Lo que se juega El Vaticano con el Sínodo de la Amazonia

Más de 180 obispos se reúnen en la Santa Sede para discutir el futuro de la presencia de la Iglesia Católica en la Amazonia y su papel en la lucha contra el cambio climático. Una apuesta por la materialización de la Encíclica ‘Laudato Sí’, del Papa Francisco.

InfoAmazonia*
13 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
El papa Francisco visitó Puerto Maldonado, en la Amazonia peruana, en enero de 2018. / AFP
El papa Francisco visitó Puerto Maldonado, en la Amazonia peruana, en enero de 2018. / AFP

Solo dos veces un papa ha pisado suelo amazónico. La primera vez fue en 1985, cuando Juan Pablo II se reunió con los indígenas amazónicos de Iquitos (Perú): “Continuando los pasos de los abnegados misioneros, que desde el principio de la evangelización vinieron a buscaros para anunciaros la buena nueva del Evangelio, llega hoy a vosotros el papa. En su corazón sigue resonando el mandato de Jesús: ‘Haced discípulos a todas las gentes’”, dijo en esa ocasión. “Defiendan sus ríos y sus bosques como algo que les pertenece, sí, pero recordando que son hijos de una única iglesia”.

La segunda fue en enero de 2018, cuando el papa Francisco llegó al pueblo amazónico de Puerto Maldonado (Perú). Frente a unos 3.000 indígenas amazónicos, dijo: “Probablemente los pueblos amazónicos originarios nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neoextractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro y monocultivos agroindustriales”.

Mientras su predecesor habló de la necesidad de esparcir la fe católica entre los amazónicos, Francisco habló sobre la explotación de la que son objeto y su papel vital para la conservación de la lucha contra el cambio climático. Precisamente, son estas amenazas y la discusión sobre el futuro de la Iglesia católica en esta región lo que convoca, desde el pasado 6 de octubre, a más de 180 obispos de todo el mundo y un puñado de líderes indígenas en el Vaticano para el Sínodo de la Amazonia, que, en palabras del mismo papa, es “un hijo de Laudato Sí”.

La encíclica, que fue publicada en 2015, reúne el pensamiento teológico de la Iglesia que dirige el llamado “papa ecológico”. En casi 200 páginas, el papa rechaza la economía de mercado que lleva al consumismo desmedido, denuncia la degradación de la dignidad de la naturaleza y propone una “conversión ecológica”: “La visión sistémica que el papa Francisco expone sobre el medioambiente y la ecología integral nos permite encontrar respuestas a estas preguntas al decirnos que ‘todo está íntimamente relacionado’, que ‘todo está conectado’ y que cuando se habla del medioambiente ‘se indica particularmente una relación que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita’”, dijo María Adelaida Farah Quijano, decana de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana, en un simposio organizado por esa universidad en Bogotá, en 2017.

Aunque ha pasado inadvertido, desde los últimos sesenta años la Iglesia católica ha intentado renovar su misión de evangelización en los nueve países amazónicos. Por ejemplo, los documentos que resultaron de la más grande reunión de misioneros del siglo, en Iquitos, en 1967, dicen: “la Iglesia decide hacerse ella misma amazónica, solidarizándose con estos pueblos a los que ha sido enviada y encarnándose en sus culturas, sus ritos, sus ministros y sus estructuras, y, dándose a sí misma estructuras de mayor unidad”.

Obispos, presbíteros y otros religiosos hicieron un Consejo Regional del Alto Amazonas y se dieron a la tarea de “ajustar los métodos pastorales a las condiciones antropológicas de cada región”.

En otro momento de la historia, esa estrategia fue el reemplazo de la adoración indígena de los dioses del Sol, la Luna y los animales por la cruz. En nombre de Dios, entre sesenta y 150 millones de indígenas fueron asesinados, según los cálculos de Antonio Espino López, catedrático de Historia moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, en su libro La conquista de América.

Los tres últimos pontífices han pedido perdón a los pueblos aborígenes de América por los comportamientos de misioneros europeos: “No se pueden ignorar las sombras que acompañaron la evangelización del continente latinoamericano y el sufrimiento y las injusticias infligidos por los colonizadores a las poblaciones indígenas”, dijo Benedicto XVI en 2007, a su paso por Brasil.

Bien sea dicho, también en nombre de Dios muchos religiosos protegieron la dignidad de los indígenas contra los atropellos de colonizadores. Misioneros como la antioqueña Inés Arango y el español Alejandro Labaka fueron asesinados en 1987 por hombres del pueblo tagaeri, en la Amazonia ecuatoriana, al confundirlos con petroleros. “Una indígena tagaeri, que capturaron después los huaoranis, contó que los jóvenes de la tribu recibieron a monseñor e Inés, los invitaron a comer, pero cuando los mayores llegaron de cazar ordenaron matarlos, pues los petroleros le habían matado días antes a Taga, su líder, en un río y pensaron que eran de ellos”, recuerda la religiosa Cecilia Arango, hermana de Inés, en una crónica de El Tiempo. Ella conserva, en el barrio Quinta Paredes de Bogotá, una de las lanzas con las que fueron acribillados unas setenta veces.

Como estas historias hay decenas. Ezequiel Ramin, misionero colombiano que llegó a Cacoal, en el estado amazónico de Rondonia (Brasil), fue asesinado en 1985 por los pistoleros de los latifundistas, que tenían enormes haciendas ocupadas por campesinos a quienes Ramin defendía; y Cleusa Carolina Rody Coelho, misionera agustina asesinada en 1985 en el río Passiá, en el Amazonas brasileño, por su defensa de los derechos indígenas, son apenas ejemplos, y eEn todo caso, la relación entre órdenes católicas en la Amazonia ha sido larga y polémica, por eso, esta semana y hasta el 27 de octubre, los obispos de todo el mundo se reúnen a discutir cómo renovar su presencia en la región, esta vez en un contexto de cambio climático.

Una Iglesia con “rostro amazónico”

“El Sínodo es un intento de tratar de cambiar la Iglesia católica. Siempre hemos estado allí desde el principio, cuando dos culturas diferentes se encontraron y la cultura europea llegó a sus hogares. Pero también hemos estado allí tratando de hacer un compromiso a acompañarles en su forma de encontrar su propio futuro”, dijo Mauricio López, representante de la Red Eclesial Panamazónica (Repam). Según el Vaticano, unos 87.000 indígenas amazónicos fueron consultados respecto a las principales amenazas que pesan sobre sus comunidades para llevarlas a discusión a la reunión, a través de las diócesis, obispados y demás entidades de cada región amazónica. En términos prácticos, la reunión tiene tres temas grandes por tratar para alcanzar una “ecología integral”. El primero y más importante es, en palabras del Instrumentum Laboris, “identificar nuevos caminos para la evangelización de esa porción del pueblo de Dios, especialmente de los indígenas, frecuentemente olvidados y sin la perspectiva de un futuro sereno, también como resultado de la crisis de los bosques amazónicos, pulmón de capital importancia para nuestro planeta”.

Para eso, el mismo documento sugiere una apuesta por los viri probati, es decir, hombres líderes en sus comunidades, preferentemente indígenas, aunque tengan ya una familia constituida y estable, para “asegurar los sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana”. Otra de las propuestas formuladas es la de crear un observatorio eclesial internacional para la protección de los derechos humanos.

El cardenal Claudio Hummes, arzobispo retirado de São Paulo y principal organizador del Sínodo, dijo que la escasez de sacerdotes había provocado una “ausencia casi total de la eucaristía y otros sacramentos fundamentales para la vida diaria cristiana”, lo que amenaza la propagación de la fe que han promovido durante siglos en las zonas remotas de la Amazonia.

Según el Atlas panamazónico, que reúne los resultados de las encuestas realizadas a las comunidades indígenas católicas, hay 103 jurisdicciones eclesiásticas (como diócesis o vicariatos) en toda la Amazonia, siendo Colombia la más numerosa, con catorce.

“El rostro amazónico es el de una Iglesia con una clara opción por y con los pobres y por el cuidado de la creación”, dice el informe. También advierte que el 42 % de las iglesias que identificaron en la región no pertenecen a la fe católica. Entre los más numerosos no católicos están los testigos de Jehová, la Iglesia Adventista Séptimo Día, la Iglesia Cristiana Evangélica, la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional y otras iglesias, en su mayoría de confesión evangélica. Por la misma razón, en la sección que reúne las esperanzas que las poblaciones amazónicas ven en la Iglesia católica están las misiones evangelizadoras y el acompañamiento de la curia, la participación de los laicos y, en último puesto, el acompañamiento estatal y el liderazgo de las mujeres.

Precisamente, ese “vacío” es que otras confesiones religiosas han ocupado esos espacios, especialmente las pentecostales y evangélicas, que representan un peligro para los católicos por dos razones: resta adeptos a su iglesia y van en contra de su apuesta por la interculturalidad, de “rechazo a la imposición desde arriba de la propia cultura y aceptación del otro tal y como es. Solo así se alumbrará una iglesia con rostro indígena”, dice. Por ejemplo, en cerca de 100.000 comunidades católicas de base que existen en Brasil, en más de 60.000 no se celebra la misa al menos una vez por semana debido a la falta de sacerdotes.Parte de la jerarquía eclesiástica se opone a la propuesta de los viri probati, como el cardenal Gerhard Ludwig Müller, quien calificó la petición de ordenación de hombres casados como “un reclamo para la abolición del celibato”, según el periódico Gazeta do Povo. Otros, como el cardenal Walter Brandmuller clasificaron el Sínodo como “una interferencia en los asuntos del Estado y la sociedad brasileña y una respuesta directa a las políticas de Jair Bolsonaro”.

Dejando de lado las contradicciones, el Sínodo es la oportunidad perfecta para “hacer eco” de denuncias ambientales de los misioneros católicos y científicos que están en la región y que han visto de primera mano los abusos que denuncia el papa.

El obispo emérito de Xingu (Brasil), Erwin Kräutler, denunció el miércoles desde el Vaticano el efecto negativo de la hidroeléctrica Belo Monte, la tercera mayor del mundo, que es “presentada como energía limpia, pero ha acabado con ríos, bosques, con las migraciones, matado peces, alterados ciclos vitales y provocado la pobreza de tantas familias”. Asimismo, señaló que en la ciudad de Altamira el impacto por la construcción de esta planta de energía “fue tremendo”, provocando que pasara de ser “una ciudad pacífica a una de las más violentas de Brasil”. “A las poblaciones afectadas se les ha prometido de todo y lo que ha sucedido es todo lo contrario”.

Para qué un Sínodo dedicado a la Amazonia

Paulo Mountinho, científico del Instituto Ambiental de Investigaciones de la Amazonia (IPAM) de Brasil, se pregunta por qué la Amazonia es tan importante para la Iglesia, mucho más allá de la adhesión de nuevos creyentes: “En primer lugar, el bosque cubre un área enorme; equivalente en tamaño al 75 % del territorio estadounidense y contiene una cantidad de carbono equivalente a diez años de emisiones globales. Es un reservorio gigante de diversidad de especies planetarias. Pero, desafortunadamente, un área equivalente a Francia ya ha sido deforestada y el bosque sigue siendo destruido y quemado. El Sínodo del Amazonas llega en un momento en que las selvas tropicales de Brasil están bajo asedio por incendios dramáticos y devastadores. Se han lanzado columnas de humo negro a la atmósfera gracias a la deforestación y la intensidad del período de sequía. El Sínodo puede traer esperanza y recordarnos que es posible terminar con la deforestación en el Amazonas mientras se protegen los derechos de quienes viven dentro del bosque. Bueno, y teniendo en cuenta una perspectiva religiosa, la selva amazónica es un regalo de Dios. Entonces, nadie tiene derecho a destruirla”, dijo en una llamada con varios medios de comunicación, la semana pasada.

Sobre el llamado a “detener el extractivismo” y “la cultura del desecho” hay algunas acciones adelantadas más allá de la evangelización.

A principios de 2018, días después de la visita del papa a la Amazonia peruana, se reunió un grupo de personas en el Vaticano bajo un foro multilateral religioso, político y jurídico que busca influir en la justicia climática llamado Ética en Acción.

Expertos de todo el mundo, invitados por el propio Vaticano y por el economista Jeffrey Sachs, trabajaron en el diseño de un plan de acción contra el cambio climático, que incluiría contactar a las cabezas de las principales multinacionales del mundo para proponerles que participen voluntariamente de las responsabilidades ambientales previstas en el Acuerdo de París desde 2015. Empezarían con las doce principales compañías de petróleo y gas: ExxonMobil, Petro China, BP, Royal Dutch Shell, Chevron, Petrobras, Lukoil, Total, Statoil y ENI. Algunas de estas empresas hacen parte de las veinte compañías petroleras que han contribuido a generar el 35 % de gases de efecto invernadero desde 1965, el equivalente a unos 480.000 millones de toneladas de dióxido de carbono y metano. En junio de 2019, declaró una emergencia climática global ante siete CEO de esas empresas, invitados a la Santa Sede.

¿Un rostro amazónico?

El Amazonas no es un espacio vacío. Hay 33 millones de personas y 390 comunidades indígenas distintas que con sus usos y costumbres protegen la integridad del bosque. “Los habitantes de la Amazonia no deben ser abordados con un tipo de entusiasmo empresarial que busca darles programas preconcebidos destinados a disciplinar” su historia, su cultura y su propia vida. “La colonización ideológica es muy común hoy (...) Digamos ‘no’ a este impulso de domesticar a los pueblos originarios”, dijo Francisco en Puerto Maldonado.

“Los pueblos indígenas y las comunidades locales hemos aumentado el reconocimiento legal de nuestros derechos en los últimos quince años, pero solo tenemos la propiedad legal de más del 10 % de la tierra del mundo, a pesar de administrar más de la mitad de los bosques del planeta”, dijo Victoria Tauli-Corpuz, relatora especial de Pueblos Indígenas para Naciones Unidas.

Según datos recogidos por el científico brasileño Carlos Nobre —y citados en Laudato Sí—, durante más de medio siglo, el proceso de integración económica de la Amazonia ha empujado el crecimiento de la frontera agrícola, “lo que resultó en un cambio generalizado en la cobertura de la tierra; pero la agricultura en la Amazonia es de baja productividad e insostenible”.

“La región se ha calentado aproximadamente 1 °C en los últimos sesenta años y la deforestación total está llegando al 20 % del área boscosa. Reducciones significativas en la deforestación de la Amazonia (cerca del 80 % de reducción en la Amazonia brasileña en la última década) son una contribución importante de los países amazónicos a la mitigación del cambio climático y abren la oportunidad para un nuevo paradigma de desarrollo sostenible para el futuro de la Amazoni”.

Además de estar en juego la vida de la Amazonia y del planeta, está en juego el rostro de la Iglesia (como dice Laudato Sí), o más específicamente del Vaticano. En 2015, el periodista Gianluigi Nuzzi publicó el libro Via Crucis, que incluía conversaciones del papa Francisco en donde afirma que “los gastos de la curia están fuera de control” y que “se han perdido diez millones de euros en una inversión equivocada en Suiza”.

Otro documento dice que el dinero que recoge el Óbolo de San Pedro —institución que gestiona las donaciones para caridad— va casi en su totalidad “a tapar los números rojos de la curia”. En 2012, 14,1 millones de euros fueron a parar a obras caritativas y 28,9 millones a gastos de la curia. Otro documento revela que los miembros de la curia viven en lujosos apartamentos de 200 metros cuadrados, una movida poco austera, más cuando el discurso del papa descarta el derroche de recursos (tanto naturales como monetarios). El secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), Nunzio Galantino, dijo al diario La Vanguardia que las supuestas filtraciones de documentos clasificados “seguramente” se deben a que “alguien teme el proceso de renovación” del papa Francisco.

En su apuesta por “una Iglesia con rostro amazónico”, el papa Francisco se juega la reputación del Vaticano como una institución corrupta o aliada contra la lucha más importante del siglo XXI, el cambio climático y la destrucción de la naturaleza.

*Infoamazonia es una alianza periodística entre Amazon Conservation Team, Dejusticia y El Espectador.

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