede leer: Colombia a cinco años del Acuerdo de París: es hora de redoblar esfuerzos)

En 2018, en medio de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP24), un informe del Rainforest Foundation Norway ya alertaba que el gran Acuerdo de París no iba a salvar a la Amazonía. El estudio “Aproximándonos al punto de no retorno” que analizaba el papel de los bosques en los acuerdos de seis importantes países con selvas tropicales (Brasil, Indonesia, Perú, Colombia, República Democrática del Congo y Myanmar), concluía que ninguno de los compromisos estaba articulado con los objetivos internacionales de detener la deforestación para 2030. Incluso, la deforestación continuaría aún si se cumplieran estas metas climáticas.

La complejidad de un gran ecosistema como el amazónico queda entonces con vacíos en medio de un acuerdo que, aunque lo necesita como aliado para contrarrestar el cambio climático, aún debe aclarar su importancia. “Desde que se firmó el Acuerdo de París cada vez son más contundentes los elementos que demuestran que la integridad ecológica de este gran ecosistema no está garantizada y antes se han abierto procesos de destrucción que difícilmente se pueden controlar solamente atendiendo el Acuerdo de Paris. El Acuerdo de París está contemplado únicamente en la disminución y la adaptación al cambio climático, aunque son dos elementos relevantes para la Amazonía no son suficientes. Se necesita un acuerdo internacional específico para la conservación de la integridad ecológica de la Amazonía.

La Amazonía colombiana en el Acuerdo de París

Para el caso de Colombia, en el documento de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) donde se reafirman los compromisos firmados hace cinco años y se hacen nuevas contribuciones, la Amazonía se nombra un par de veces. Primero con la conformación del programa Visión Amazonía en 2016; la expedición de la Estrategia Integral de Control de la Deforestación y Gestión de los Bosques en 2017 y la suscripción al Pacto de Leticia en 2019. (Lea también: ¿Qué ha pasado en el mundo tras cinco años del Acuerdo de París)

Para el caso de Visión Amazonía, un programa de pagos por resultados que además de estar articulado con el Ministerio de Ambiente trabaja con la cooperación internacional del Reino Unido, Noruega y Alemania se ha dividido el trabajo en varios frentes importantes como: la mitigación de la deforestación, el desarrollo de economías sostenibles y la articulación con pueblos indígenas.

José Yunis, director de la iniciativa, señala que todos los enfoques del proyecto están relacionados con el Acuerdo de París. “Toda Visión Amazonía está relacionado con las metas de reducción de gases de efecto invernadero y CO2. Bien sea con las inversiones que brindan alternativas productivas directas a las 4.583 familias campesinas que tenemos vinculados hoy al programa con acuerdos de conservación de bosques o bien sean aquellos de apoyo a las 20 mil familias indígenas beneficiarias de los 139 proyectos aprobados por el programa quienes ancestralmente han habitado y cuidado la Amazonía”, señaló.

Sin embargo, y aunque pareciera implícito, para las comunidades indígenas de la selva Amazónica aún no queda tan claro el papel del Acuerdo de París en sus realidades locales. “El acuerdo todavía tiene unas situaciones que no se han podido resolver porque dentro de todo el tema ambiental, la protección de la Amazonía y la salvaguarda que implica para los pueblos indígenas que están inmersos en la amazonia no se ha visto todavía. Hay grandes dificultades en entendimiento y en desconocimiento de derechos de los pueblos indígenas en materia ambiental y territorial y eso ha dificultado poder articular lo pactado con la protección de la amazonia colombiana”, señaló José Soria, indígena del territorio y secretario de la Mesa Regional Amazónica (MRA).

La relación de las comunidades indígenas con la conservación de los bosques hace parte del manejo ambiental de sus territorios, pues este constituye prácticas que están ligadas a su cultura y que son entendidas como una forma de vida, independientemente de estar o no suscritos a un acuerdo. “Los nombres de nosotros los amazónicos responden al nombre de un árbol o un lugar. Desde el comienzo hay una clara relación entre pueblos indígenas, territorio y naturaleza. Nuestra forma de conservar los bosques tiene que ver con nuestra cultura, nuestra forma de vida”, señaló Mateo Estrada, Coordinador de Territorio, Ambiente y Cambio Climático de la OPIAC, para quien la desarticulación frente a los compromisos del Acuerdo de París se debe al desconocimiento de su papel como gobiernos indígenas. (Lea también: Lo que ha hecho Colombia para mitigar los efectos del cambio climático)

“El gobierno debe reconocer, primero, que en los territorios indígenas está la figura de resguardo y son esenciales para conservar todo el entorno. También que hay unos planes de desarrollo netamente culturales planeados para la selva que son los planes indígenas de la Amazonía que ya están diseñados para conservar los bosques. De igual forma, que las autoridades indígenas son autoridades en su territorio, y, finalmente se debe reconocer que nosotros somos actores esenciales y por eso tenemos espacios propios idóneos para dialogar de igual a igual entre el gobierno y las comunidades indígenas. Si reconocen eso podrán estructurar programas a largo plazo de gran impacto para los acuerdos internacionales”, agregó.

El Acuerdo de París es una de las iniciativas más importantes en materia ambiental y Colombia, como firmante del compromiso internacional, tiene el privilegio y además la responsabilidad de ser guardián de la selva tropical más importante del planeta. Para Mariana Gómez Soto, asesora de la Fundación Gaia Amazonas, la participación del país en este tipo de espacios es también una oportunidad para abrir un debate fundamental sobre la articulación de saberes propios de las comunidades indígenas, quienes a través de su manejo territorial han permitido que, aún hoy, se hable de bosques vírgenes, de árboles que actúan como termorreguladores y de un espacio único en el mundo que es esencial para combatir la emergencia medioambiental.

“Nos hemos dado cuenta de la importancia de un modelo intercultural en donde se pueda poner en diálogo lo que ellos saben con lo que nosotros hacemos acá. Es fundamental hablar con los líderes y explicarles cómo esos compromisos globales van a ser adoptados por Colombia, pues finalmente van a tener implicaciones en la manera en cómo ellos gobiernan su territorio. Ellos entienden el cambio climático porque también lo están viviendo y ya están llevando a cabo un ejercicio de gobernanza que implica un modelo de conservación. Creo que el reconocimiento de las funciones ambientales de los gobiernos indígenas y entender qué implicaciones tiene el manejo que ellos hacen del bosque en los compromisos asumidos por el país, para nosotros puede ser una oportunidad enorme”, concluyó. (Le puede interesar: Así planea Colombia disminuir el 51 % de sus emisiones a 2030)

* Este artículo es publicado en alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

Por InfoAmazonia

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