Los desafíos del país de la riqueza

En el evento convocado por Bibo, de El Espectador, y Colombia Bio, de Colciencias, se anunciaron los resultados de las investigaciones científicas de la paz. Ahora abundan los dilemas: ¿cómo conservar nuestra biodiversidad y a la vez aprovecharnos de ella?

Camila Taborda/ @camilaztabor
29 de junio de 2017 - 04:28 a. m.
 Directora del Instituto Humboldt, Brigitte Baptiste, y William Klinger, director del IIAP / Juan Camilo Serrano
Directora del Instituto Humboldt, Brigitte Baptiste, y William Klinger, director del IIAP / Juan Camilo Serrano

El II Gran Foro de la Biodiversidad coincidió con el día histórico en que las Farc les dijeron adiós a las armas. Fue casualidad. Mientras miles de excombatientes daban un paso hacia la sociedad civil, la ciencia anunciaba nuevos descubrimientos en un país que ya es potencia en fauna y flora a nivel mundial. Ambas noticias auguran buenos tiempos, pero los desafíos abundan, por eso es momento de preguntarse: ¿cómo podemos conservar nuestra riqueza natural? Y a la vez, ¿cómo sacar provecho económico de ella sin destruirla? (Vea: Estos son los resultados de las expediciones científicas hechas en zonas de posconflicto) 

Es decir, ahora que el conflicto armado cesó y con él la guardia de la guerrilla más antigua de Latinoamérica, quedan preguntas sobre el futuro de un nuevo país. Esos ecosistemas, donde se libró por medio siglo la guerra, amparan especies nunca antes vistas y el desarrollo económico que ofrecen es enorme.

Pero la tendencia colombiana a degradar los recursos naturales es una realidad, tanto que su costo es equivalente al 3,5 % del producto interno bruto (PIB) según el Banco Mundial.

No habría de qué preocuparnos si en la conciencia colombiana anidaran los 311 tipos de ecosistemas continentales y marinos que ostenta el territorio nacional. Pero es una utopía, y de seguir así, como predicen los mamos, “la paz no valdrá nada si es solamente una manera de unificarse para mantener una guerra contra la naturaleza”, advirtió Wade Davis, invitado internacional del foro.

Fue la intervención de Davis, justamente, el arranque del evento. Este escritor canadiense, antropólogo y etnobotánico que ha viajado por años el Amazonas desde que su maestro Richard Evans Schultes, el expedicionario que inspiró la galardonada película El abrazo de la serpiente, lo animó a conocer “el país de la riqueza”, como llama a Colombia.

Eran los setenta cuando llegó a la selva. A un territorio que le apasiona porque “allí todavía viven civilizaciones que nunca fueron conquistadas por los españoles, pueblos que conservan sus lazos ecológicos con la tierra, que poseen el mejor plan actual de manejo del territorio”.

Porque, además, a Davis le parece encantadora la decencia, la pasión por la vida y la aceptación del espíritu humano que tienen los colombianos y porque a cada rato en nuestros parajes se encuentran signos de reconciliación. “El río Magdalena, por ejemplo, nunca abandonó a las personas pese al crudo azote de la violencia y a los gallinazos que rondaban sobre él por los muertos”, afirmó.

Ese signo reconciliador se refleja en el conocimiento que tienen los campesinos sobre sus territorios, asegura el director del Instituto de Investigaciones Ambientales (IIAP), William Klinger. Para él, la gente aprendió a convivir con la riqueza natural que han hecho por su cuenta los procesos de ordenamiento territorial.

Klinger cree en una vieja teoría sobre los habitantes del Chocó geográfico, que “se confirma al ver los actuales niveles de biodiversidad: esas poblaciones han sido recolectores de excedentes del bosque, han escogido estratégicamente sus asentamientos allí y han garantizado la conservación pese a tantas vulnerabilidades”.

Sin embargo, no todos los rincones del país cuentan con la misma suerte, “lo que ha traído consecuencias negativas en cuanto a deforestación”, señaló el viceministro de Medio Ambiente, Carlos Botero.

La muestra de ello fue presentada por el Ideam a principio de este mes: el 95 % de la deforestación en Colombia está concentrada en tan sólo 30 municipios y el 60.2 % corresponde a la región amazónica.

“Allí, en el generador de servicios ambientales más importante del mundo, viven 58 pueblos indígenas. Pero también hay gente común y corriente que debe enriquecerse de algo distinto a minería ilegal y ganadería”, sugirió la directora del Instituto Sinchi, Luz Marina Mantilla. Su solución para acabar estas prácticas son vencer el escepticismo e implementar políticas públicas más incluyentes.

Y ambas propuestas son propias del esfuerzo colectivo, por encima de que existan distintas concepciones de desarrollo.

“La mayoría de comunidades se están cuestionando sobre el uso de sus suelos: ¿si se hace o no minería?, ¿si se construyen o no represas?, o, ¿si se expanden las ciudades para infraestructura estratégica? Y en la mitad está la biodiversidad. Lo interesante es que no hay por qué construir un conflicto apriori entre esas alternativas”, advirtió Brigitte Baptiste, directora del Humboldt.

De hecho, los panelistas coincidieron en que el reto es construir un desarrollo decente con el medioambiente. Y en esa tónica el proyecto Colombia Bio, liderado por Colciencias con apoyo de Bibo de El Espectador, sugiere que después de las 20 expediciones científicas previstas desde 2016 a 2018, la biodiversidad sea la materia prima de productos y servicios, como el turismo científico de naturaleza.

 

La biodiversidad es nuestro petróleo

El segundo país más biodiverso del planeta parece un destino ideal para pasar vacaciones, aún más cuando las noticias gritan que acabó la guerra.

La idea promete dos tipos de panoramas: en el mejor de los casos, los visitantes ayudan a conservar los recursos naturales, generan riqueza que se reinvierta en la biodiversidad y se llevan información para esparcir por el mundo. Pero la posibilidad más desalentadora, y la que más preocupa al gremio científico, es que los turistas llenen de basura las reservas, contribuyan al tráfico ilegal de especies y degraden la riqueza natural a cambio de dinero.

Pero la incertidumbre no impedirá que lleguen extranjeros, así que el país tendrá que prepararse para lo que venga, teniendo en cuenta que la cantidad de turistas que actualmente nos visitan triplica el promedio internacional.

Todavía flotan muchas dudas frente a esta misión, considerando que hay parques naturales tan extensos como Haití, Hong Kong o Malta, y áreas en diferentes escalas térmicas. ¿Cómo vigilarlas y saber que las cosas se están haciendo bien?

La respuesta es la apropiación de los colombianos, señaló Felipe García, director de Colombia Bio. “Hay que darse cuenta de que el turismo es una industria y si nosotros nos convencemos que la biodiversidad puede ser nuestro petróleo, debemos hacer modificaciones como si eso fuera verdad. Además, es una oportunidad de que primero llegue el Estado a esos pasajes abandonados y que de alguna forma ordene, dé pistas y brinde su esfuerzo institucional”.

Pero queda un eco en las palabras de Juan Guillermo Garcés, presidente y propietario de la Reserva Natural Río Claro: “No es lo mismo llegar al Parque Nacional Natural Chiribiquete sin saber de nada, ver los pictogramas sin saber que tienen relación con el Paleoindio, sin ser consciente de la pasarela de la naturaleza que es ese territorio”.

Por Camila Taborda/ @camilaztabor

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